Se acaba el TLCAN
Macario Schettino considera que aunque es muy poco probable que el senado ratifique la potencial decisión de Trump de salirse del TLCAN, pero que hasta que eso se de transcurrirá tiempo durante el cual la mala idea de Trump causará serias dificultades.
Usted ya está al tanto de cuánto ha crecido la posibilidad de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) llegue a su fin. Desde su campaña, Donald Trump ha insistido en que se trata del peor tratado negociado en la historia de la humanidad. No tengo que aclarar que el señor Trump no tiene la más remota idea al respecto, y que sólo se trató de un slogan para ganar votos que, sin embargo, le es muy fácil porque, como muchos, Trump está convencido de que el comercio internacional es una amenaza. El mundo entero es una amenaza, por eso hay que construir muros, terminar acuerdos y bombardear a quien se pueda.
Pero es presidente de EE.UU., algo que ese país lamentará por mucho tiempo. Está en sus facultades proponer la renegociación del TLCAN e incluso su denuncia (así se le llama a la salida de una de las partes del acuerdo). No puede el presidente de ese país imponer ni un acuerdo ni la salida, porque eso es facultad del Senado. Esto es importante no olvidarlo, porque si en los próximos días el señor Trump decide que EE.UU. se sale del TLCAN, tanto México como Canadá, así como gobernadores, senadores y empresarios estadounidenses podrán promover un recurso para que el Senado deba ratificar esa decisión presidencial. Es muy probable que el Senado no lo haga y el Tratado se quede como está hoy.
Pero el tiempo que transcurra antes de confirmar que la pésima idea de Trump no culminará va a causar serias dificultades. Recuerde que deben pasar seis meses de la denuncia del TLCAN a la salida en firme de la parte denunciante. En esos seis meses, todo sigue 'igual', pero todos se preparan para dicha salida. Digamos que ese es el tiempo de la incertidumbre máxima, que debe reflejarse en decisiones de miles de participantes, desde empresas hasta funcionarios de aduana.
Creo que el impacto más notorio en ese tiempo lo veremos en el tipo de cambio. Cuando ocurrieron las primeras dos rondas de negociaciones, que fueron muy tranquilas, el dólar se mantuvo estable. El 16 de agosto, que inició la primera, estaba en 17,81 pesos. El 6 de septiembre, al término de la segunda, estaba en 17,88, prácticamente lo mismo que al inicio de la tercera ronda, el 23 de septiembre (cuatro días después del terremoto, por cierto). Al día siguiente del fin de la tercera ronda, el 28 de septiembre, estábamos en 18.22, y arrancamos la semana en 18,70. Casi un peso de ajuste, sólo porque la probabilidad del fin parece crecer.
Los temas que han evidenciado que Trump no quiere negociar, sino salirse, aparecieron en esa ronda: revisiones quinquenales del Tratado y medición de contenido de origen por país, y no por región. Ningún acuerdo comercial puede incluir eso. Pedirlo sólo puede ser resultado de una ignorancia supina (no excluible en el caso actual) o de la intención de reventar las negociaciones.
En caso de que efectivamente el gobierno estadounidense denuncie el Tratado, creo que debemos proceder al recurso mencionado, para exigir que el Senado de ese país ratifique o no la decisión ejecutiva, y cada sector y empresa deberá verificar cómo cambia su situación específica al movernos a las reglas de la OMC. Indudablemente habrá algunos que ganen (pocos) y otros que pierdan (tal vez un poco más). Lo que sin duda ocurrirá es que habrá que rehacer todos los procedimientos en la frontera más transitada y atareada del planeta. Las colas para cruzar habrá que medirlas en días por un buen rato, con un impacto directo en producción que todos lamentaremos.
Eso pasa cuando se elige a un irresponsable e incapaz a la presidencia.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 11 de octubre de 2017.