Reformas tributarias y milagros económicos: Lecciones para Ecuador
Por Alan Reynolds
Los requisitos fundamentales del progreso económico incluyen los siguientes:
- Seguridad de los derechos de propiedad: Los agricultores no sembrarán huertos si temen una confiscación arbitraria de su tierra. Los empresarios e inventores no desarrollarán nuevos productos si no tienen derechos de propiedad tales como patentes, marcas de fábrica y derechos de propiedad intelectual. La propiedad debe ser garantizada mediante un Estado de Derecho predecible contra el robo por parte de organizaciones privadas o del gobierno.
- Estabilidad monetaria: En países plagados por una inflación crónica, es imposible hacer planes y contratos a largo plazo. El horizonte temporal se contrae de años a días, el mercado de los activos deja de funcionar adecuadamente, y las inversiones de capital a largo plazo casi desaparecen.
- Precios de mercado: Los controles de precios y los subsidios distorsionan las señales del mercado que se requieren para asignar la mano de obra y el capital hacia los usos que los consumidores prefieren. Esto es verdad tanto en los precios mínimos (tales como los salarios mínimos) y precios máximos (tales como límites a las tasas de interés).
- Competencia: En una economía competitiva, únicamente sobrevivirán aquellos que producen el producto con mayor valor agregado al menor costo posible. Los monopolios patrocinados por el gobierno, incluyendo empresas de propiedad del gobierno, son notoriamente desperdiciadoras porque no tienen los incentivos para maximizar su valor o disminuir sus gastos. Los aranceles y las cuotas de importación también restringen la competencia, elevan los costos y protegen a los productores ineficientes.
- Un sistema tributario que favorezca el crecimiento económico. El sistema tributario debería proveer al gobierno con ingresos suficientes para cumplir sus objetivos legítimos sin destruir los incentivos para trabajar, ahorrar e invertir.
- De estos cinco fundamentos básicos del crecimiento económico, el último es quizás el más descuidado, especialmente por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, los impuestos son extremadamente importantes--una parte importante de los costos de producción, y del costo de vida. Todas las economías más exitosas en la historia del mundo, sin excepción, han puesto un cuidado muy especial en mantener las tasas tributarias marginales lo más bajas posibles, particularmente en las recompensas al ahorro y a la actividad empresarial.
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La tarea difícil de la política tributaria es elevar los ingresos en forma tal que se cause el menor daño posible a la economía. Eso significa diseñar un sistema tributario que preserve los incentivos individuales para la actividad productiva--incentivos para el empresariado y para trabajar, ahorrar, invertir, aprender, inventar y crear.
La mayor parte de los impuestos introducen una "cuña" entre lo que vale la actividad productiva para los consumidores y lo que en realidad reciben (luego de pagar impuestos) los que suministran la mano de obra y el capital. Así como los impuestos al consumo sobre licor y cigarrillos están diseñados con el propósito de desestimular el uso de esos productos, los impuestos sobre la renta o empresariales deben, en forma similar, desestimular el proceso de creación de riqueza que conduce a un aumento del ingreso. Cuando los impuestos al esfuerzo y al ahorro son altos, se distorsionan las opciones a elegir elecciones en favor de descanso adicional en vez de ingreso adicional, y a favor del consumo inmediato en vez del consumo futuro (ahorro). Como varios "Estados de Bienestar" europeos lo han mostrado, combinar impuestos desmoralizadores con subsidios generosos a la indolencia conduce a una nación a pocos éxitos y a muchos fracasos.
La gente generalmente tiene que producir más para ganar más, excepto en casos de robo o buscadores de rentas especiales (ofrecer coimas a los políticos para obtener privilegios valiosos). Se deduce entonces que un sistema tributario que penaliza el ingreso adicional penalizará también la producción (por ejemplo, el crecimiento económico).
El gobierno, lo mismo que las empresas, debe competir en la producción del mayor valor al costo más bajo posible. En realidad, el costo del gobierno es a menudo uno de los costos más grandes de hacer negocios, indiferentemente si el costo parece recaer sobre el negocio mismo, o sus clientes, trabajadores o accionistas. Los países en los cuales el costo del gobierno es demasiado alto encontrarán más difícil atraer y retener capital físico, capital financiero y capital humano. Así como los llamados "paraísos fiscales" atraen inversiones e inmigrantes, los países con sistemas tributarios castigadores enfrentan "fuga de capitales" y "fuga de cerebros".
