Sobre la supuesta superioridad moral del socialismo
Hana Fischer considera que "Si lo observamos desde el ángulo político, el rasgo definitorio del socialismo es la violencia. Es decir, el uso de la fuerza, ya sea física o legal. ¿Por qué ocurre eso? Porque ese sistema pretende modificar la naturaleza propia del hombre".
Por Hana Fischer
Los defensores del socialismo suelen presentarlo bajo un ropaje moral. Su argumentación primordial es la siguiente: La superioridad del socialismo frente al liberalismo reside, en que bajo ese sistema se castiga “la persecución del lucro”. Es decir, oponen la “generosidad desinteresada” —que supuestamente caracterizaría al colectivismo— a lo que ellos denominan peyorativamente el “egoísmo” de los agentes privados, cuando cada uno puede perseguir sus propios fines en un ámbito de libertad.
Los socialistas se ven forzados a recurrir a ese tipo de premisas, ya que la evidencia histórica es contundente al mostrar la supremacía del liberalismo en todos los planos. En el económico, la competencia en mercados libres es la razón por la cual los productos y servicios son cada vez más novedosos, baratos y de calidad. Desde el punto de vista humano, basta con comparar la atención recibida en un shopping con el trato recibido en cualquier oficina pública. Esa diferencia es muy relevante, ya que uno de los rasgos más característicos del socialismo es la proliferación exorbitante de los trámites que el ciudadano medio se ve obligado a realizar. En consecuencia, la desconsideración en las relaciones interpersonales es la realidad cotidiana a la que se ve sometido Juan Pueblo. Ergo, esa sociedad paulatinamente se va deshumanizando.
Si lo observamos desde el ángulo político, el rasgo definitorio del socialismo es la violencia. Es decir, el uso de la fuerza, ya sea física o legal. ¿Por qué ocurre eso? Porque ese sistema pretende modificar la naturaleza propia del hombre. Es por esa razón que continuamente se refieren al “Hombre Nuevo”, que supuestamente sería lo más parecido a un ángel que existe. Pero como es obvio, trasmutar bajo coacción a un sujeto en un ser celestial, requiere de tratamientos brutales. El film “La naranja mecánica” de Stanley Kubrick, es un buen ejemplo de lo que significaría en los hechos ese intento.
Los socialistas suelen denominar “egoísmo”, lo que en rigor es la búsqueda de mejorar nuestra propia condición y la de nuestras familias. Y eso se puede lograr de dos modos opuestos: mediante el trabajo persistente y honesto; o, viviendo a costa de otras personas.
El liberalismo toma al ser humano tal como es. Tiene en cuenta de que el hombre solo se mueve cuando considera que va a obtener algo bueno de ello. Desde esa óptica, el “lucro” es la retribución por nuestros esfuerzos cuando han sido bien empleados. Por lo tanto “lucra” el empresario, pero también el empleado cuando recibe su sueldo. Es tan injusto —y por tanto inmoral— retener los haberes generados por un asalariado, como pretender quitarle al emprendedor los frutos de sus desvelos.
En cambio, cuando el camino para prosperar en base al esfuerzo personal está vedado por barreras legales, entonces, ese sano impulso se encauza tortuosamente. Condenar el “lucro” en la actividad empresarial significa entronar las prácticas inmorales. Eso es así porque en vez de enriquecernos sirviendo a nuestra comunidad con servicios o bienes que ellos aprecian, se procura conquistar el poder político para expoliar al resto de la población.
La verdad es que los gobernantes socialistas destruyen a sus países, mientras proclaman a los cuatro vientos que son movidos por las más nobles intenciones. Veamos un par de ejemplos que prueban lo que estamos afirmando:
Los hermanos Castro desde hace más de cincuenta años que gobiernan en forma ininterrumpida a Cuba. Cuando se apoderaron del poder en 1959, la “Perla del Caribe” ostentaba el título de ser la mayor exportadora mundial de azúcar de caña. Producía 5.409.600 toneladas anuales. Actualmente produce alrededor de 1.400.000, razón por la cual, debe importar azúcar. En 1959 producía el 80% de los alimentos que consumía, y era el principal abastecedor de vegetales de EE.UU. Hoy en día debe comprar en el exterior el 84% de los bienes básicos que necesita. En 1886 se abolió la esclavitud en Cuba. En el presente, los hermanos Castro consideran a los cubanos como mano de obra esclava. Eso queda demostrado al comprobar, que el Estado es prácticamente el único empleador, quien fija los salarios a su arbitrio. Las pocas empresas extranjeras que operan en la isla no les pagan directamente a sus empleados, sino que le dan el dinero de los sueldos al gobierno. Éste retiene la mayor parte y sólo entrega a los trabajadores una parte muy pequeña. Otro tanto sucede con los médicos que los Castro mandan a trabajar fuera de fronteras.
Por su parte Hugo Chávez obtuvo el gobierno de Venezuela en 1999. En consecuencia, lo que hoy se denomina “chavismo” gobierna desde hace quince años. En tan poco tiempo el daño producido a esa nación ha sido mayúsculo. Llevó a cotas escandalosas los problemas de antaño, como por ejemplo la inseguridad o la corrupción. Y, simultáneamente, arruinó lo que marchaba bien. Concretamente, a la producción petrolera. En la década de 1990, Petróleos de Venezuela (PDVSA) y sus socios extranjeros bombeaban alrededor de tres millones de barriles diarios de petróleo de los yacimientos venezolanos. Dentro de la OPEP, era el tercer mayor exportador. El proyecto de PDVSA era aumentar paulatinamente su producción a unos ocho millones de barriles diarios, lo que habría ubicado a Venezuela a la par de los gigantes exportadores de crudo, o sea Rusia y Arabia Saudita. Hoy su producción se sitúa en unos 2,4 millones de barriles diarios .O sea, produce 25% menos que cuando Chávez asumió el poder. En 1999 Venezuela exportaba gasolina; actualmente debe importarla de EE.UU.
Lo más cínico de todo es, que mientras estos personajes condenan el “lucro”, ellos, sus familiares y acólitos se enriquecen en forma impúdica. A Fidel Castro la revista Forbes —que anualmente publica la lista de los gobernantes más ricos del planeta— lo ubica en séptimo lugar con una fortuna estimada de 900 millones de dólares. Con respecto a los chavistas más destacados, sus mansiones en EE.UU. no le envidian nada a la que poseen las estrellas de Hollywood.
En síntesis, creemos que no es exagerado el sostener que el socialismo es un productor de miseria, considerándolo tanto desde el punto de vista material como en el espiritual.