Un estado criminal
Hana Fischer reseña los aportes de Hannah Arendt al entendimiento de los regímenes totalitarios.
Por Hana Fischer
La expresión “Estado Criminal” fue acuñada por Hannah Arendt. Hace referencia a aquellos países donde los actos aberrantes y las violaciones de los derechos humanos forman parte del ordenamiento jurídico. En consecuencia, “lo criminal desde el punto de vista axiológico externo”, se convierte en “legal desde el punto de vista interno”.
Según esa definición, Venezuela de la mano de Hugo Chávez se convirtió en un Estado Criminal. Eso ha sido reconocido por las actuales autoridades, al justificar por qué no habían ajustado las normas jurídicas internas a lo que exige el Mercosur.
En esa ocasión, los jerarcas venezolanos comunicaron a los otros miembros que no podían incorporar a su legislación las normas concernientes al “Protocolo de Asunción sobre Compromiso con la Promoción y Protección de los Derechos Humanos”, debido a que iban en sentido contrario a las nacionales.
Las reflexiones de Arendt surgen a raíz del juicio al oficial nazi Adolf Eichmann. Sus observaciones ayudan a comprender cómo se gesta un Estado Criminal.
El proceso
La soberanía pasa a residir en el líder. En la época del nazismo las palabras y las órdenes de Adolf Hitler eran ley.
En la Venezuela chavista, ocurre otro tanto: Chávez expropiaba propiedades a su antojo. Asimismo, indicaba quién debía ser enviado a prisión.
Un ejemplo paradigmático fue lo sucedido a la jueza María Lourdes Afiuni. Esta magistrada fue arrestada por haberle concedido libertad condicional a un crítico de Chávez, que hacía tres años que estaba encarcelado sin haber sido enjuiciado.
Por orden de Chávez y como sanción ejemplarizante, la tuvieron presa cuatro años. En la cárcel, sus guardias con impunidad la violaron brutal y reiteradamente.
El control total y la manipulación de la información. En adición, una incesante propaganda favorable al régimen y denigratoria de los “enemigos” internos y externos. En esa atmósfera sofocante, las personas van perdiendo la capacidad para distinguir al bien del mal; lo justo de lo injusto.
Chávez persiguió y aniquiló a la prensa independiente. En la actualidad, casi todos los medios de comunicación están controlados por la élite gobernante.
La asfixia informativa no ha sido total como en la época de Hitler, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, especialmente Internet y las redes sociales.
Ir reduciendo a su mínima expresión a la actividad económica privada, de modo tal, que casi todos pasen a ser funcionarios estatales. Arendt recalca que para el Estado Criminal, es esencial transformar a los hombres en burócratas. O sea, simples engranajes de la maquinaria administrativa. En otras palabras, deshumanizarlos.
Arendt afirma que el ejercicio burocrático del poder produce un efecto tan poderoso, que hasta lo más abyecto es convertido en algo rutinario y desapasionado. Es lo que ella denomina la “banalización del mal”.
Antes de Chávez —especialmente desde que Carlos Andrés Pérez nacionalizó al petróleo— una gran proporción de la economía estaba en manos del Estado. Sin embargo, Chávez exacerbó esa realidad.
Al constatar que hasta los jueces se han transformado en simples burócratas, percibimos que la banalización del mal está muy extendida en Venezuela.
Todos estos elementos buscan un solo objetivo: la deshumanización. Que los individuos dejen de ser considerados personas de carne y hueso, con personalidad propia, familia, alegrías y dolores, y pasen a ser vistos como meras categorías sociales (“burgueses”, “oligarcas”, “chavistas”). Es decir, como objetos.
Provocar la cosificación de las personas es fundamental, cuando se busca inhibir la natural inclinación hacia la compasión. Es lo que permite asesinar y torturar. El funcionario no siente que está dañando a “Juan Pérez”, sino a un despreciable “oligarca”.
