Socialismo al estilo estadounidense

James Dorn indica que "una de las consecuencias no intencionadas de la estrategia de desarrollo de China ha sido ayudar a promover el gasto excesivo del gobierno estadounidense".

Por James A. Dorn

Casi al final de su periodo, el Presidente estadounidense George W. Bush dijo: “Estoy abandonando los principios de libre mercado para rescatar el sistema de libre mercado”. Pero antes de eso ya había aumentado considerablemente el tamaño y la envergadura del gobierno federal. Su último acto fue el de rescatar a General Motors y Chrysler. Esa estrategia continúa claramente bajo el Presidente Barack Obama y la mayoría demócrata en el congreso.

El gasto federal en el año fiscal 2009 se acercará al 28 por ciento del producto interno bruto y el déficit presupuestario estadounidense se espera que llegue a alrededor de $2 billones, o alrededor de 13 por ciento del PIB. Durante la próxima década el gobierno estadounidense emitirá aproximadamente $10 billones de nueva deuda para cubrir sus gastos planificados en programas, por encima y más allá, de la recaudación por impuestos prevista.

Lo malo del estímulo fiscal es que alguien debe pagarlo. Inglaterra está aprendiendo esa lección con el reciente anuncio de que su calificación de crédito de triple A podría ser reducida a menos que la tendencia de gastar de su gobierno sea revertida. EE.UU. está en una posición ligeramente mejor pero la considerable expansión del gasto deficitario de EE.UU., la decisión de la Reserva Federal de monetizar la deuda federal y los billones de dólares en promesas no financiadas por parte del Seguro Social y Medicare, constituyen un peligro para aquellos que han depositado su confianza en la deuda soberana estadounidense.

Pocos dudan que existe una burbuja en el mercado de la deuda del gobierno estadounidense. Mientras que los intereses aumentan, lo cual deben hacer mientras que se empieza a recuperar la economía y la Reserva Federal encoja su hoja de balance vendiendo activos, el valor de los bonos de la Tesorería caerán.

Aunque hay poco riesgo de que el gobierno estadounidense no cumpla con sus obligaciones, hay una probabilidad mucho mayor de que el costo de financiar una deuda nueva y masiva a lo largo de la próxima década impondrá una carga todavía mayor por sobre el presupuesto federal conforme las tasas vayan subiendo.

Si el congreso presiona a la Reserva Federal para que mantenga las tasas a largo plazo bajas, para ayudar a financiar el gasto deficitario, los mercados podrían empujar hacia arriba las tasas de intereses nominales para reflejar la prevista inflación más alta. El anuncio de la Reserva Federal de que comprará bonos a largo plazo del gobierno—bajo su política de “facilitamiento cuantitativo”—despierta dudas acerca de su compromiso con la estabilidad de precios frente a una recesión prolongada.

Luego de la recesión de 2001, la Reserva Federal mantuvo las tasas de intereses demasiado bajas por demasiado tiempo. El crédito barato fue absorbido por el mercado de bienes raíces, el cual fue alentado por las empresas patrocinadas por el gobierno—diseñadas para fomentar la difusión de crédito para vivienda.

Es esencial para el crecimiento económico y la estabilidad de EE.UU. que la Reserva Federal no ceda ante la presión política para anclar las tasas a largo plazo y para ayudar a financiar los déficits fiscales mediante la impresora de billetes. La deuda pública de EE.UU. ahora es de $7 billones, o cerca de 47 por ciento del PIB. Se espera que esa cifra llegue a 77 por ciento para 2013. Si la deuda inter-gubernamental es incluida (por ejemplo, los bonos del fideicomiso del Seguro Social), la deuda bruta nacional es de alrededor de $11 billones hoy y será más del doble en una década. Si los déficits proyectados en seguridad social y Medicare son incluidos, el total de la deuda soberana estadounidense, explícita e implícita, excede por mucho el 100 por ciento del PIB y continuará creciendo en el futuro—a menos que se de una reforma fundamental.

Por lo tanto, no debería sorprendernos que China, el principal tenedor de bonos de la Tesorería de EE.UU., esté empezando a preocuparse acerca de los beneficios de acumular alrededor de $800.000 millones de deuda del gobierno estadounidense. Es irónico que una de las consecuencias no deseadas de la estrategia de desarrollo de China ha sido ayudar a promover el gasto excesivo del gobierno estadounidense. Las conversaciones alrededor de China ahora se han desplazado de discutir el “capitalismo con características chinas” hacia el “socialismo con características estadounidenses”.

Eventualmente, China se beneficiaría de mercados de capitales más abiertos y de un tipo de cambio flotante, junto con tasas de intereses determinadas por el mercado y un banco central más independiente y con el objetivo de mantener la estabilidad de precios a largo plazo. La acumulación oficial de reservas en dólares en ese entonces podría acabarse—y, con eso, la política indirecta de promover el crecimiento del gobierno estadounidense. Eso sería una buena noticia para la estabilidad y la prosperidad a futuro tanto en China como en EE.UU.