Las altas tasas impositivas a menudo ahuyentan la inversión extranjera y causan que los ahorros nacionales se escapen a otros países. Esto es lo se conoce como "fuga de capitales." Altas tasas tributarias pueden aún ocasionar que mucha de su gente más preparada e industriosa emigre a otros países. Esto es lo que se llama "fuga de cerebros". Las altas tasas tributarias siempre causan que mucha de la economía desaparezca de los ojos del recaudador de impuestos. Este fenómeno tiene diferentes nombres en diferentes países, tales como economía "sombra", "informal" o "sumergida".
Cuando se trata de diseñar un sistema tributario que ayude al crecimiento, hay que tener en cuenta los siguientes puntos:
1. Los impuestos a las "empresas" las pagan los individuos.
Todos los impuestos recaen sobre personas--sobre gente que suministra su mano de obra y capital a la economía formal. No importa, relativamente, que los impuestos sean directos o indirectos, corporativos o personales. El capital y la mano de obra soportan todos los impuestos ya sea en forma de ingresos más bajos o en precios más altos.
Las empresas no son entidades orgánicas que tienen la capacidad de soportar el peso de los impuestos, de la misma forma que no son sus edificios u oficinas las que reciben el impacto del impuesto. Un impuesto sobre las utilidades de la empresa debe ser pagado por quienes invierten en la compañía, los que trabajan en ella o los que compran sus productos.
Además, un impuesto en lo que consumimos es también un impuesto en lo que producimos. El consumo es, por supuesto, el motivo principal de la producción. La razón por la cual trabajamos, invertimos o iniciamos un negocio es para ganar el ingreso necesario para consumir. Aunque un impuesto sobre el consumo puede ser menos hostil al ahorro que un impuesto equivalente sobre todo el ingreso (incluyendo el ingreso que se ahorra y la rentabilidad en ese ahorro), aun los impuestos sobre el consumo desestimulan actividades que producen ingreso imponible.
Lo que importa más es la tasa marginal de todos los impuestos sobre actividades que aumentarían el ingreso, esto es, trabajar más duro, invertir tiempo y dinero en una educación mejor, o ahorrar e invertir en un nuevo negocio. Cuando las altas tasas marginales castigan el ingreso adicional, también castigan la producción adicional. Eso retarda el crecimiento económico. Cuando la economía crece lentamente, las recaudaciones por impuestos también crecen lentamente.
Para medir el peso marginal total, no podemos mirar a un impuesto únicamente. Ecuador tiene un impuesto del 21.5% en la nómina por pagos al Seguro Social, un 25% a la renta, un l2% al IVA, un 0.8% de impuesto al cambiar o depositar cheques, además del ICE y de los aranceles que en algunos casos sobrepasan el 30%. Cualesquiera de estos impuestos, por sí mismos, pueden parecer que no son particularmente desestimulantes. Pero la carga combinada de tales impuestos puede hacer la recaudación de cada uno de ellos extremadamente difícil.
Cuando los impuestos sobre la renta y a la nómina son demasiado altos, desestimulan el trabajo y el ahorro en la economía formal. Cuando los impuestos especiales al consumo, al valor agregado y las tarifas son demasiado altas, desestimulan comprar y vender en la economía formal.
2. Las altas tasas tributarias perjudican el progreso económico sin aumentar la recaudación.
Las tasas tributarias extremadamente altas a menudo rinden menos ingresos que tasas tributarias más bajas, aún en el corto plazo. Así como un arancel prohibitivo no rinde ingresos porque prohibe el comercio, un impuesto casi prohibitivo puede igualmente rendir menos que un impuesto más razonable.
En Turquía, la tasa tributaria más baja sobre la renta personal es 25%, y la más alta es 55%. La recaudación por concepto de estas altas tasas impositivas alcanzó únicamente al 5,3% del PIB en 1995. Francia, con impuestos tan altos como 57%, recaudó únicamente el 6,2% del PIB. Los Estados Unidos, con tasas tributarias mucho más bajas que Francia, recauda el 9,9% del PIB de esta fuente. Nueva Zelanda, donde la tasa impositiva superior es mucho más baja que en los Estados Unidos (33%), el impuesto sobre la renta recauda un 16,6% del PIB. Evidentemente, no podemos asumir que una alta tasa tributaria producirá mayores ingresos.
