Suecia y la libre elección de escuelas
Andrew J. Coulson refuta las conclusiones de una crítica que publicó recientemente la revista Slate al programa de libre elección de escuelas en Suecia. Coulson considera que la crítica "logró ser tan imprecisa como falaz…varias de sus premisas claves son falsas y su conclusión ni siquiera se derivaría de ellas incluso si estas premisas fuesen ciertas".

La revista Slate publicó hace algunas semanas una crítica (en inglés) al programa de libre elección de escuelas en Suecia, crítica que logró ser tan imprecisa como falaz. En otras palabras, varias de sus premisas claves son falsas y su conclusión ni siquiera se derivaría de ellas incluso si estas premisas fuesen ciertas.
La esencia del artículo es que las escuelas privadas suecas, y el programa de libre elección para los padres que las financia, “han descarrilado la educación sueca”, causando que caigan sus puntajes en evaluaciones internacionales. Slate luego dice que Finlandia tiene “un desempeño de primera de manera consistente” sin tener un programa de libertad para elegir entre escuelas privadas. Por lo tanto, argumenta, los estadounidenses no deberían permitir que las libertades e incentivos de mercado se introduzcan en la educación básica y secundaria.
Slate por lo menos acierta en dos cosas: Suecia si tiene un programa de libre elección entre escuelas privadas, introducido en 1992; y los puntajes de esa nación han estado cayendo en la evaluación PISA desde el año 2000. Pero más allá de eso, Slate se desvía rápidamente hacia los errores y los sofismas.
Primero, dice que “más estudiantes suecos van a escuelas administradas por privados (en gran medida con fines de lucro) que en cualquier otro país desarrollado en el mundo”. De hecho, ninguna de estas dos aseveraciones es cierta. Tomando la afirmación incluida entre paréntesis, según los datos más recientes de los cuales tengo conocimiento (de 2012), la mayoría de las escuelas privadas suecas no tienen fines de lucro (que en sueco se dice “Ideella”).
En cuanto a la inscripción en el sector privado comparada con aquella en otros países industrializados, podemos consultar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), una asociación de 34 naciones industrializadas que administra la evaluación PISA.
“En promedio, alrededor de los países de la OCDE…14% de los estudiantes asisten a escuelas privadas dependientes del Estado [esto es, financiadas por el Estado]…En Suecia, la proporción de estudiantes en escuelas privadas aumentó significativamente a lo largo de la última década desde 4% en 2003 hasta 14% en 2012…Esto lleva la proporción de estudiantes en escuelas privadas a un nivel cercano al promedio de la OCDE”.
Slate, en otras palabras, está muy equivocada en este punto. ¿Qué tan equivocada? Aquí están los cinco países industrializados según su proporción de estudiantes inscritos en escuelas privadas, según la base de datos PISA de la OCDE para el año 2012:
- Bélgica 68,4
- Países Bajos 67,6
- Irlanda 58,2
- Corea del Sur 47,5
Con un total de 14 por ciento, Suecia ni siquiera está cerca. Además, la evaluación PISA se administra a niños de 15 años, y a esa edad los estudiantes suecos todavía están en “grundskola” (los grados básicos obligatorios). Para esos grados, los estudiantes de escuelas privadas constituyen solamente 13 por ciento del enrolamiento en 2012. Eso, vale la pena indicarlo, es solamente tres puntos porcentuales más alta que la cifra actual en EE.UU. —y de hecho mucho más baja que la figura de EE.UU. en 1960. Aún así, esta pequeñísima minoría de estudiantes de escuelas privadas se supone que han “descarrilado la educación sueca”. ¿Alguien diría lo mismo acerca de las escuelas privadas estadounidenses de hoy o aquellas de la época de JFK?
¿Cómo, exactamente, es que las escuelas privadas de Suecia que reciben cupones escolares se supone que han perjudicado el desempeño del país en las evaluaciones PISA? En realidad, esto no ha ocurrido. Consistentemente estas escuelas se desempeñan mejor que las escuelas públicas. Incluso si hubiesen absorbido a los estudiantes con puntajes más altos de las escuelas públicas, estas tienen en su nómina a un total tan bajo de estudiantes como para que esto explique la caída dramática en el puntaje en las evaluaciones PISA de las escuelas públicas —particularmente considerando que el declive en las escuelas públicas ya era visible desde 2003, momento en el cual la inscripción en escuelas privadas era de solo un 4 por ciento.
Segundo, el artículo intenta encontrar respaldo para su argumento presentando como ejemplo a Finlandia, que tiene relativamente pocas escuelas privadas, diciendo que se encuentra “consistentemente en las posiciones más altas de los rankings de las evaluaciones PISA”. Desafortunadamente para Slate, eso no es cierto. En la evaluación más reciente de PISA, Finlandia se ubicó en la posición no. 12 en matemáticas (el examen con concentración en una materia realizado en 2012), lo cual expande considerablemente el significado de la frase “las posiciones más altas” (el resumen completo de los resultados de la evaluación PISA pueden verse aquí).
