Rebelión en la "granja" chavista

Hana Fischer señala que no deberíamos olvidar que aquellos gobernantes que comienzan asfixiando la libertad de prensa, suelen terminar torturando y matando a personas.

Por Hana Fischer

Sebastián Pérez Pezzani es un periodista uruguayo por nacimiento pero francés por adopción. El 11 de abril fue detenido junto con el fotógrafo Didier Barral en el aeropuerto de Venezuela, por agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin). Ambos trabajan para la agencia francesa de noticias CAPA, y habían estado cubriendo las manifestaciones opositoras tras el intento de golpe de Estado promovido por Nicolás Maduro.

La noticia de su arresto fue dada a conocer por Marco Ruíz —dirigente sindical de la prensa del país caribeño— mediante Twitter. Además, informó que otros colegas también habían sido apresados, entre ellos, el venezolano Yonnathan Guedez.

Desde entonces Pérez está “desaparecido”. Su situación es incierta ya que a su familia las autoridades no le dan información. Su padre declaró que "No tenemos comunicación con él. Estamos preocupados por eso. (...) El teléfono no lo atiende". Del mismo modo, se desconoce qué pasó con el material grabado durante la cobertura, porque no se han brindado detalles de su detención ni hay ninguna acusación en su contra.

Otra periodista acosada por informar fue Elyangélica González, corresponsal de la emisora colombiana Caracol Radio. Ella fue salvajemente agredida por miembros de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) a la entrada del Tribunal Supremo de Justicia, cuando cubría en vivo las protestas de los estudiantes contra el servilismo de esos jueces hacia el dictador Maduro. Las palabras del oficial que la detuvo fueron: “Te detengo porque me da la gana”.

Hay una gran semejanza entre Sebastián Pérez y George Orwell. Ambos son /fueron periodistas, de raigambre socialista, que pusieron la honradez intelectual por encima de la ideología.
Pérez, fue llevado a Francia cuando tenía 6 años de edad por su madre Lyliam Pezzani, quien huía de la dictadura militar uruguaya porque era militante comunista. Desde entonces reside en el país galo. Sin embargo, no dudó en filmar las atrocidades cometidas por el régimen chavista —que se autodefine como “socialismo del siglo XXI”— contra la indefensa población civil, con el objetivo de difundir las imágenes por el mundo entero a modo de denuncia.

Por su parte Orwell sentía simpatía hacia las ideas socialistas, pero eso no le impidió censurar la deriva totalitaria de muchos de sus adeptos. Fue un acérrimo crítico del régimen bolchevique y sentía repugnancia hacia los intelectuales y las personas con “sensibilidad social” que no condenaban el horror en el cual se había transformado, con la excusa de que era “impopular” el hacerlo.
Su obra Rebelión en la granja es una punzante alegoría crítica sobre la revolución rusa y, especialmente, sobre sus líderes Lenin y Stalin. Sin embargo, bien podría aplicarse a la “revolución” de  Hugo Chávez y al gobierno de Maduro su sucesor:

El verraco premiado, el Viejo Mayor Chávez, había tenido un sueño revelador y quiso compartirlo con los demás animales de la granja. Frente a su auditorio proclamó que  "La vida de un animal es sólo miseria y esclavitud; ésta es la pura verdad. ¿Cuál es la razón de todas nuestras desdichas? El Hombre. El hombre es el único enemigo real que tenemos. Haced desaparecer al hombre de la escena y la causa motivadora de nuestra hambre y exceso de trabajo será abolida para siempre”.

“¿No resulta entonces de una claridad meridiana, camaradas, que todos los males de nuestras vidas provienen de la tiranía de los seres humanos? Eliminad tan sólo al Hombre y el producto de nuestro trabajo nos pertenecerá. Casi de la noche a la mañana, nos volveríamos ricos y libres.”

Entusiasmados al ver que alguien aparentemente se preocupaba por ellos, escogieron como líder y guía al verraco Chávez. En aquel momento él les aseguró que “Todos los animales son camaradas”. Sin embargo, casi enseguida diferenció entre “domésticos” y “silvestres”, maltratando a estos últimos tildándolos de “enemigos”.

Por un tiempo pareció que todo iba bien. Sin embargo, los porcinos se iban diferenciando del resto: tenían privilegios, no trabajaban y se tornaron escandalosamente ricos. En cambio los demás estaban peor que antes. Cada vez era más evidente que “todos eran iguales…pero que algunos eran más iguales que otros”. Esa situación provocó que muchos empezaran a manifestar su rechazo al régimen imperante.

A morir imprevistamente el Mayor Chávez, le sucedió en el gobierno Napoleón, un verraco grande, un poco tonto, pero que demostraba que podía ser feroz. Era el único cerdo de raza Berkshire en la granja.

Al tiempo se supo que por iniciativa del Mayor Chávez, habían sido criados en secreto unos 500.000 mastines sanguinarios, encargados de mantener el “orden y la paz”. Napoleón lo difundió ampliamente para que los animalitos —ahora sin hacer diferencia entre “domésticos” y “silvestres”— lo tuvieran muy presente. Especialmente, cuando la amplia mayoría estaba expresando su disconformidad con la forma en que los cerdos estaban administrando la granja…

La terrible situación imperante en Venezuela, no se produjo de la noche a la mañana. Podría haber sido detenida con anterioridad si la comunidad internacional hubiera actuado con entereza moral. Principalmente, los gobernantes latinoamericanos, José Miguel Insulza cuando dirigía la OEA, el Papa Francisco y José “Pepe” Mujica (aprovechando su fama internacional y que era amigo cercano de Chávez y de Maduro).

Debido a lo mencionado es que el prólogo del libro —escrito por el propio Orwell— les calza como anillo al dedo a todos aquellos que por interés, complicidad, omisión o cobardía no levantaron la voz a tiempo, ante las múltiples barbaridades del régimen chavista. Comenzando por la aniquilación de la prensa independiente, que tuvo su punto álgido con la confiscación de Radio Caracas Televisión —la más popular de aquella época— a su legítimo dueño Marcel Granier.

Los pueblos y los individuos nunca deberían olvidar las lecciones de la historia: aquellos gobernantes que comienzan por exterminar a la prensa libre, terminan torturando y aniquilando vidas humanas. El rechazo manifiesto de Chávez hacia ella, era una señal inequívoca de su talante autoritario.

Orwell recalca que “la deshonestidad y la cobardía siempre se pagan. No vayan a creerse que por años y años pueden estar haciendo de serviles propagandistas del régimen soviético (en este caso del chavista) o de otro cualquiera y después pueden volver repentinamente a la honestidad intelectual. Eso es prostitución y nada más que prostitución”.

Los nombrados no han denunciado a la dictadura imperante en Venezuela, porque creían que si lo hacían perjudicaban la causa del progreso. Pero tal como enfatiza Orwell, “Todos los que sostienen esta postura no se dan cuenta de que, al apoyar los métodos totalitarios, llegará un momento en que estos métodos serán usados ‘contra’ ellos y no ‘por’ ellos”.

Hoy son muchas las voces que se alzan contra la persecución de los periodistas y que exigen elecciones limpias en Venezuela. Eso es positivo. Pero cuánto dolor, lágrimas y muertes se hubieran evitado si hubieran reaccionado en forma oportuna.

Este artículo fue publicado originalmente en Panam Post (EE.UU.) el 20 de abril de 2017.