Reseña: John Yoo, el hombre que haría un rey del presidente

Gene Healy reseña el último libro de John Yoo acerca de su teoría de un ejecutivo más fuerte en EE.UU.

Por Gene Healy

John Yoo y Donald J. Trump parecían ser la pareja perfecta desde un principio. Yoo es el académico legal que cree que el presidente puede ordenar que las uñas de los dedos de un prisionero recalcitrante puedan ser removidas y que los testículos de su hijo sean pulverizados si eso es necesario; Trump es el político suficientemente atrevido para insistir que “la tortura funciona” y “hay que eliminar a las familias [de los terroristas]”. Para un entusiasta del poder ejecutivo como Yoo, ¿qué podría no gustarle de Trump? Y seguramente a Trump le convendría un poco de peso académico para sus impulsos autoritarios. 

Aún así algo chistoso sucedió durante la llegada al poder de Trump: Yoo parecía tambalear ante la posibilidad. El nominado del Partido Republicano “me recuerda mucho al Mussolini inicial”, dijo Yoo al Washington Post en octubre de 2016 —de mala forma, esto es. Solo dos semanas después de la inauguración de Trump, Yoo acudió al New York Times para advertir acerca de “un poder ejecutivo fuera de control”. Posteriormente, ese mismo año, a Yoo poco le faltó para pedir la destitución de Trump. 

Pero siempre supimos, sin importar qué tan tortuoso el camino, que Yoo eventualmente encontraría su camino a casa. En las primeras páginas de Defender in Chief: Donald Trump’s Fight for Presidencial Power, Yoo declara, al estilo Penthouse Forum, que el nunca pensó que este tipo de cosa podría pasarle a él. “Si mis amigos me hubiesen dicho el 21 de enero de 2017 que yo escribiría un libro acerca de Donald Trump como un defensor de la Constitución, hubiese cuestionado su sanidad”, escribió. Encontraba el comportamiento personal de Trump repelente y “lo percibía como un populista, incluso como un demagogo, que no se había preparado para las pesadas responsabilidades de la presidencia”. Pero luego nuestro presidente número 45 resultó ser un “firme defensor de nuestro original documento de gobierno” y de la visión gloriosa de los Padres Fundadores de un “poder ejecutivo independiente y vigoroso”.

Defender-in-Chief ya ha le acarreado a Yoo la muy deseada promoción vía tweet por parte de @realDonaldTrump, así que es poco probable que cualquier cosa que escriba aquí afectará mucho sus ventas. Pero vaya qué terrible que es el libro: es un lío vago, turbio, lleno de errores, encima de una tesis espantosamente tonta. Yoo olvida la historia que aprendió en secundaria, anunciando que la Guerra entre México y EE.UU. se inició con un “ataque a las fuerzas de Sam Houston a lo largo del Río Grande” (fuerzas de Zachary Taylor, de hecho; Houston era un senador estadounidense en ese entonces). Él se olvida de la historia que de hecho presenció, declarando que el Presidente Barack Obama “lanzó ataques sobre Siria por su uso de armas químicas” (ehhh…no lo hizo). A través de grandes porciones del libro, Yoo incluso olvida lo que acaba de escribir, como cuando presenta el mismo pesajes del Federalista tres veces en un lapso de siete páginas. Usted tiene la sensación de que con este libro, a diferencia de los Memos de Tortura, su corazón realmente no estaba involucrado.

Respecto de esa tesis: ¿Qué hace al presidente Defensor en Jefe? La respuesta está en el subtítulo del libro: es la “lucha por el poder presidencial”. Usted se gana sus laureles defendiendo los poderes del puesto —genuinos o imaginados— manteniendo así la llama de la “energía del ejecutivo” viva para los presidentes futuros. Trump ampliamente merece ser honrado, argumenta Yoo, porque luchó en contra de una investigación de consejo especial, defendió su prohibición de viajes en las cortes, lanzó bombas sin autorización del congreso —o, como Yoo lo presenta, “se mantuvo firme en defensa del liderazgo tradicional del ejecutivo en asuntos exteriores y en la guerra” — e hizo algunas designaciones judiciales que a Yoo le agradan. 

Es realmente así de fácil: según el juicio de Yoo, incluso el escándalo de Ucrania le gana puntos a Trump como Defensor en Jefe. Ciertamente, el autor concede, el presidente “habría [!] podido tener motivos políticos ulteriores en mente” cuando usó la asistencia militar como arma para instigar una investigación de los Biden. Pero incluso si lo que realmente estaba pasando era un intento nixoniano de arruinar a un enemigo político, Trump también estaba “protegiendo el derecho de futuros presidentes a desarrollar y emprender una política exterior efectiva”.

Solo por ganarle la partida a quienes lo querían destituir, Trump se convirtió en un paladín constitucional para Yoo, superando un ataque que “hubiese deshecho la más importante innovación de la Constitución original: un ejecutivo independiente”. Hace veinte años, Bill Clinton recibió burlas por jactarse luego de ser liberado de cargos que él acababa de “salvar la Constitución de EE.UU.” Pero según el razonamiento de Yoo, ¿dónde está la mentira?

