Todavía hay tiempo
Manuel Hinds indica que la calidad de los gobiernos en El Salvador ha ido disminuyendo mientras la participación de la población en las elecciones también ha ido cayendo.
Por Manuel Hinds
El momento de publicarse este artículo las elecciones todavía estarán en el futuro. Todavía los ciudadanos tienen la oportunidad de evitar cometer un error craso que está en la raíz de los problemas políticos de nuestro país: el declinar participar en la determinación de su rumbo futuro, que el domingo significa algo tan simple como ir a votar para diputados y alcaldes. Tristemente, en las últimas elecciones los que han renunciado a este derecho han representado cerca del 50% de la población.
Es difícil entender la racionalidad de no votar, porque el costo de hacerlo (hacer una cola por un rato) es increíblemente bajo comparado con los beneficios que pueden lograrse y los males que pueden evitarse con sólo tomarse el tiempo para decidir por quién votar y luego hacer esa cola. Estos costos son infinitamente menores que los otros costos que la gente no toma en cuenta cuando decide no hacerlo: los costos de no ir a votar. El problema es que estos costos no se ven inmediatamente. Se vuelven evidentes sólo con el tiempo, pero cuando se vuelven evidentes, ya está uno al borde del abismo.
Así, en nuestro país, la calidad de los gobiernos ha ido disminuyendo mientras la participación de la población en los procesos democráticos ha ido disminuyendo. El descenso de la calidad de vida que ha acompañado este proceso es evidente, especialmente en el período en el que estamos viviendo, en el que enfrentamos un autoritarismo arbitrario como no lo habíamos tenido desde fines del siglo XIX, en el que el endeudamiento del país (que habrá que pagar con impuestos más temprano que tarde) se ha incrementado a niveles sin precedente sin que haya ninguna obra que mostrar (las que ha inaugurado recientemente son obras planificadas y casi terminadas por gobierno anteriores o por el sector privado), en el que se han violado los derechos constitucionales de la población, se ha manejado negligentemente la pandemia, se le han devuelto a las Fuerzas Armadas los poderes arbitrarios que tenía antes de los Acuerdos de Paz y en el que el gobierno se niega a dar cuentas y continuamente inyecta odio entre la población para poner en práctica la idea de divide y vencerás.
Todo esto, lo peor que ha pasado en varias generaciones, ha sido impuesto al resto de la ciudadanía por el 27% de los votos de la ciudadanía en unas elecciones en las que apenas el 50% de los ciudadanos votaron, ganó como si hubiera sacado el 54% de los votos.
Todo esto sugiere la existencia de una sicología de avestruz en muchos de los que no votan, que puede resumirse en la idea que lo que uno no ve no existe, acompañada de un deseo férreo de no ver lo que está pasando en el país. Esta sicología puede funcionar por un buen tiempo porque las cosas se deterioran poco a poco, y pueden pasar muchos años hasta que se llegue a un punto crítico como el que estamos viviendo, en el que nos estamos jugando la existencia de una democracia liberal contra un régimen arbitrario que no hemos tenido desde hace más de 100 años.
Pero hay otra sicología que también existe en los que no quieren votar: la de los que sí ven lo que está pasando, pero que no tienen la imaginación o la cultura necesarias para darse cuenta de la amenaza que se esconde detrás de las actuaciones cada vez más autoritarias del presidente, o que, entendiendo lo que viene, creen que no los va a tocar a ellos, ni a sus negocios, ni a sus empleos, ni a los pequeños reinos que se han formado, y que, si es así, no les importa lo que pase. A estos también les falta verdadero entendimiento de la historia para comprender que el principio básico de una tiranía es que sólo hay un tirano, y que nadie más puede tener dignidad ni un espacio que el tirano no pueda invadir.
Todavía hay tiempo para que los que creen que a ellos no les va a tocar el autoritarismo que se nos viene se den cuenta de lo equivocados que están, y se den cuenta, al comparar costos y beneficios, de que llegar un poco tarde a la playa, o a ver el juego europeo de fútbol, con tal de poder votar, bien vale la pena para conseguir la sobrevivencia de ese pequeño reino, o ducado, que se han formado.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 25 de febrero de 2021.