Terrorismo verbal
por Roberto Salinas-León
Roberto Salinas León es presidente del Mexico Business Forum.
La vergonzosa manifestación antiyanqui en la sociedad latinoamericana, a partir de la tragedia que sufrieron los vecinos del norte con los ataques terroristas, es un reflejo más del peligro capital que enfrenta la libertad en este mundo moderno, si bien complicado. Este es la interpretación equivocada, ya sea por ignorancia, o a veces por mala fe, del concepto de una sociedad abierta-donde las diferencias, la tolerancia, la libertad, son los pilares de la prosperidad.
La vergonzosa manifestación antiyanqui en la sociedad latinoamericana, a partir de la tragedia que sufrieron los vecinos del norte con los ataques terroristas, es un reflejo más del peligro capital que enfrenta la libertad en este mundo moderno, si bien complicado. Este es la interpretación equivocada, ya sea por ignorancia, o a veces por mala fe, del concepto de una sociedad abierta-donde las diferencias, la tolerancia, la libertad, son los pilares de la prosperidad.
La globophobia, como el terrorismo, tanto en su dimensión física como verbal, usa el fundamentalismo (no falsificable) como instrumento de poder. La fuerza y la distorción se convierten en la misma cara de la misma moneda devaluada. El comercio es lo que es, y no otra cosa: un acto voluntario de intercambio, un acto humano, un episodio que se celebra independientemente de sexo, religión, nacionalidad, edad, o inclinación ideológica. Pero los complejos de profunda inferioridad, los mismos que nos obligan a reafirmar nuestra calidad de socios, no achichincles, son motivo de un terrorismo verbal alrededor de los conceptos de libertad, mercado y comercio global.
Vaya, imagino con profunda vergѼenza: mi amigo distante acaba de sufrir un fuerte balazo, está sangrando, yo ofrezco ayuda de inmediato, pero la califico con la advertencia pertinente de un eunuco: "mira, soy tu cuate, no tu gato". No me sorprendería que mi cuate me las recuerde a la postre, después que sane plenamente y todo a pesar de haberme dado el beneficio de la duda.
En otros tiempos ya hemos escuchado, de los mismos literatos acomplejados, estas cucarachas con rollo, sobre la imagen de una abstracción calificada como "mercado" como una opción limitada: "los bemoles del libre mercado", "la oprobiedad del neo-liberalismo", "el capitalismo salvaje."
La percepción, pues, tanto antes como después del 11 de septiembre de este 2001, es que un orden de mercado, o sea la actividad humana del intercambio voluntario, es un juego de suma negativa: si uno gana, otro pierde (si ellos progresan, nosotros somos sus achichincles; si ellos sufren, nosotros estaremos mejor). Asimismo, el consenso general es que el mercado no puede resolver las necesidades del desempleado, el pobre, el enfermo, el analfabeta, el anciano; ni mucho menos resolver la inequidad en la distribución del ingreso. Esta distorsión se debe, en gran parte, a causa de del "miedo a la libertad", el miedo a ver la libertad como es: una oportunidad para escoger una cosa sobre otra.
La filósofa rusoamericana Ayn Rand decía que si algún día llegara a desaparecer el sistema de mercado, esto se debería no por su ineficiencia o sus contradicciones, "sino por su desconocimiento". Su preocupación era como un sistema que ha generado tanta riqueza, tecnología, y desarrollo pueda ser tan desconocido- o peor aun, un blanco de ataque en un momento tan terriblemente complicado como este.
Los actos de terrorismo del 11 de septiembre son la manifestación más violenta de la mentalidad anti-capitalista, la globofobia llevada hasta sus últimas consecuencias. Los actos de terrorismo verbal que han seguido son parte de la misma triste historia, de la tesis talibanesa que busca formar y fomentar una sociedad cerrada, a las ideas, las finanzas, los bienes, las personas.
La clase intelectual, nutrida de la fácil corriente anti-mercado, muestra inocencia y fundamentalismo a la vez: el fundamentalismo de derrumbar la acción más común del ser humano (el intercambio), la religión de anti-libertad. Es el mismo fanatismo ideológico que los intelectuales atribuyen a defensores de la libertad, un fanatismo que sobrevive por que es la novedad, es lo "correcto", pero que distorsiona deliberadamente, sin tomarse el tiempo de buscar explicaciones alternas-por ejemplo, si las grandes desigualdades económicas en el mundo, o la pobreza extrema que viven los mercados emergentes, obedecen al mercado, o a la falta de bases institucionales, de la incongruencia entre de la libertad económica y el corporativismo.
Ese es el fundamentalismo que recurre a lo que sea (los mismos sentimentalismos, los desgastados adjetivos salvajes), con el fin predeterminado de oponerse al mercado, a la globalización, con el fin establecido de antemano, no por argumento sino por berrinche o por terrorismo, tanto físico como verbal, esa fe en la sociedad cerrada cuyo propósito es generar un miedo a la libertad.
Hoy enfrentamos un antiyanquismo que refleja un odio reprimido a la libertad. Sin embargo, las ideas tienen consecuencias. El reto de las ideas es, precisamente, construir, no destruir; y sobre todo, comunicar en forma clara los medios para afianzar una sociedad más moderna, más rica y sobre todo más abierta.