De hecho, es difícil encontrar un presidente moderno que no haya sido un Defensor en Jefe según los estándares que Yoo establece. Todos luchan por los ítems de su agenda en las cortes, ninguno ha estado listo para satisfacer a los consejos especiales o intentos de destitución, todos luchan por dejar su marca en el poder judicial, y, finalmente, cuando están con ánimo de lanzar misiles Tomahawk, muy pocos pueden tomarse la molestia de preguntarle al congreso primero. Así sencillamente opera la presidencia moderna. En las palabras del politólogo William Howell, “la necesidad de adquirir, proteger y expandir el poder está incluido en el puesto de la presidencia en sí, y rápidamente toma control de quien sea que porte el título de Jefe Ejecutivo”. Yoo ha fijado la vara lo suficientemente baja para hacer que todos los presidentes parezcan estar sobre el promedio, pero parece no darse cuenta de este hecho. En párrafos consecutivos, pasará de llamar a Clinton y Obama hipócritas por librar una guerra sin aprobación del congreso hasta celebrar a Trump por sus bombardeos al paso en Siria.

La aplicación inconsistente es el menor de los problemas con la tesis del Defensor en Jefe. Según el pensamiento de Yoo, “la energía en el ejecutivo” es prácticamente el total de la Constitución y un bien en sí misma, no importa para qué sea utilizada. El autor se esfuerza para resaltar su desacuerdo con la hostilidad de Trump hacia la inmigración y con el deseo (en gran medida retórico) de Trump de reducir la participación en el extranjero. Pero al presionar para hacer lo que él quiere, Trump mantiene el poder para que los futuros presidentes hagan lo que quieran, y eso por sí solo hace de él un firme Defensor. Esta es una vara perversa para medir la fidelidad constitucional. 

La presidencia de Trump ha sido una prueba de esfuerzo para las teorías maximalistas del poder presidencial. Incluso las versiones más obtusas de la teoría del ejecutivo unitario, las cuales sostienen que el presidente tiene un derecho irrevocable de dirigir y remover los funcionarios de la rama ejecutiva, presentan amplias oportunidades para cometer travesuras. Con esos poderes, un presidente torcido puede cubrir la corrupción gritando “¡Está despedido!” a los inspectores generales que podrían exponerla, o dirigir a los fiscales federales a proteger a sus compinches y arruinar a sus enemigos. Los esfuerzos de Trump en esta dirección hasta ahora han sido poco sutiles, cuando menos, pero revelan qué tanto se basa este ejercicio del poder en “normas” no ejecutables. El argumento de Alexander Hamilton a favor de “la energía en el ejecutivo” en el Federalista No. 70 dio por sentado que tendríamos un presidente vulnerable a “las restricciones de la opinión pública”, no uno para el cual, como se ha dicho de Trump, “la desvergüenza es un super poder”.   

Yoo difícilmente está ciego ante los errores de carácter de Trump. Él admite que su héroe Hamilton se equivocó terriblemente al predecir que la oficina estaría ocupada de “personajes con una habilidad y virtud preeminente”. En cambio, el desplazamiento durante el siglo 20 hacia la selección “cuasi-plebiscitaria” favorece el tipo de personajes que Hamilton temía: hombres con “talentos para la intriga vulgar y las pequeñas artes de popularidad” —una descripción, Yoo concede, que “no podría haber anticipado la vida pública de Donald Trump en términos más precisos”. Pero si es probable que cada vez más tengamos personas en las que no podemos confiar, ¿podría haber sido imprudente concentrar tanto poder en la presidencia para empezar?

Hamilton también argumentó que la energía en el ejecutivo proveería una “administración constante de las leyes”. Esto es, tal vez, otra área donde el Padre Fundador del billete de $10 podría haber sido mucho más inteligente. Los últimos tres presidentes han asumido una cantidad extraordinaria de poder unilateral para hacer las leyes, como con la reciente decisión de Trump de conjurar $400 por semana en beneficios adicionales a los de desempleo con una sola firma. 

Bajo la tutela de Yoo, Trump parece dispuesto a llevar más allá la gobernabilidad vía teléfono y pluma. El presidente está “considerando en privado una estrategia controversial para actuar sin autoridad legal para instaurar nuevas políticas federales”, reportó Axios en julio, un esquema “altamente influenciado por John Yoo, el abogado que escribió la justificación de la administración de Bush para la simulación de ahogamiento después del 9/11”. La maniobra gira en torno a la decisión reciente de la Corte Suprema en DHS vs. Regents of the University of California, el cual bloquea la reversión por parte de Trump de la Acción Diferida para la llegada de Infantes (DACA, por sus siglas en inglés) de Obama, la cual por sí sola es un posiblemente un uso ilegal del poder ejecutivo. El fallo, lamentó Yoo en National Review, “facilita que los presidentes violen la ley” —y dificulta que sus sucesores deshagan esas violaciones. En cuestión de días, sin embargo, Yoo decidió que Regents era realmente una hoja de ruta para la acción y empezó a urgir a Trump a “convertir en un arma la decisión de DACA” para establecer su propia agenda.  

Un problema con conformar una nueva arma es que no puede mantenerla fuera de las manos de los presidentes futuros, algunos de los cuales seguro tendrán la desvergüenza de Trump combinada con una verdadera aptitud. 

Pero bueno, la ventaja es que la nueva teoría de empoderamiento ejecutivo de Yoo le acarreó una audiencia con el presidente. Luego de su visita a la Oficina Oval en julio, Yoo reportó que Trump “realmente está al corriente de todo”, y, a pesar de que lo usted podría haber escuchado, no del todo “Nixoniano en un búnker, paranoico y oscuro”. Así que tenemos eso a nuestro favor.

Este artículo fue publicado originalmente en Reason (EE.UU.) el 24 de septiembre de 2020.