En los Estados Unidos, desde 1951, las recaudaciones por impuestos federales sobre la renta personal ascendieron a un 10% del ingreso personal cada año (nunca menos que 8,9% y nunca más que el 11,1%), sin importar si la tasa tributaria más alta era 28% o 91%.
Una historia similar puede contarse con respecto a casi cualquier otro impuesto. Las tasas tributarias que exceden un nivel razonable típicamente conducen a una mayor evasión e indolencia, no a un aumento en la recaudación. Países miembros de la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico) con tasas del IVA mayores que el 20%, por ejemplo, recaudan por concepto de ese impuesto una porción del PIB que no es mayor que los países que tienen una tasa de IVA de 13%.
Lo que esto significa es que expresar las recaudaciones por tributos como un porcentaje del PIB es una medida totalmente inadecuada de las distorsiones y desincentivos de un sistema tributario. Los impuestos que causan el mayor daño a la economía rinden a menudo menores ingresos. Impuestos punitivos también mantienen el PIB más pequeño que bajo otras circunstancias, lo cual contribuye adicionalmente a hacer aparecer pequeña la relación entre los ingresos y el PIB.
El problema no es simplemente que las altas tasas impositivas sobre el ingreso o las ventas rinden pocos ingresos inmediatos como una porción del PIB actual. El efecto más importante es dinámico en lugar de estático - es decir, que las altas tasas tributarias retrasan el crecimiento real de las recaudaciones en el tiempo (al retrasar el crecimiento económico). Para demostrar este punto, examinaremos brevemente el papel crítico que las reformas tributarias han jugado en unos pocos "milagros económicos".
MILAGROS ECONOMICOS
Para comprender como la política impositiva puede ayudar u obstaculizar el crecimiento económico, es útil examinar la experiencia de muchos países que emergieron de serios problemas económicos y empezaron períodos de prosperidad sostenida sin inflación (ningún país ha experimentado prosperidad con inflación).
Cada "milagro económico" desde Francia en 1927, Alemania en 1948 y Japón en 1951 ha incluido una reducción sustancial en las más altas tasas marginales de impuestos. Como fue dicho al principio, la política monetaria y comercial son también muy importantes, como lo es la seguridad de los derechos de propiedad y la ausencia de intervención política en los precios y salarios. Pero una característica que todos los milagros económicos tuvieron en común, sin excepción, es bajar las tasas marginales de impuestos.
En la era de la posguerra, los más famosos milagros económicos han sido en Asia, en lugares como Hong Kong y Singapur. En la década pasada, sin embargo, América Latina también ha producido algunos ejemplos fascinantes de países que detuvieron una inflación alta y se embarcaron en un crecimiento económico o relativamente rápido (aunque no necesariamente a prueba de recesiones). Estos milagros modernos no impidieron todas las subsecuentes recesiones regionales o globales, por supuesto, pero mejoraron grandemente las posibilidades a largo plazo de las economías reformadas.
Bolivia
A mediados de 1985, la tasa de inflación boliviana alcanzó el 23.000%. El PIB real había caído dramáticamente cada año desde 1978 hasta 1986. En 1987, sin embargo, la inflación repentinamente cayó por debajo del 15%. Desde entonces, la economía boliviana ha crecido a casi un 4% al año, con una muy poca inflación.
¿Cómo lo hicieron? El impuesto más alto sobre la renta en Bolivia se redujo del 45% a una tasa fija de solo el 10%. Se abolió un impuesto corporativo del 30% que fue reemplazado por un impuesto del 2% sobre el valor neto de las empresas. Se redujeron los aranceles promedio del 80% al 20%. Más de 400 impuestos a las ventas, algunos muy elevados, se combinaron en un impuesto del 10% al valor agregado.