En ese proceso de cosificar a los seres humanos, de quitarles todo rastro de individualidad, la vestimenta juega un rol clave: todos igualitos vestidos de rojo, todos intercambiables por cualquier otro, nadie tiene valor o dignidad por sí mismo. Solo el líder cuenta; lo demás son un cero a la izquierda. Es una paradoja que los chavistas no se hayan percatado de su triste papel.
La táctica utilizada por los gobernantes criminales para vencer las resistencias morales, y convertir a hombres normales en asesinos y torturadores, es convenciéndolos de que son parte de algo grandioso. Aquellos que sufren problemas de conciencia o físicos al realizar esa perversa tarea, son apartados. Por consiguiente, van quedando los sádicos y homicidas por naturaleza.
Asimismo, hay un factor psicológico que contribuye a anestesiar la conciencia: la gratificación que les produce a los fracasados y a los que tienen sentimiento de inferioridad, el sentir que son parte de “algo” mayor que ellos. O sea, la necesidad de pertenencia que no había sido satisfecha con anterioridad.
Los asesinatos y las torturas de venezolanos, de ese pueblo llano que el chavismo proclamaba defender, están más que documentados. Por esa razón, es importante dilucidar por qué hay quienes todavía defienden al Estado Criminal chavista. Por ejemplo, a la Federación de Estudiantes Universitarios de Uruguay (FEUU).
En un reciente comunicado, la FEUU repudia la “injerencia” de la OEA en Venezuela y califica de “cipayo” (secuaz a sueldo) a Luis Almagro, su secretario general. Además, el líder estudiantil Nicolás Bonilla, manifiesta que:
“hay que hilar muy fino sobre los estudiantes venezolanos muertos en las protestas en Venezuela […] No se puede hablar de los muertos y atribuirlos a una de las partes […] Represión existe en Venezuela porque hay un movimiento sedicioso y golpista que quiere derrocar al gobierno de [Nicolás] Maduro”.
Esas declaraciones denotan una absoluta falta de objetividad. Asimismo, frivolidad e insensibilidad ante al sufrimiento ajeno.
Para entender qué les pasa a esos jóvenes universitarios, vamos a recurrir a las reflexiones de Francisco O’Reilly, formuladas en una reciente disertación. O’Reilly expone que “frívolo es el que no trata de analizar en profundidad a lo real”, debido a que no existe una inquietud sincera por encontrar la verdad. Cuando eso ocurre, es porque se ha producido una corrupción de la educación. Una instrucción que no desarrolle al espíritu crítico, que se limite a manejar información pero no a buscar el conocimiento, se transforma en superficial. Además, es terreno fértil para formar seres manipulables.
Hasta qué punto están alienados estos universitarios uruguayos de la FEUU, queda de manifiesto al repetir como loritos la expresión “cipayo”, que no integra el léxico uruguayo.
Con respecto a la supuesta injerencia de la OEA, Arendt nos plantea lo siguiente:
¿Cuál es la naturaleza de la soberanía de un Estado fundado en principios criminales? ¿Cabe aplicar a un Estado en que el delito es norma legalizada el mismo principio que aplicamos en aquel en el cual la violencia y el delito son la excepción?
Las respuestas a esas interrogantes deberá encontrarlas cada uno, luego de meditarlas profundamente.
Lo que sí está claro, es que una de las principales causas de que el Estado Criminal exista, proviene del alejamiento de la realidad y de la irreflexión. La frivolidad —dentro y fuera de Venezuela— ha causado más daño a los venezolanos, que todos los malos instintos inherentes a la naturaleza humana.
Es legítimo que existan diferencias entre las ideas de la izquierda y la derecha. Sin embargo, cuando son los derechos humanos los que están en juego, la “frivolidad” es una conducta inaceptable y moralmente condenable.
Este artículo fue publicado originalmente en el Panam Post (EE.UU.) el 19 de mayo de 2017.