Un núcleo intelectual para el movimiento del progreso
Jason Crawford considera que necesitamos una nueva filosofía del progreso para el siglo 21 y piensa que esta debe consistir de tres premisas: el progreso, el humanismo y la agencia humana.
Por Jason Crawford
He dicho que necesitamos una nueva filosofía del progreso para el siglo 21. Esto implica que el mundo necesita, no solo estudios del progreso, sino un movimiento del progreso: la promoción de una serie de ideas.
¿Cuáles son esas ideas?
Veo tres premisas en el centro de este movimiento: el progreso, el humanismo y la agencia humana.
El progreso es un hecho histórico
El punto de partida y la motivación para los estudios del progreso es el hecho histórico de las enormes mejoras en los estándares materiales de vida durante los aproximadamente últimos 200 años. Esta observación es tan generalmente reconocida e indiscutible que Deirdre McCloskey la denomina “el Gran Dato”. Todos en la comunidad del progreso miran hacia los últimos cuantos siglos y concluyen que, sin importar cómo lo interpretemos o presentemos, algo obviamente salió muy bien.
Una posición que contrasta de manera marcada es el “declivismo”: la idea de que el mundo está empeorando. Un declivista podría pensar que los beneficios de la energía no valen la pena los costos de la contaminación, que el valor de los autos no redime su papel en los accidentes o en la congestión, y que los placeres de las redes sociales son superados por sus daños psicológicos y sociales. Tal vez incluso los cazadores-recolectores estaban mejor que nosotros los modernos, y la agricultura fue un error (Algunos no irán tan lejos, pero expresan un agnosticismo sobre la cuestión, o simplemente les resulta indiferente el progreso material, respondiendo con hombros encogidos).
Pero si el progreso es verdadero e importante —¿cómo juzgamos esto? ¿Cómo justificamos que las mejoras en los estándares materiales de vida son buenos? ¿Cómo justificamos que el progreso tecnológico e industrial constituyen el verdadero progreso de la humanidad?
El humanismo como el estándar de valor
El humanismo dice que el bien es aquello que nos ayuda a liderar mejores vidas: vidas más largas, sanas y felices; vidas con más opciones y oportunidades; vidas con las que podemos prosperar y florecer. Este es el estándar propuesto, por ejemplo, por Steven Pinker en En defensa de la ilustración.
Para ser claros, eso no necesita significar simplemente satisfacer nuestras necesidades básicas materiales, como un estómago lleno y camas cálidas. Puede comprender todo lo que hace que valga la pena vivir la vida, incluyendo las necesidades psicológicas como la emoción, la aventura, el romance, la belleza, el conocimiento, la exploración y la conexión humana.
La oposición al humanismo muchas veces proviene de alguna forma de romanticismo. Una manifestación de ella es la visión romántica de la naturaleza: la naturaleza como una amorosa “madre” protectora; o un estilo de vida “natural” como limpio, seguro y sano. Otra manifestación es la visión romántica del pasado, de tiempos “más sencillos” o de tradiciones perdidas. El progreso es criticado desde la izquierda porque perturba el medio ambiente, y desde la derecha porque representa el “materialismo” y “decadencia” modernos.
El humanismo dice que cuando mejorar la vida humana requiere que alteremos el medio ambiente, la humanidad tiene superioridad moral por sobre la naturaleza; cuando se requiere abandonar la tradición, la vida actual y en el futuro tiene superioridad moral por sobre el legado del pasado.
Una creencia en la agencia humana
La agencia es la creencia de que nuestro futuro está formado por nuestras decisiones y acciones. Tenemos un considerable grado de control sobre nuestro destino. Por lo tanto, el progreso continuo es posible, pero no está garantizado.
Elegí deliberadamente “agencia” en cambio de “optimismo”, buscando una mayor claridad. El “optimismo” puede significar cosas distintas. El optimismo normativo es una actitud filosófica que nos orienta hacia la acción con seguridad. El optimismo descriptivo es una predicción acerca de hacia donde se dirigen las cosas—que depende de los hechos en cualquier caso. Si estas dos formas de optimismo son combinadas, puede provocar que la confianza se deslice hacia la complacencia. Pienso que por esta razón los escritores del progreso, como Steven Pinker y Hans Rosling, resisten la etiqueta de “optimistas”. Rosling se denominó “posibilista”; yo he propuesto “solucionasta”.