Lo que fue más particular de la reforma boliviana es lo siguiente: si los individuos pueden probar que pagaron el IVA, ellos pueden deducir la cantidad total del ingreso sujeto al impuesto a la renta. Como resultado, los bolivianos empezaron a demandar recibos, para reclamar la deducción de impuestos por concepto del IVA. La economía sumergida repentinamente se volvió visible e imputable. Los recibos de impuestos aumentaron de un 3,5% del PIB en 1984 a un 14,7% en 1986. En efecto, el impuesto a la renta (el cual, como el IVA, se ha elevado desde entonces al 13%) es ahora principalmente un incentivo para estimular a la gente para obtener recibos por los impuestos al valor agregado.
Chile
Chile está considerado actualmente como un milagro económico. Pero en 1973, como ha señalado el economista Sebastián Edwards, "Chile enfrentó condiciones iniciales tan similares como pueden ser a las de Europa Oriental. Chile tuvo una inflación reprimida muy severa [1000%]..... un déficit fiscal [27% del PIB] increíblemente grande y un sector público inmenso en el que operaban todo tipo de empresas públicas y empresas propiedad del gobierno con un nivel muy alto de ineficiencia." Aun para 1983, justo antes de que se iniciaran la mayor parte de las reformas, Chile todavía tenía la deuda externa per capita más alta de América Latina.
En este caso, los impuestos que se cortaron más dramáticamente al principio, no fueron las tasas del impuesto sobre la renta (aunque finalmente también se redujo este), sino los impuestos a la Seguridad Social y los aranceles. En los seis años posteriores a mayo de 1981, los impuestos a la Seguridad Social cayeron del 25% a cero. Chile privatizó el sistema de seguridad social, reemplazándolo con un sistema en el cual los trabajadores deben pagar 10% de sus salarios a su propio fondo mutuo privado, libre de impuestos. El fondo de pensiones privadas ha traído como resultado una tasa de ahorro muy alta, y ha ayudado a desarrollar un moderno mercado de capitales para financiar la expansión de las empresas.
En 1984, también se redujeron las tarifas promedio del 94% al 10%. Las tasas de impuesto a la renta se redujeron en la mayor parte de los niveles de ingreso, particularmente en las tasas superiores. A mediados de los ochenta, la tasa de impuesto marginal en los ingresos de que aquellos que ganaban el doble del promedio del ingreso familiar, era solamente de un 13%. El ahorro se favoreció porque únicamente el ingreso por interés "real" es imponible. La tasa de impuesto a las corporaciones se redujo profundamente, de un 47,5% a un 32,5%. El IVA se bajó del 30% a 18%. Las recaudaciones por impuestos crecieron de 7,8% de PIB a 10,6% inmediatamente después de la primera oleada de reformas tributarias y arancelarias.
Argentina
En 1989, la economía argentina se contrajo en un 6,2%, y la inflación excedióía el 3000%.
En 1991-92, Argentina redujo el impuesto más alto al ingreso de 62% a 30%. Los aranceles sobre bienes de capital se eliminaron completamente y se redujeron a no más del 20% sobre casi todos los otros bienes. Con tasas tributarias y aranceles significativamente más bajos, las recaudaciones del gobierno se elevaron de un 13,1% del PIB en 1988 a 17,7% del PIB en 1992-93. Eso subestima lo que se obtuvo por ingreso porque el PIB real se elevó en un 25% en tres años. En el período comprendido entre los dos primeros trimestres de 1991 y 1994, las recaudaciones del gobierno más que se duplicaron, elevándose de 2.000 millones a 4.200 millones de nuevos pesos (cifra equivalente en d ólares).
Pronto empezó la Argentina a repatriar algunas de las inmensas inversiones que habían escapado al extranjero para evitar impuestos e inflación (alrededor de $600.000 millones), y el país atrajo una considerable inversión extranjera. El resultado fue una entrada muy grande de capital privado--$9.600 millones en 1992 y más de $14.000 millones en 1993. Desafortunadamente, la devaluación mexicana a finales de 1994 hizo que la inversión extranjera huyese de toda la región. Pero la Caja de Conversión de Argentina no devaluó, de manera que (a diferencia de México) Argentina no tuvo que manejar al mismo tiempo tanto la recesión como la inflación de 1995. Durante los doce meses que terminaron en octubre de 1997, la producción industrial de Argentina subió un 12,5%, y la inflación fue cero.
