Suecia

Por Manuel Hinds

Durante el Siglo XX nos acostumbramos a ver a Suecia como uno de los países más ricos y civilizados del mundo. Esto nos hace olvidar que para mediados del Siglo XIX sus graves problemas sociales y económicos lo colocaban entre los países más pobres de Europa. Estos problemas incluían un número enorme de campesinos sin tierra que vagaban por todo el territorio del país buscando trabajo; un número también enorme de familias urbanas que no tenían acceso a viviendas adecuadas, propias o alquiladas; la falta de educación en la población; y la grave incidencia de alcoholismo. Estos problemas no sólo eran graves sino que iban creciendo con el tiempo. Por ejemplo, los campesinos sin tierra representaban el 34% de toda la población rural en 1775; para 1870, ya representaban el 48%. Para muchos de estos no había trabajo y tenían que sobrevivir de caridad, que en esa época era manejada por las parroquias. En 1869, las parroquias listaron 217 mil personas que necesitaban caridad para sobrevivir.

El alcoholismo también crecía rápidamente. A principios de los 1830s el consumo de alcohol por habitante había subido a 44 cuartos por año, una cifra alarmante. El país iba rezagándose en todos los otros problemas. Fue de esta situación que Suecia protagonizó en el último cuarto del Siglo XIX uno de los milagros económicos y sociales más espectaculares y menos comentados de la historia.

Las acciones que llevaron a este milagro fueron coordinadas de una manera muy racional y eficiente, tan eficiente que el país pasó en una cuantas décadas al final del Siglo XIX de ser uno de los países menos desarrollados de Europa a uno de los más ricos y civilizados del mundo. Esto en sí es maravilloso.

Más maravilloso aún es que este proceso no se originó del gobierno sino de la población en general, que fue la que se organizó para resolver sus problemas, usando al gobierno cuando fue indispensable, pero basándose primordialmente en acciones privadas.

Para resolver el problema del alcoholismo los suecos organizaron sociedades de temperancia. Para 1847 había 420 sociedades con 100,000 miembros; para 1910, había 2,340 sociedades con 460,000 miembros. Ya para fines de los 1840s el consumo anual de alcohol había bajado a cuatro cuartos por habitante, una décima parte de lo que había sido veinte años antes. Los ciudadanos también se organizaron privadamente para crear la Sociedad de Viviendas de Estocolmo, que se dedicó a resolver el problema de la vivienda en dicha ciudad. En los años subsiguientes sociedades similares se crearon para resolver el problema en otras ciudades.

La contribución más importante para la solución de estos problemas fue la de Thrusten Rudenschold y P. A. Siljestrom, que promovieron la idea de que la base de cada comunicad tenía que ser la escuela, y que desarrollaron modelos de escuelas basados en conocimientos prácticos y valores que luego fueron adoptados en todo el país. Con sus esfuerzos lograron que el Parlamento pasara el Acta de Educación de 1842, que requería que cada parroquia creara una escuela, manejada por un rector electo por los vecinos (como Educo en El Salvador) y cada cierto número de parroquias universidades y otros centros de educación superior. Los fondos los tenían que poner las parroquias mismas—es decir, por los ciudadanos.

La velocidad con la que reaccionaron las parroquias convirtieron a Suecia en una sociedad organizada alrededor del aprendizaje. Esto generó un ambiente ideal para la creatividad. El progreso de Suecia estuvo asociado con las vidas de grandes inventores y empresarios, que se hicieron inmensamente ricos al promover el crecimiento de su país. Estos incluyeron a Alfred Nobel (inventor de la dinamita, industrias químicas, creador de los premios Nóbel); Gustaf de Laval (inventor del separador de crema, fundador de la enormemente exitosa empresa Alfa-Laval de maquinaria agrícola e ingeniería en general); Lars Magnus Ericsson (inventor del refrigerador, fundador de Electrolux); Alexander Lagerman (inventor de máquinas para producir fósforos); y Sven Wingquist (inventor de los rodamientos de bolas modernos, fundador de SKF). En el Siglo XX, estas empresas se complementaron con otras, también conocidas mundialmente, como Volvo, Skania y Saab en automóviles, camiones y aeroplanos, así como en muchas áreas de ingeniería avanzada. Sobre la base de los conocimientos y la creatividad de estas y otras empresas, las exportaciones suecas crecieron muy por encima de lo que podría esperarse de un país pequeño en población como es Suecia. Los pobres campesinos sin tierra se convirtieron en prósperos trabajadores urbanos.

Eventualmente Suecia transfirió al estado la obligación de invertir en los ciudadanos. Pero esto fue cuando el país ya se había desarrollado. Y nunca cortó la creatividad de las empresas privadas, que son la base de la economía sueca hasta ahora. Como en todos los casos de éxito, el desarrollo de Suecia fue un triunfo no de su gobierno, sino de sus ciudadanos que supieron diagnosticar sus problemas y resolverlos decididamente. Esto es lo que nosotros tenemos que hacer—no esperar al gobierno, sino actuar para resolver nuestros problemas.

Este artículo fue publicado originamente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 25 de abril de 2008.