Sobre el alza del precio de la gasolina
Macario Schettino considera que el alza de la gasolina se debe a la perenne ineficiencia de Pemex.
Muy feliz año, aunque haya que empezar revisando la gran mala noticia con que inicia 2017: el alza de precios de la gasolina.
Durante el siglo XX, la economía mexicana se manejó como un apéndice del sistema político, que la usaba para dos cosas: una, comprar clientelas; dos, enriquecer a la clase política y a sus amigos. Es lo que ahora se conoce como “capitalismo de compinches” (crony capitalism). Esta forma de manejar la economía produce serias ineficiencias, que tarde o temprano hay que pagar, y a precio muy elevado. El sistema logró esconderlas de dos maneras. La primera fue utilizando una forma de crecimiento que agota recursos. Eso se hizo desde 1940 hasta 1965, porque hasta ahí se pudo. Esos años son los que celebran como el “desarrollo estabilizador”, pero que en realidad consistieron en ocupar todo el terreno sembrable, mover a la población a ciudades para trabajar por bajos salarios, subsidiar alimentos en las ciudades para que esos salarios parecieran razonables, cerrar las fronteras para tener clientelas cautivas, y algunas otras cosas. Puesto que veníamos de 30 años de no crecer (el PIB per cápita de México de 1939 es igual al de 1910), este mecanismo dio resultado: se crecía, no había inflación y los verdaderos pobres no se veían. Unos vivían en los cerros y otros en ciudades perdidas.
Agotamos los recursos hacia 1965, y ya no se pudo seguir con el mismo mecanismo. Entonces entramos en el endeudamiento, que permitió fingir crecimiento por otros 15 años. En ese lapso, las ciudades perdidas se convirtieron en cinturones de miseria, la ineficiencia productiva se hizo todavía peor, y se compró a una nueva clientela política: la clase media. Después de 1968, el gobierno quiso borrar su sentimiento de culpa y ganarse esa nueva clientela abriendo universidades, contratando burócratas y creando centenares de empresas e institutos públicos, todos deficitarios. La quiebra ocurrió en 1982.
Desde entonces hemos ido limpiando el mugrero, pero no hemos acabado. Primero se acabaron los precios controlados y subsidios generales; se cerraron empresas inútiles; se vendieron las que podían venderse, y todo eso se hizo como antes: entre cuates. Algunos miembros de la vieja oligarquía lograron sobrevivir, otros no, pero el capitalismo de compinches siguió vigente por mucho tiempo. Apenas las reformas estructurales de 2013 han empezado a golpear a los seudoempresarios, y el problema se ha concentrado ahora en el presupuesto público, es decir, en la corrupción. Es la tarea que tenemos enfrente.
Entre tanto que hay que limpiar, Pemex había logrado sobrevivir. Ya no. Pemex ha sido ineficiente siempre, aunque los defensores del viejo sistema político (en alguno de los varios partidos, medios, universidades, etcétera) seguirán diciendo siempre que el problema no era de la empresa, sino de alguien más: Hacienda, los funcionarios, el imperialismo o lo que usted guste. Para quienes creen que Hacienda ha exprimido a Pemex, hace tres años publiqué algunas cifras que muestran que no estamos lejos del promedio mundial en términos de cobro de renta petrolera.
Pemex fue siempre ineficiente, y desde 1965 ya no podía siquiera cubrir la demanda interna de energía, que entonces era bastante limitada. Lo salvó Cantarell, el segundo manto petrolero más grande del mundo. Nos acabamos Cantarell, sin corregir nada. Desde 2004, la producción de petróleo en México cae, y sólo en años de alto precio logra Pemex salir sin déficit (como en 2006-2008).
Pero recuerde que la idea era comprar clientelas políticas, y eso se hacía con los precios de energéticos. La clase media chilla cuando le cobran. Pues en eso estamos.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 2 de enero de 2017.