¿Un socialista en la Casa Blanca?

Ian Vásquez dice que lo preocupante de la ventaja que tiene el socialista Sanders en las primarias del Partido Demócrata es que si llega a ser el candidato demócrata, reducirá el espacio liberal en la política estadounidense, ampliando el espacio para la demagogia y el autoritarismo.

Por Ian Vásquez

Hoy, en las primarias del Partido Demócrata en EE.UU., la ventaja la tiene el socialista Bernie Sanders. Los 14 estados que participan determinarán más de un tercio de los delegados que escogerán al candidato presidencial demócrata. La ventaja podría volverse insuperable. 

Si sucede así, los estadounidenses tendrían que escoger entre un populismo de izquierda y uno de derecha en noviembre. En esa contienda, apuesto que votarán por Donald Trump, pues EE.UU. todavía es un país donde la mayoría ve mal al socialismo, según las encuestas. No obstante, debemos preguntarnos a qué se debe el auge de Sanders.

Pero los países nórdicos son capitalistas, no socialistas. Como observa Johan Norberg, si Sanders se quiere acercar a las políticas de Suecia, por ejemplo, tendría que proponer un comercio más libre, la eliminación del salario mínimo y de los impuestos a la herencia, la reducción del impuesto corporativo, la desregulación de ciertos mercados y la creación de un sistema privado de pensiones, entre otras reformas. En lugar de eso, Sanders está proponiendo un crecimiento enorme del Estado. 

Todo indica que Sanders sigue admirando el socialismo autoritario. Hace poco resaltó los programas de alfabetización del régimen cubano. En otras ocasiones ha celebrado los supuestos avances de salud pública en la Cuba comunista. Sanders parece olvidar que al Estado cubano lo maneja un gobierno militar totalitario. Es el equivalente, e igual de repugnante, a alabar al régimen de Hitler por haber construido carreteras impresionantes.

Es preocupante que el relato de Sanders concuerde con la propaganda oficial comunista. Pero la verdad es que Cuba antes de la revolución ya era uno de los países latinoamericanos más avanzados en términos de educación, salud e ingreso per cápita. La alfabetización se ubicaba alrededor del 80% a finales de los 50 y ahora es de casi 100%. Otros países de la región, como Costa Rica o Chile, han llegado a similares niveles sin tener que pasar por 60 años de un Estado policíaco, mientras que muchos más, como el Perú o Brasil, han visto un progreso relativo todavía más impresionante.

Existe extensa evidencia también que muestra que los indicadores oficiales de bienestar cubano son desconfiables y han sido manipulados. Los hechos importan, pero Sanders los ignora a favor de su relato ideológico y muchos estadounidenses le creen debido al desconocimiento o porque simplemente les importa más el mensaje antisistema. En eso se parece a Trump y a sus seguidores. 

En eso también la política estadounidense se parece cada vez más a la política latinoamericana. Según las encuestas, la confianza que tienen los estadounidenses en el Gobierno y en otras instituciones ha estado en caída durante 15-20 años, y se encuentra en puntos históricamente bajos. Se debe a la mala administración de los gobiernos anteriores, pero cuando se derrumba la desconfianza, se abre las puertas a la demagogia y al hombre fuerte, como en América Latina.

Es preocupante el auge de Sanders porque representa todo lo contrario al liberalismo democráticoDavid Brooks lo describe así: “El estilo de liderazgo de Sanders encarna valores populistas […]: una polarización furiosa, amargada e implacable, una demanda de purismo ideológico entre conocidos (o amigos) y un odio incesante hacia supuestos enemigos”.

Si llega Sanders a ser el candidato demócrata, achicará el espacio liberal en la política estadounidense. Y dado que los populismos de izquierda y derecha se retroalimentan, no podemos descartar la llegada de un socialista a la Casa Blanca en un futuro.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (EE.UU.) el 3 de marzo de 2020.