Lo contrario de la agencia es el fatalismo. El fatalismo adopta muchas formas. Una es la creencia de que somos incapaces de comprender los sistemas complejos o de controlarlos; que juguetear con estos inevitablemente creará consecuencias no intencionadas y que es por lo tanto demasiado peligroso para intentarlo. Otra forma es la idea de que el progreso depende de recursos naturales limitados y que conforme estos recursos se acaban, el progreso inevitablemente se detendrá. Un error común que muchas formas de fatalismo cometen es asumir que no se darán avances en la ciencia o tecnología, simplemente porque no los vemos venir o porque no podemos aportar evidencia acerca de cuándo llegarán. De cualquier manera, el fatalismo ve el progreso como un accidente de la historia: tuvimos una buena corrida, fue divertido mientras duró, pero ahora necesitamos acostumbrarnos a tener tasas de crecimiento más bajas, con tendencia a cero o incluso negativas.
El progreso es desordenado; resolver problemas muchas veces crea nuevos. Creer en la agencia humana no es negar esto, sino creer que los nuevos problemas muchas veces son unos mejores problemas que tener, y que aquellos problemas pueden ser resueltos después.
Mi identificación con estas tres ideas claves es en parte descriptiva y en parte normativa. Pienso que estos conceptos resonarán de manera firme con la mayoría de mis lectores, pero los he elegido y formulado según mis propias creencias, de una manera que creo conformarán un fundamento intelectual para un movimiento de progreso.
Todo esto deja mucho espacio para discusión, desacuerdos y debates, no solo acerca de las consecuencias de estas ideas, sino incluso acerca de su definición e interpretación. ¿Qué tanto de los últimos 200 años ha sido bueno, precisamente? ¿Qué hay de la guerra, la contaminación, la desigualdad? ¿Qué constituye el bienestar humano? La gente desea muchas cosas; ¿cuáles de sus deseos son legítimos, saludables y valiosos? ¿Deberíamos intentar agregar el bienestar (como lo hace el utilitario)? Si la respuesta es no, ¿cómo navegamos los conflictos entre los intereses individuales? ¿Deberíamos incluir el bienestar de los animales en nuestro estándar? ¿Qué tanto control tenemos, y cómo administramos los riesgos —tales como el riesgo de juguetear con los sistemas complejos? Estas son preguntas importantes sobre las cuales espero podamos tener debates saludables.
He dejado fuera deliberadamente cualquier premisa explícitamente política. La comunidad de progreso incluye una variedad de opiniones políticas, desde los libertarios hasta los progresistas. Justo hace poco, hemos tenido a Eli Dourado resaltando el papel de las regulaciones para desacelerar el crecimiento; un Proyecto de la Frontera de la Innovación proponiendo un mayor gasto federal en investigación y desarrollo de energía geotérmica; y Ezra Klein promoviendo un mayor crecimiento económico de tal manera que haya más para redistribuir hacia los pobres. Quisiera que los conceptos del progreso, el humanismo y la agencia sirvan como un fundamento común desde el cual podamos tener debates productivos. Con un objetivo compartido, podemos evaluar qué políticas y principios de hecho logran ese objetivo, y todos pueden tratar de demostrar su argumento con la historia, la economía, la ética y la lógica.
Cuando Tyler Cowen y Patrick Collison acuñaron el término “estudios del progreso”, ellos hicieron un llamado a un “movimiento intelectual de base amplia enfocado en entender las dinámicas del progreso” y “apuntando al objetivo más profundo de acelerarlo”. Yo enmarqué el asunto así: “si el progreso es una imperativa moral, también es una imperativa moral entender sus causas, de tal manera que podamos protegerlas y fortalecerlas. Necesitamos hacernos estas tres preguntas: ¿Cómo llegamos aquí? … ¿Por qué tardamos tanto? … ¿Cómo podemos hacer que esto continúe?”
Pienso que las tres ideas que he delineado son necesarias y suficientes para motivar dicha empresa. El declinismo, el romanticismo, o el fatalismo derrotarían la motivación. Pero una creencia en el progreso, el humanismo y la agencia la llevan implícita.
Este artículo fue publicado originalmente en Roots of Progress (EE.UU.) el 11 de enero de 2022.