Colombia
En Colombia, las tasas del impuesto sobre la renta individual se redujeron de un 56% en 1983 a un 30% en 1986. Los impuestos a las empresas también se cortaron de un 40% a un 30%. El IVA máximo se redujo más tarde del 25% a 14%. Las recaudaciones por concepto de todos los impuestos se elevaron de un 7.8% del PIB a l2-13% desde finales de los ochenta. Sin embargo, más importante que la porción del PIB real, es que los ingresos reales por impuestos han crecido año tras año por el crecimiento prolongado del PIB real--casi 5% por año en la mayor parte de los años desde 1986.
Perú
En Perú, el PIB real cayó en más del 25% desde 1988 a 1990, y la inflación alcanzó 7.500%. En 1992, la tasa más alta dede impuesto más alta en Perú se redujo del 50% al 30%. La tasa del IVA de cerca de 55% se disminuyó a una tasa única de 18%, y los impuestos especiales al consumo se eliminaron en 1993. Los aranceles se redujeron a un 15% para casi todos los bienes, y 25% para unos pocos bienes. Las recaudaciones por impuestos se elevaron de 6,5% del PIB en 1989 al 10,2% en 1992-93. El crecimiento económico ha sido muy vigoroso a partir de las reformas tributarias de 1992-93 y la inflación moderada.
LECCIONES PARA ECUADOR
En el pasado, los países que rápidamente se recobraron de inflación rápida y de una economía en contracción, como Bolivia, Perú, Chile y Argentina, siempre lo hicieron con la ayuda de políticas monetarias y tributarias diseñadas por sus gobernantes elegidos, no por el FMI.
Ecuador recientemente sufrió su peor depresión desde la década de 1930, combinada con una horrible inflación. El valor real de ingresos tributarios siempre se contrae bajo estas circunstancias, ya que los ingresos de los contribuyentes se deprimen y los gastos del gobierno por intereses se inflan. Los impuestos progresivos a las ganancias típicamente sufren un colapso bajo inflación alta, particularmente si no son indexados adecuadamente. Pero incrementar tasas impositivas durante un período de depresión inflacionaria es la peor receta posible porque agrava la enfermedad subyacente.
La dolarización tiene un gran potencial para reparar la mitad inflacionaria del problema, pero por sí misma hace muy poco para reparar la otra mitad; a saber, el crecimiento económico. Tal como lo señaló años atrás el Premio Nobel Robert Mundell, uno necesita utilizar herramientas distintas para tareas diferentes. La tarea apropiada para la política monetaria es prohibir la inflación. La tarea de la política tributaria es de incentivar el esfuerzo productivo, la inversión y la actividad empresarial.
En 1999, la economía de Ecuador se contrajo en un 8 por ciento–-comparable al famoso colapso de 8 por ciento en la producción estadounidense de 1931. Al igual que el presidente de los Estados Unidos en 1932, Herbert Hoover, el FMI todavía prescribe el desangramiento para curar la anemia económica. A finales de 1999, con una tasa de desempleo cercano al 16%, el FMI presionó al Ecuador a incrementar el IVA del 10% al 15%. Eventualmente, con un estrecho margen, se aprobó un aumento al 12% (luego de un sobrecargo anterior sobre los aranceles de importación). Como se puede predecir, esto tuvo un efecto similar al incremento del IVA en 1998 en el Japón--hizo de una situación mala una peor. Para aplacar al Fondo Monetario el impuesto a la renta de las empresas se incrementó del 15% al 25%, pero en una economía con una contracción del 8% anual, muy pocos negocios tenían utilidades imponibles.
Desesperado por seguir de alguna manera la fórmula de prosperidad por medio de la austeridad del FMI, el gobierno impuso un impuesto de 1% sobre las transacciones financieras en enero de 1999 que reemplazaría al impuesto sobre la renta. El impuesto sobre la renta regresó rápidamente en abril, mientras que el impuesto sobre transacciones financieras se redujo ligeramente a un 0,8%. Aun con esta tasa modestamente más baja, este impuesto contribuyó en buena medida a los problemas del sistema bancario ya que incentivó a las personas a retirar depósitos (por ejemplo, la corrida bancaria de marzo de 1999) y a cambiarse al "colchón bank".
