Retórica populista

Víctor Pavón señala que la retórica populista reaparece durante épocas electorales, en este caso para ofrecer repartir más tierras en lugar de titularizar aquellas que ya han sido repartidas.

Por Víctor Pavón

La retórica populista de congraciarse con ciertos sectores populares sin importar los medios adecuados para mejorar la calidad de vida de la gente, en este caso el sector campesino, sigue siendo práctica común.

Ejemplo de esta retórica se encuentra en la superficie de tierras entregadas por el Estado a los productores de la región Oriental. Ya se repartieron más de 3,5 millones de hectáreas y apenas están tituladas el 40 por ciento. Se carece así de lo más básico e imprescindible para incluir al agricultor al sector formal, de modo a que pueda ser sujeto de crédito a largo plazo por parte de la intermediación financiera, adquiera maquinarias y semillas e invierta en tecnología.

La retórica populista reaparece con fuerza durante los tiempos electorales. Muchos dirigentes buscan congraciarse con ciertos sectores —como los que en este momento desean se les condone sus deudas o subsidie. A la retórica populista no le interesa la lista fidedigna en la que se muestre los destinatarios del dinero público, si son o no sujetos de créditos, en qué destinaron lo percibido y cuál es la situación real financiera, comercial y productiva de los productos que se cultivan.

¿Por qué no se exige la titulación del 60 por ciento de las tierras entregadas y que a la fecha no están registradas a nombre de sus dueños? Los que no tienen sus papeles en regla forman fila en la lista de la clientela a las órdenes de los políticos y candidatos. La informalidad provocada por la ausencia de los derechos de propiedad hace que las personas que tienen capacidad y deseos de trabajar en el sector agro ganadero se encuentren atadas de pies y manos, expuestos a los caprichos de la "buena voluntad" de tal o cual candidato o líder campesino.

La retórica populista opera ofreciendo facilidades para luego vender “soluciones” a su manera. A los aprovechadores y astutos les conviene. No les interesa el futuro de las familias con tal de seguir sentándose en sus respectivos curules y reparticiones estatales. Si en verdad les interesara el bien de los productores campesinos hace rato que ese 60 por ciento de tierras sin títulos no sería tal.

Otra razón que explica el por qué se mantiene el alto porcentaje de tierras sin títulos es debido a la retórica populista de contar con adherentes (supuestos sujetos de derecho agrario) a los que venden o arriendan las derecheras sin la formalidad de la ley, al igual que es una forma de promover las invasiones de tierras para así repartirse alguna suma de dinero.

Por otra parte, la importante cantidad de gente en las casi 2 millones de hectáreas de tierras no tituladas, se encuentran sin los incentivos necesarios para capacitarse, hacer mejoras y elevar la productividad de sus fincas.

El problema de la agricultura familiar campesina, por tanto, no se debe precisamente al bajo nivel para producir más ingresos o a la falta de créditos para que luego unos cuantos que, por cierto, no se sabe si realmente son agricultores o campesinos, soliciten la condonación o subsidios. El tema central está en la ausencia de una política comprometida con asignar derechos de propiedad a las tierras entregadas; política ésta de fondo que a la retórica populista no le interesa llevar a la práctica.