Ricardo Zuloaga: In memoriam

Alberto Benegas Lynch (h) comenta la vida del venezolano Ricardo Zuloaga, "un personaje de una inteligencia, de una caballerosidad y de una bondad difícil de igualar". Benegas Lynch (h) dice que Zuloaga "luchó denodadamente para contribuir a que [Venezuela] sea un lugar de libertad".

Por Alberto Benegas Lynch (h)

En Caracas, en la tierra que lo vio nacer, en el país por el que luchó denodadamente para contribuir a que sea un lugar de libertad, en donde radicó sus múltiples y ejemplares actividades empresarias, en la Venezuela hoy en manos de un sátrapa a quien tanto combatió, nuestro queridísimo Ricardo Zuloaga dejó de existir, un personaje de una inteligencia, de una caballerosidad y de una bondad difícil de igualar.

Fue un destacado miembro de la Mont Pelerin Society desde 1976 a cuyas reuniones asistía regularmente y participaba con gran solvencia con sus siempre lúcidas opiniones y sabias reflexiones. Financiaba cuanta institución se presentara cuya misión fuera la de estudiar y difundir los valores y principios de la sociedad abierta. Contaba con amigos en todas partes debido a sus permanentes viajes y múltiples afectos.

En los últimos tiempos se lo observaba con gran desazón debido a lo que venía ocurriendo en su país. A pesar de esto, en diciembre último, en Santiago de Chile, nos dijo que no había que darse por vencido y seguir con los esfuerzos en todos los frentes posibles para que “la parodia de democracia en Venezuela se ponga al descubierto y pueda establecerse un sistema liberal que respete los derechos de todos” y manifestó la necesidad que sentía de estar al frente de sus empresas “debido a la responsabilidad que siento para con mis colaboradores de tantos años y los accionistas que confían en la dirección”.

En sus conversaciones ponía en evidencia su notable cultura que incluían conocimientos de aspectos tan variados como la filosofía, la economía y el derecho. Se pronunciaba categóricamente a favor de la competencia, los mercados libres y los gobiernos con poderes limitados a la misión de velar por la igualdad ante la ley en un contexto de respeto a la propiedad y a la consiguiente consideración irrestricta por el fruto del trabajo ajeno. Explicaba la importancia de contar con asociaciones laborales libres y voluntarias y de cámaras empresarias independientes del poder político y mostraba como las demagogias afectan la condición social de todos pero muy especialmente de los más débiles.

En Caracas, en la década de los sesenta, con un grupo de amigos, contribuyó a formar el Instituto de Estudios Económicos y Sociales que contrató a Joaquín Sánchez-Covisa como su director quien se ocupó de publicar la magnífica revista Orientación Económica que contenía artículos de fondo y detallados estudios estadísticos sobre la marcha de la economía venezolana y mundial, revista que circulaba por todo el mundo de habla hispana. Esa entidad organizó memorables seminarios con personalidades invitadas procedentes de muy diversas países y centros de investigación. Este fue el antecedente inmediato de CEDICE que hoy trabaja de modo muy fértil en la misma dirección y que también contaba con el apoyo moral y material de Ricardo Zuloaga.

Nuestro querido amigo no solo constituyó un ejemplo de conducta y de hombría de bien sino que sus modales siempre suaves y amables —aún en la discrepancia— invitaban a establecer un clima de concordia y hacían más atractivo escuchar sus observaciones y críticas de los diversos problemas debatidos. En una muy reciente entrevista televisiva Zuloaga explicó la función empresarial en un mercado abierto como la tarea de riesgo que busca satisfacer las necesidades del consumidor al efecto de obtener ganancias sin subsidios gubernamentales. En esa oportunidad también se detuvo a destacar las cuantiosas inversiones que requiere un puesto de trabajo para lo cual se necesitan marcos institucionales compatibles con la sociedad abierta que respeten los derechos de todos.

La simpatía, la buena voluntad y la alegría de Ricardo era contagiosa y siempre convertía las reuniones a las que asistía en un ámbito de cariño y de inmensa cordialidad. Con razón se ha dicho que “tras un gran hombre hay una gran mujer”, este es el caso de Ricardo que siempre contó con el extraordinario apoyo de Carmen Luisa. Es de esperar que el camino trazado por este valiente sea imitado por las generaciones futuras.

Este artículo también fue publicado en El Universal (Venezuela) el 26 de febrero de 2011.