Con una moneda que se hundía, y con la imposición de nuevos tributos en un sistema bancario en crisis, la fuga de capitales privados llegó a un increíble 19% del PIB en 1999, forzando las importaciones a reducirse a la mitad. Cuando una política nueva conduce a resultados tan malos, definitivamente es el momento para considerar descartarla. Hay que darle crédito al gobierno por haber descartado el experimento de febrero de 1999 de tasas de cambio flotantes (que en realidad se hunden). Pero parece que todavía quedan restos de la tentación de adherirse al experimento, igualmente desastroso, de gravar las transacciones financieras, aún si es solamente para no quedar malbien.
A pesar de los problemas éticos y prácticos de gravar a las personas basadas en si son pagadas con cheque o en efectivo, el gobierno dice ahora estar interesado en mantener un impuesto mucho menor (0,2%) sobre las transacciones financieras. La excusa teórica por mantener este impuesto fastidioso es que la invasión de privacidad resultante podría ayudar al cumplimiento del impuesto a la renta y/o el IVA. Eso es muy dudoso. Aún un pequeño impuesto sobre el uso de cheques resulta en un subsidio implícito para la economía informal de utilizar efectivo, donde ocurre la mayor parte de la evasión. Al añadir un incentivo adicional para realizar las transacciones en efectivo en vez de cheques, el impuesto sobre la circulación de cheques aumenta aun más los incentivos para evadir el IVA y/o los impuestos sobre la renta y a la nómina de pagos. Las empresas grandes y los profesionales afluentes - los grupos que probablemente continuarán usando depósitos bancarios y cheques indiferentes al impuesto adicional - también son los blancos más visibles para el cumplimiento tributario de cualquier manera. Finalmente, gravar las transacciones financieras por medio del sistema bancario fue y es una muy mala idea, una que pronto debiera ser descartada.
¿Qué más debería hacer el Ecuador para mejorar su entorno tributario? Existe muy poca evidencia que un IVA mayor del 10% haya sido eficaz en países en vías de desarrollo, incluso en términos estáticos de ingresos (aparte de sus efectos adversos sobre el crecimiento económico). Solamente uno de los "Tigres Asiáticos" tiene un IVA, y es del 10% (Corea del Sur). Sin embargo, el poder de la cartera de dinero del FMI puede ser tentador, por lo que el Ecuador todavía está bajo presión para incrementar el IVA de nuevo.
Si bien se puede argumentar que el IVA es potencialmente menos dañino que un impuesto sobre la renta comparable, cualquier plan para incrementar los impuestos sobre lo que los individuos gastan debiera de ir acompañado de una reducción comparable en la tasa más alta del impuesto sobre la renta o del impuesto a la nómina de pagos. Los únicos nuevos impuestos al valor agregado o adiciones al mismo que han tenido éxito han sido acompañados por grandes recortes en sus máximas tasas de impuesto sobre la renta: El Reino Unido y Nueva Zelanda redujeron sus tasas más altas de impuesto a la renta a la mitad. Los países que simplemente añadieron o incrementaron el IVA sin compensar en recortes en otras tasas impositivas--Canadá y el Japón--experimentaron muchos años de pobre desempeño económico e inestabilidad política.
En el caso de Ecuador, cualquier incremento en el IVA debería ir acompañado por un aumento sustancial en los límites a las fracciones tributarias del impuesto sobre la renta para la categoría del 20-25%, tal como se explica a continuación. De lo contrario, los resultados serán económica y políticamente decepcionantes, por decir lo menos.
Existe evidencia para considerar una simplificación dramática, siguiendo el modelo de Hong Kong, o del inteligente sistema boliviano de tener una tasa fija de IVA deducible de una tasa fija de impuesto sobre la renta (por ejemplo, un IVA de 15% sería mucho más factible si fuera deducible de un impuesto sobre la renta del 15%). Fuera de eso, sin embargo, hay algunas propuestas relativamente modestas que sumadas, podrían significar una gran mejoría.
- Mantener la tasa tributaria más alta del impuesto sobre la renta personal en un 20-25% podría ser competitiva en el cada día más móvil mercado mundial por capital humano, pero sólo si el Ecuador aumenta sustancialmente los límites de las categorías imponibles a las cuales se aplican las tasas impositivas más altas. Aún antes de la última oleada de inflación, los límites de las categorías eran demasiado bajos. Para el final de 1994, por ejemplo, la tasa del impuesto sobre la renta más alta en el Ecuador se aplicaba a todos los ingresos mayores a $5.649, lo cual no es precisamente ser "rico" de acuerdo a estandares mundiales. Ese límite de categoría imponible debería ser multiplicado por lo menos por cinco.
