Tablero grande y tablero chiquitito

Manuel Hinds dice que el presidente Bukele busca enviar el mensaje de que El Salvador ya no necesita a EE.UU. puesto que ahora tendrá la ayuda de China, pero que similares explosiones de vanidad le han costado caro a países como Cuba en el pasado.

Por Manuel Hinds

Mucha gente piensa que El Salvador ha entrado en la política mundial. Después de haber sido, por muchas décadas, un aliado de EE.UU., a pesar de que es el socio comercial más grande (45% contra 15% del segundo, Honduras), a pesar de que EE.UU. ha dado al país miles de millones de dólares de ayuda a través de las décadas, a pesar de que es la fuente principal de enormes remesas, y a pesar de que la población entera de El Salvador se siente muy cerca de EE.UU., el gobierno de El Salvador ha empezado a hablar y actuar como si fuéramos enemigos. Además de insultar a su gobierno y a muchos de sus funcionarios, el país ratificó el martes un convenio marco de cooperación bilateral para la ejecución de proyectos de asistencia económica y técnica con China, en un gesto que claramente conlleva un mensaje que dice: “Ya no te necesitamos, EE.UU., ahora estamos con China”.

Bueno, es difícil creer que China esté dispuesta a llenar los zapatos de EE.UU. si éste decide responder en la misma forma. Hasta el momento, lo que se ha hablado es de $62 millones, que, como toda la asistencia china, se gastarán en obras que no generarán trabajo en El Salvador (todos los obreros y todos los insumos serán chinos). En 2018, EE.UU. nos compró $2.625 millones mientras que China nos compró sólo $85 millones. Además, EE.UU. da empleo a tres millones de salvadoreños que mandan $6.000 millones al año. Por otro lado, instituciones norteamericanas proveen créditos al gobierno y al sector privado por miles de millones de dólares, para obras de inversión y para capital de trabajo (incluyendo la mayor parte del presupuesto nacional). El año pasado, por ejemplo, el gobierno tomó préstamos en exceso de $3.000 millones para financiar el presupuesto. China no se mete en estos créditos, concentrándose en darlos para hacer obras que dan empleos a chinos, no a locales. El financiamiento del presupuesto, entonces, quedará pendiente de conseguirse, una vez que se haya ya financiado el estadio que no necesitamos.

Pero, sin entrar en muchos otros detalles, es importante notar que, globalmente, El Salvador juega en un tablero bastante más pequeño que el que maneja EE.UU. Esto puede observarse en unos eventos que coincidieron con lo que pasó aquí.

Curiosamente, mientras muchos en el país se sentían orgullosos de que al fin el poder mundial de El Salvador se estaba manifestando en una humillación a EE.UU., la embajadora china en Bangladesh advirtió que el acercamiento de ese país al Quad (se pronuncia Cuad), la alianza de EE.UU. con Japón, Australia e India, iba a causar “daño sustancial” a sus relaciones con China. El ministro de relaciones exteriores de Bangladesh dijo que estas declaraciones “agresivas” eran “muy desafortunadas” pero no cambió su actitud. Coincidentemente, en otro incidente en el que EE.UU. apoyó a Filipinas contra China, el ministro de relaciones exteriores de ese país mandó a Beijing a un lugar y de una manera que no puede imprimirse en un periódico. Esta es una parte pequeña del tablero de ajedrez que tiene EE.UU. enfrente: acechando a China en dos países muy cercanos a ella con una población combinada de 271 millones de personas (además de Taiwán, 24 millones, y Corea, 52 millones), y siendo acechado por China en uno con una población de 6 millones. Y, por supuesto, mientras este tema es primera prioridad para El Salvador, para EE.UU. lo que es crucialmente importante es China, no El Salvador. Y la competencia con China no es sobre El Salvador sino sobre alta tecnología y otros temas estratégicos. Taiwán, por ejemplo, es el suplidor de los chips más avanzados que hay.

No hay duda de que EE.UU. tiene más piezas de ajedrez, y más libertad para moverlas, que las que tiene El Salvador. De eso se dio cuenta Fidel Castro en 1962 cuando se metió entre dos superpotencias, creyendo que iba a humillar a Kennedy. De pronto se dio cuenta de que, sin él saberlo, los dos grandotes se habían arreglado entre ellos y su gran aliado, Rusia, lo había dejado abandonado a ser un país para siempre pobre, no un aliado, sino un sirviente, de la Unión Soviética, bloqueado económicamente para siempre por EE.UU. Hay que saber en qué tablero está jugando uno. O en qué milímetro de casilla. Lástima que el costo de esa explosión de vanidad va a ser bien grande para el país y para nuestros hermanos en EE.UU.

Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 20 de mayo de 2021.