Secuestradores equivocados
Carlos Rodríguez Braun reseña la obra “Los secuestradores del lago Chiemsee” en la que dos ancianos optan por tomarse la justicia en sus manos.
Escrita por Alberto Iglesias, dirigida por Mario Gas, e interpretada por el mismo Iglesias y un grupo de notables actores, “Los secuestradores del lago Chiemsee” recrea una historia real que terminó en Baviera en 2010, cuando cuatro jubilados fueron condenados por haber secuestrado y maltratado a su asesor financiero. Como escribió Raúl Losánez en La Razón, el objetivo de los secuestradores era “que les devolviera los 2,4 millones de euros que habían perdido en inversiones después de seguir sus consejos”. Los tribunales desoyeron sus denuncias, y los ancianos optaron por tomarse la justicia por su mano.
Todo secuestrador debe lógicamente ser considerado culpable por los jueces. Pero resulta que no, que debemos aprender otra lección, que resumió así el director: “Hay una indagación en el medio social y neoliberal en que se desenvuelve ese grupo y en el que nos desenvolvemos todos; un medio en el que la supervivencia, la traición y la pérdida de valores están a la orden del día”. El autor declaró que a veces el delincuente es la víctima: “¿Quién ha cometido el delito? ¿El secuestrador o el secuestrado? No es sencillo equilibrar la balanza de la justicia cuando son los sueños, el futuro y la dignidad de las personas los objetos del litigio”.
Ignoro los pormenores del caso en el mundo real, pero en el teatro la clave es que no resulta evidente que el asesor sea un ladrón. Y, sin embargo, el progresismo se puso estupendo hablando de “un robo”, o de “el vertedero del mercado”, e incluso desbarrando con el viejo camelo de que “el gran capital nunca pierde”.
En el teatro lo que se ve, y evidentemente fascinó a director y autor, es que hay gente que pierde dinero en sus inversiones, y eso les parece que evidentemente tiene que ser una estafa por culpa del mercado neoliberal. Pero los secuestradores de la obra están equivocados, y dramaturgo y director también, porque la clave de la sociedad de mujeres y hombres libres es la propiedad privada, no su valor. Si hay una crisis, mis activos pueden devaluarse mucho sin que nadie me robe, salvo, claro está, que pensemos en que las políticas de los Gobiernos inflan burbujas financieras. Pero de eso poco habrá visto usted en el teatro, ni en ninguna otra parte.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 23 de abril de 2022.