- Lo mejor sería imponer un impuesto a la renta uniforme a todos los negocios, extranjeros o domésticos, grandes o pequeños, corporativos o no. No hay lógica económica para establecer impuestos más altos para las compañías petroleras, ni tampoco para poner impuestos menores a compañías pequeñas, ni otorgar depreciaciones especiales a las compañías mineras solamente. El sistema tributario tiene que ser tan neutral como sea posible, sin favoritismos. La única razón para que haya un impuesto a la renta corporativo es para prevenir que las personas utilicen la formación de compañías para evadir el impuesto sobre la renta personal, por lo cual es deseable mantener la tasa corporativa igual a la tasa mayor individual.
- Todas las inversiones de negocios en planta y equipo deberían ser exentas inmediatamente, tal como ocurre en la minería. Las deducciones que no se utilizan (debido a su escaso beneficio) se trasladan indefinidamente. Esto es particularmente importante luego de un período de alta inflación, la cual ocasiona grandes estragos en los métodos contables de depreciación y utilidades. Esto fortalecería la economía rápidamente.
- El Ecuador establece un impuesto a las ganancias del capital sobre los activos financieros, aun cuando estas ganancias se paguen a los inversionistas extranjeros. Esto desestimula seriamente la inversión extranjera en acciones y bonos ecuatorianos, lo cual de otra manera sería una forma muy deseable de financiar las tan necesitadas importaciones de equipos de alta tecnología y el déficit de cuenta corriente (el cual siempre acompaña a un ciclo favorable de buena inversión). Idealmente no debieran haber impuestos a las ganancias de capital o a los activos que producen ingresos, porque los propietarios de esos activos ya pagan impuesto a la renta personal o corporativa. Como mínimo, nunca debe retenerse el impuesto a las ganancias de capital de los inversionistas extranjeros. Los extranjeros simplemente invertirán en otra parte y Ecuador perderá la experiencia que a menudo viene con el capital extranjero (joint venture capital). Retener impuestos sobre pagos de intereses a los inversionistas extranjeros tampoco es aconsejable, aunque no sea tan riesgoso.
- Limitar los aranceles sobre las importaciones, y anunciar que se bajará el techo en fracciones hasta no más del 10%. Los aranceles significan pocos ingresos para el gobierno, y no tienen ninguna relación con el tamaño del déficit de la cuenta corriente (la cual depende de la brecha entre inversión y ahorro doméstico y no es necesariamente un problema). Los aranceles altas elevan el costo de producción y el costo de la vida, lo que hace al país más pobre. Los aranceles altas también limitan artificialmente la competencia, y promueven el contrabando y la corrupción. Las barreras no arancelarias, tales como las cuotas en las importaciones, son aun peor que los aranceles equivalentes, sin embargo, porque los ingresos provenientes de unos precios artificialmente altos van enteramente a las industrias protegidas, no al Estado.
- El impuesto a la nómina de trabajadores, a un 21,5% de compensación, es un gran obstáculo para el empleo eficiente en la economía formal (la que paga impuestos). Este impuesto eleva el costo de emplear a los empleadores, mientras reduce los incentivos para trabajar entre los empleados. El impuesto se puede evadir trabajando "fuera de los libros", pero eso también implica una pérdida de ingreso por impuesto a la renta (sí se evita un impuesto, no se puede con confianza pagar el otro). Ecuador debe desarrollar alternativas privadas a las pensiones que se financian con impuestos (seguridad social), para evitar que las personas mayores sean demasiado dependientes de los trabajadores más jóvenes. Esto significa permitir que los individuos manejen sus propias cuentas de ahorro--en las cuales se puede acumular el interés, los dividendos, ganancias de capital, etc. sin pagar impuestos. Como lo han demostrado Chile y otros países, estos planes de ahorro también ayudan a desarrollar los mercados de capitales. Mediante el aumento de los ahorros domésticos también ayudan a reducir el déficit en cuenta corriente, y la necesidad de capital extranjero.