Tampoco se encuentra Finlandia en las posiciones más altas de manera consistente en otra evaluación internacional conocida como TIMSS. Mientras que PISA es una evaluación del conocimiento común y corriente, TIMSS mide el desempeño en el tipo de disciplinas académicas que son impartidas a los estudiantes normalmente en la escuela, y que muchas veces son requeridas para lograr un desempeño exitoso en la educación superior. El currículum de Finlandia es inusual dado que está bien alineado con el contenido básico de PISA, pero más débil en su cobertura de las materias más avanzadas que son evaluadas por TIMSS, particularmente en matemáticas. Esta es tal vez la razón por la que los puntajes de matemáticas fueron estadísticamente indistinguibles de los que obtuvo EE.UU. y casi cien puntos por debajo de los que mejor se desempeñaron como, por ejemplo, Corea del Sur.
Esto es particularmente incómodo para la afirmación de Slate de que tener muchos estudiantes inscritos en las escuelas privadas es una desventaja. Como se muestra en la tabla de arriba, la inscripción en escuelas privadas de educación básica y secundaria en Corea del Sur es casi cuatro veces mayor que el de Suecia y más de doce veces mayor que aquel de Finlandia. Encima de todo esto, Corea del Sur también tiene un sector de tutorías privadas con fines de lucro, que es utilizado por la mayoría de estudiantes.
No obstante, Slate dice que la competencia de las escuelas privadas puede haber derivado en una “carrera hacia abajo” en Suecia. Pero dado que las escuelas privadas de Suecia obtienen un puntaje más alto en las evaluaciones PISA que sus escuelas públicas, no es obvio lo que esto podría significar. ¿Podría Slate estar diciendo que el desempeño de las escuelas privadas está cayendo más rápido que aquel de las escuelas públicas? Si es así, lo contrario es lo cierto. Desde que la evaluación PISA fue administrada por primera vez en el año 2000, las escuelas privadas suecas perdieron apenas 6 puntos en total. Las escuelas públicas de la nación perdieron 34 puntos a lo largo del mismo periodo —casi seis veces más. Si uno de estos sectores está liderando una carrera hacia abajo, no es el sector privado.
Tal vez Slate está diciendo que, frente a la nueva competencia de las escuelas privadas, las escuelas públicas suecas están cayéndose en pedazos o dándose por vencidas. No queda claro por qué ese sería el caso, pero es una hipótesis que se puede poner a prueba. No solo se puede poner a prueba, sino que ya se ha hecho esto. En 2012, Anders Bohlmark y Mikael Lindahl realizaron un análisis (en inglés) de regresión con series de tiempo de los resultados educativos de prácticamente cada estudiante de grado noveno en Suecia, a través de varios cohortes. Ellos descubrieron que “un aumento en la proporción de estudiantes de escuelas independientes mejora el desempeño promedio al final de la escuela obligatoria así como también los resultados educativos a largo plazo”. En otras palabras, la afirmación de Slate es directamente refutada por la evidencia que no se molestó en considerar. La competencia proveniente del programa sueco de libre elección entre escuelas privadas tiene un efecto positivo sobre el desempeño académico de los estudiantes tanto en escuelas públicas como privadas.
De manera que Slate está consistentemente equivocada acerca de la naturaleza, el tamaño y los efectos del sector de escuelas privadas de Suecia y acerca de la competencia que este ha generado. Pero, ¿qué pasa si tuviera razón acerca de todas esas cosas? O, considerando que Slate está equivocada acerca de prácticamente cada aspecto relacionado a la experiencia educativa en Suecia, ¿deberíamos asumir, en torno a la evidencia sueca y nada más, que la libertad para elegir entre escuelas es algo bueno? Por supuesto que no. Hay muchos otros factores que afectan el desempeño educativo que van más allá de la política de libre elección entre escuelas como para que los resultados de un solo programa sean conclusivos. Se sabe que los factores económicos, culturales y demográficos afectan esos resultados, así como también una serie de políticas educativas adicionales a la de libertad de elección, tales como el currículum, las evaluaciones, el personal docente, la disciplina, etc.
Para aislar los méritos intrínsecos de una política es necesario eliminar los efectos distorsionadores de esos otros factores. Una manera de hacer eso es comparar los diferentes tipos de políticas de libre elección entre escuelas (en inglés) que operan simultáneamente dentro de los países. Otra manera es buscar patrones consistentes en los resultados asociados con determinada política a través de muchas naciones distintas y de periodos distintos (en inglés). Otra forma de hacerlo es evaluar directamente los factores distorsionadores y realizar ajustes para los mismos. El artículo de Slate nada de esto hace —no solo que dispara desde la cadera, sino que dispara mientras su arma intelectual permanece en la pistolera.
Lo que es más decepcionante acerca del artículo de Slate es que fue escrito por un economista entrenado en la Universidad de Harvard y en la Universidad de Columbia, quien no solamente debería saber lo suficiente como para no cometer estos errores, sino que de hecho es comprobable que sí lo sabe. Por ejemplo, él ha colaborado con la redacción de un estudio sensato (en inglés) que pretende medir las ganancias financieras gozadas por los políticos de la India —un estudio que se esfuerza mucho por reunir datos precisos y minimizar los efectos de los factores distorsionadores. La política educativa, me parece, no merece un trato menos cuidadoso. Escritos mal informados, falaces y sin sentido como este artículo de Slate pueden causar un daño real a la educación de los niños.
Este artículo fue publicado originalmente en Education Next (EE.UU.) el 22 de julio de 2014.