Sanciones a la India

por Aaron Lukas

Aaron Lukas fue Analista del Cato Institute.

Con motivo de las pruebas nucleares, Estados Unidos impuso una serie de sanciones económicas unilaterales a la India. Tal decisión, obligatoria bajo la ley contra la proliferación de armas atómicas de 1994, le podría costar a este último país varios miles de millones de dólares en ayuda, créditos y garantías de préstamos. Funcionarios en Washington dicen que las medidas harán cojear a la economía india y el Congreso considera extenderlas.

Por Aaron Lukas

Con motivo de las pruebas nucleares, Estados Unidos impuso una serie de sanciones económicas unilaterales a la India. Tal decisión, obligatoria bajo la ley contra la proliferación de armas atómicas de 1994, le podría costar a este último país varios miles de millones de dólares en ayuda, créditos y garantías de préstamos. Funcionarios en Washington dicen que las medidas harán cojear a la economía india y el Congreso considera extenderlas.

Pero sanciones económicas adicionales no resultarán muy efectivas. Las sanciones impuestas por Estados Unidos durante los últimos 30 años han fracasado en la gran mayoría de los casos y seguramente fracasarán también en la India.

Es más, el propósito mismo de imponer sanciones adicionales no está claro. Los líderes de la India ya han manifestado que terminarán con las pruebas y la acumulación de plutonio si se levantan las sanciones y se les permite comprar tecnología nuclear civil a Estados Unidos. Esa es una petición razonable, especialmente debido a que la nación asiática jamás ha exportado tecnología nuclear y de misiles a regímenes que apoyan el terrorismo.

Felizmente, muchas de las medidas dirigidas contra la India no son en realidad sanciones. Por el contrario, simplemente suspenden gastos en ayuda externa y subsidios empresariales.

Los tres tipos de sanciones impuestas son: primero, la suspensión de ayuda, lo cual ahorra a los contribuyentes norteamericanos 142 millones de dólares en el año fiscal 1998. Y la gente de la India más bien se beneficiará a largo plazo, a medida que su gobierno pierde la adicción a la ayuda externa. Durante décadas, la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) y otras agencias multilaterales han ayudado a que crezca el sector público indio a expensas del sector privado. La ayuda directa de Estados Unidos entre 1946 y 1996 totalizó casi 50 mil millones de dólares y el grueso fue a manos del gobierno. A pesar de ello, las reformas económicas en la India han avanzado muy lentamente y más bien han retrocedido en los últimos años.

El economista Peter Boone, de la London School of Economics, confirma el pésimo resultado de la ayuda externa en el mundo en desarrollo. Luego de estudiar los flujos de ayuda externa en más de 95 países, Boone concluye que "casi toda la ayuda va al consumo... sin crear inversiones ni crecimiento, sin beneficiar a los pobres de manera cuantificable en indicadores de desarrollo humano, pero sí aumenta el tamaño del gobierno".

Segundo, las sanciones suspenden créditos y garantías que afectan a algunas empresas de Estados Unidos, pero subsidiar las inversiones privadas en el exterior nunca ha sido una buena idea. Las empresas que quieren al gobierno como socio no se deben sorprender cuando las decisiones se toman entonces en base a la política, más que a lo que conviene en términos económicos.

La suspensión de estos programas más bien impulsará la reforma económica en la India. Las garantías del gobierno de Estados Unidos sólo han logrado que la India no se vea precisada a instrumentalizar un ambiente atractivo para el capital extranjero. Para lograrlo, la India deberá establecer derechos de propiedad inviolables y reglas claras, en vez de contar con arreglos de Washington para evitar tener que hacerlo.

Tercero, las sanciones le prohíben a los bancos norteamericanos prestar a empresas estatales de la India y también prohíben las exportaciones de millones de dólares en tecnología.

Esto sí es preocupante. Además de impedir a los bancos que coloquen el dinero como mejor les parezca, las sanciones paralizan el flujo de dinero necesario para la reestructuración y la privatización. Eso daña a los trabajadores de la India y a los inversionistas estadounidenses, no a los burócratas en Nueva Delhi.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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