Recado del BCE

Juan Ramón Rallo dice que si bien el Banco Central Europeo debe preocuparse por la inflación, los gobiernos de la Eurozona también tienen que disminuir sus desequilibrios para desinflar el gasto excesivo y, por derivación, los altos niveles de deuda pública.

Por Juan Ramón Rallo

Suele decirse que la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario. En realidad, cuando la moneda es emitida por el Estado, inevitablemente deviene un fenómeno monetario y fiscal. A saber, emitir una mayor cantidad de unidades monetarias es inflacionista en tanto en cuanto la moneda son pasivos del Estado y una mayor emisión de pasivos deprecia su valor y, por tanto, eleva los precios. Pero, por los mismos motivos, también habrá que decir que, aun cuando no se emitan más unidades monetarias, si la posición de solvencia del Estado se deteriora, también habrá inflación.

De ahí que política fiscal y política monetaria deban ir inevitablemente de la mano para contrarrestar la inflación: no basta con que un banco central trate de evitar crear muchos más euros o muchos más dólares, sino que también los gobiernos han de poner de su parte comprometiéndose a no emitir muchos más bonos. Pero de momento sólo estamos viendo cómo los bancos centrales ponen “algo” de su parte (tarde y mal, pero hay que reconocer que están reaccionando). Los gobiernos, por su lado, siguen con una política fiscal –con un diseño de los presupuestos– como si la inflación no tuviera absolutamente nada que ver con ellos. Acaso por ese motivo, Christine Lagarde, la presidenta del Banco Central Europeo, reiterara ayer una advertencia que ya viene pronunciando desde hace algunos meses: “Tenemos que cumplir nuestro objetivo con disciplina, siendo diligentes y alcanzar la estabilidad de precios, pero necesitamos ir más allá y cooperar unos con otros, entre bancos centrales y también entre las políticas monetarias y fiscales ante la especial coyuntura en la que nos encontramos”.

Es decir, que el Banco Central Europeo tiene que preocuparse por la inflación, pero ésa no es una misión exclusiva del Banco Central Europeo: los gobiernos de la Eurozona también tienen que reducir sus desequilibrios presupuestarios para, por un lado, desinflar el excesivo gasto agregado interno y, por tanto, rebajar los alarmantemente altos niveles de endeudamiento público en todo el Continente. Sólo así la inflación se irá reduciendo sin que el BCE necesite masacrar las economías europeas con subidas mucho más brutales de los tipos de interés. Cuanto menos cooperen los gobiernos, más radicalidad en las subidas de tipos. Y de momento los gobiernos no están cooperando en absoluto: en el caso de nuestro país, seguimos con un diseño presupuestario irresponsable que busca traspasarle una losa de deuda al siguiente Ejecutivo. Pero el BCE ya empieza a indicarnos que debemos parar.

Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 12 de octubre de 2022.