¿Salvando a los pobres del desarrollo?

por Aaron Lukas

Aaron Lukas fue Analista del Cato Institute.

Estos son días difíciles para los miembros de sindicatos proteccionistas y globafobos eclécticos que desfilaron a través de las calles de Seattle y chocaron con las barreras policiales en Washington DC el mes pasado. Luego de haber perdido en votaciones seguidas en el Congreso --en temas como las relaciones normales permanentes con China o la mayor libertad de intercambio con Africa, hasta las cuotas de acero importado--, y tras haber fracasado en sus intentos por entorpecer las reuniones del Banco Mundial-FMI del mes pasado, resulta obvio que el "movimiento" anti intercambio no es tan formidable como afirman sus propagandistas.

Por Aaron Lukas

Estos son días difíciles para los miembros de sindicatos proteccionistas y globafobos eclécticos que desfilaron a través de las calles de Seattle y chocaron con las barreras policiales en Washington DC el mes pasado. Luego de haber perdido en votaciones seguidas en el Congreso --en temas como las relaciones normales permanentes con China o la mayor libertad de intercambio con Africa, hasta las cuotas de acero importado--, y tras haber fracasado en sus intentos por entorpecer las reuniones del Banco Mundial-FMI del mes pasado, resulta obvio que el "movimiento" anti intercambio no es tan formidable como afirman sus propagandistas.

El mensaje anti globalización se ha encontrado con oídos sordos en los países en desarrollo. Estos se han resistido a los intentos de aquellos que se autodemnominan "defensores del ambiente" de unir las agendas de laborales y medioambientales al libre comercio. Como decía recientemente, con evidente enojo, un diplomático gabonés al que se le impidió asistir a la reunión de la Organización Mundial del Comercio en Seattle: "Los manifestantes no entienden nada, y están tan alejados de nuestros problemas como lo puede estar un grupo de manifestantes blancos, de clase media en el estado de Washington." El Presidente de México, Ernesto Zedillo, fue todavía más enfático en su condena: "Fuerzas de las extrema izquierda, la extrema derecha, grupos medioambientales, organizaciones comerciales de países en desarrollo y algunos autodenominados representantes de la sociedad civil, se están reuniendo en torno a una meta común: salvar a la gente de los países en desarrollo... del desarrollo."

Los miembros de la cruzada anti comercio dicen representar la voz de los residentes de los países pobres, pero, curiosamente, los trabajodores de esos países no parecen muy seguros de necesitar este tipo de ayuda. Muchos se dan cuenta que la remoción de las barreras al comercio inmediatamente expande el rango de elección de los consumidores y significa una presión a la baja para los precios, con lo que aumenta el valor real del salario de los trabajadores. Algunos han destacado que la inversión extranjera genera más trabajo, producción de nuevas tecnologías, mejoras en infraestructura y que es una fuente de capital para los emprendedores locales. Los hombres de negocios quieren acceso tanto a materias primas más baratas como a mercados más grandes para sus productos. Para la mayoría de la gente, sin embargo, los muchos y variados beneficios de un sistema de intercambio comercial e inversión libre se puede resumir en una sola propuesta bastante atractiva: que la globalización estimula el crecimiento económico y el crecimiento levanta los estándares de vida.

Esa noción de sentido común, es sostenida por numerosos estudios que han encontrado un eslabón entre la libertad de realizar transacciones internacionales y el crecimiento económico. Por ejemplo, un estudio bastante conocido, de Jeffrey Sachs y Andrew Warner, de la Universidad de Harvard , encontró que los países en desarrollo con economías abiertas crecieron en promedio, un 4,5% en las décadas de los setenta y ochenta, mientras que aquellos con economías cerradas o "protegidas", crecieron a una tasa de 0.7% en el mismo período. Otros estudios, como el análisis que llevó acabo la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo en 1998, encontró una diferencia en el crecimiento de dos a uno a favor de las economías abiertas.

Los países en desarrollo que han crecido al promedio de las economías abiertas han ido convergiendo con las economías industrializadas, mientras que sus contrapartes con economías cerradas han tendido a quedar bastante rezagados. No es una sorpresa que la palabra "globalización" no moleste en aquellos países que están sufriendo su ausencia.

Quizás el ejemplo más claro del rápido aumento en el bienestar humano que se hace posible cuando los países en desarrollo adoptan un una esttrategia de desarrollo "hacia afuera", sea Asia del Este. El ingreso per cápita de la región ha crecido a un promedio de 4 a 6% por año desde los años sesenta. Si comparamos estos resultados con lo ocurrido en otros lugares, el resultado es sorprendente. Desde 1960 a 1990 las ocho economías más importantes crecieron alrededor de tres veces más rápido que sus pares de América Latina y el Sur de Asia y cerca de cinco veces más rápido que los países africanos del sur del Sahara. Más aún, la reciente Crisis Asiática habría presentado sólo un obstáculo temporal para estas florecentes economías. Incluso si las crisis hubiese frenado todo progreso económico por cinco años, esas economías habrían tenido un desempeño bastante superior al promedio mundial de las últimas tres décadas.

Los críticos de las comparaciones cruzadas entre países señalan que el aislar los efectos de la liberalización del comercio de otras variables constituye un debilitamiento metodológico, ya que este tipo de reducciones arancelarias generalmente son llevadas a cabo en conjunto con una serie de otras medidas. Sin embargo, hay dos puntos que son claros como el cristal. Primero, existe una relación innegable entre los índices de crecimiento y la libertad económica, que generalmente incluye la libertad de realizar transacciones internacionales. Segundo, en contrario a la visión de las fuerzas anti comercio libre, no existe evidencia alguna que aquellos países que se han aislado de los mercados mundiales prosperaran en el largo plazo.

Los globafobos están del lado equivocado de la historia. En el medio siglo que ha pasado desde la fundación del GATT, la economía mundial ha crecido 6 veces, en parte, porque el intercambio se ha expandido 16 veces. Como lo demuestra Asia del Este, ese crecimiento no lleva necesariamente a la explotación de los trabajadores de los países pobres. Por el contrario, la globalización hace posible que más personas puedan salir más rápidamente de la extrema pobreza con una rapidez nunca antes vista. Este intercambio es y continuará siendo, una mejora medible de las vidas de millones de personas alrededor del mundo.