CONCLUSIÑ"N
Los economistas de los países industriales más grandes a menudo aconsejan a otros países perseguir políticas que son opuestas a las que ellos aconsejarían en sus propios países, tales como tipos de cambio que se hunden (sinking exchange rates) y elevar sus tasas tributarias.
Una razón para esta inconsistencia paternalista puede ser la opinión común de que el sistema tributario puede y debe redistribuir el ingreso del rico al pobre. Pero los impuestos en la realidad no redistribuyen el ingreso, ellos solo reducen el ingreso para toda la nación, esto es, reducen los incentivos para hacer las actividades que de otra manera resultarían en un ingreso alto y por lo tanto, en impuestos altos. Ningún país se ha hecho rico usando impuestos para prevenir que sus ciudadanos se hagan ricos.
Un estudio de la OCDE encontró que "la evidencia de casi todos los países sugiere que los efectos del sistema tributario como un todo en la distribución del ingreso, son relativamente menores." Los esfuerzos para exigir impuestos con tasas marginales altas en la renta de las inversiones en capital o capital humano, solo hacen que el capital y las habilidades se hagan más escasas y por lo tanto, más valiosas. Esa escasez inducida por los impuestos eleva la renta, antes de pagar impuestos, de los que ya poseen capital o títulos profesionales universitarios. La incidencia verdadera de tasas impositivas escalonadas recae sobre los trabajadores (cuya productividad se inhibe por una relación más baja de capital/trabajo). Y el peso también recae sobre los consumidores (quienes deben pagar honorarios más altos a los profesionales cuyas habilidades son escasas).
Existen límites prácticos sobre cuán alto pueden llegar los impuestos como proporción al PIB--con la excepción quizás de mantener los mismos ingresos y bajando el PIB. Los países con las tasas más altas de impuesto sobre la renta, a la nómina, ventas o importaciones, no recaudan más ingresos que los países que tienen tasas tributarias mucho más bajas. Al efectuar un análisis dinámico--el cual observa el crecimiento de los ingresos reales por concepto de impuestos en el tiempo en lugar de solamente el porcentaje estático del PIB en un año--los países con impuestos altos califican muy mal. Lo que tienen en común todos los países con altos impuestos es poco o ningún crecimiento económico. En consecuencia, sus ingresos por impuestos tampoco crecen.
Puesto que es imposible que los ingresos se mantengan creciendo cada año como un porcentaje del PIB, la única forma de mantener los ingresos creciendo en términos reales es manteniendo el PIB creciendo en términos reales. El impacto más duradero de una política tributaria en el presupuesto es su efecto en la economía son sus efectos en la economía.
Los "milagros económicos" más exitosos del siglo XX siempre evitaron los controles de precios y de salarios, garantizaron convertir una moneda a otra moneda que ofrezca más credibilidad a una tasa de cambio fija (la dolarización va más adelante todavía), y redujeron los aranceles y las tasas impositivas marginales. Cuando se reducen las tasas marginales combinadas de impuesto sobre la renta, nómina y a las ventas, a niveles competitivos internacionales, se han producido los resultados siguientes:
- Un aumento sustancial en la entrada de capitales y por lo tanto, una moneda más fuerte y tipos de interés más bajas;
- Una reducción de la emigración de gente capacitada ("fuga de cerebros") y un aumento en la inversión personal en educación; y,
- Una reducción en la evasión de impuestos; más crecimiento económico y por lo tanto, un aumento en la recaudación real de impuestos de todas las fuentes.
La propuesta diplomática del gobierno ecuatoriano del 4 de abril de 1999 al FMI "asume un crecimiento económico de cero". Si un país se plantea objetivos tan pequeños, con toda seguridad va a obtener resultados pequeños. Con las políticas correctas, las cuales con toda seguridad incluyen un cambio radical en política tributaria, cualquier economía como la ecuatoriana que está emergiendo de varios años de colapso hiperinflacionario debe ser capaz de crecer cerca de 7% al año durante un largo tiempo. Y eso es suficiente para duplicar la producción real y el ingreso en diez años. Por supuesto, que eso no ocurre así no más. Se necesita trabajar duramente. Pero hacer que el trabajo duro pague--después de pagar impuestos--es un buen lugar para empezar.
Artículo preparado para el Instituto Ecuatoriano de Economía Política en Guayaquil.