¿Quién mató a la Comunidad Andina?

Por Andrés Mejía-Vergnaud

La Comunidad Andina de Naciones (CAN), que une a Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, está viviendo sus más angustiosos días. El presidente Hugo Chávez anunció, de manera vociferante y con fuertes palabras como es su costumbre, que Venezuela se retira de la CAN y pocos días después se hizo oficial su denuncia del tratado.

Al justificar su decisión, el presidente Chávez culpó a Colombia y a Perú, pues según él, al acordar estos países un TLC con Estados Unidos se dio un golpe mortal a la integración andina. El ministro de Integración de Venezuela, Gustavo Márquez, dijo a la prensa que “Colombia y Perú se vendieron por un plato de lentejas”, que fueron chantajeados por Estados Unidos para negociar el TLC y que de esta manera se quiere “liquidar la Alternativa Bolivariana para las Américas, ALBA”, confuso proyecto que es promovido desde hace varios años por el presidente Chávez. Añadió el citado ministro que, para Colombia y Perú, el TLC no será de gran beneficio, ya que sólo abre posibilidades de exportaciones en sectores básicos como el agrícola. Tal afirmación es absolutamente falsa, pues el TLC traerá grandes ganancias a sectores como la industria y los servicios.

¿Y qué hay de cierto en la afirmación de que fueron Colombia y Perú, con la firma del TLC, quienes dieron a la CAN su sentencia de muerte? En realidad, los verdaderos verdugos de la CAN, y las razones que la hicieron tan vulnerable, deben hallarse en otras partes.

Empecemos con la autocrítica. Los andinos debemos reconocer que, si la CAN está hoy al borde de la muerte, fue porque siempre la mantuvimos muy debilitada. De hecho, para nuestros países debería ser una vergüenza el hecho de que este experimento de integración, que tiene ya más de 30 años, haya sido tan decepcionante en su alcance. Y no es que sus resultados hayan sido malos, sino que han sido muy pocos y muy superficiales. Nuestros países están unidos por la geografía, comparten el mismo idioma y tienen muchos puntos de contactos históricos y culturales. Estos factores habrían permitido la creación de un área de libre comercio dinámica, sin barreras, uniforme y plenamente integrada, algo que la CAN nunca fue en realidad.

En este contexto de pobres resultados, la CAN se hizo muy vulnerable al ataque de su auténtico verdugo: la agenda geopolítica del presidente Chávez.

Cualquiera que haya observado atentamente el desarrollo del proyecto de Chávez, incluso desde antes de que llegara al poder, podría haber previsto el actual desenlace. Chávez tiene una agenda política para la región y es en esa agenda donde nace su oposición al TLC. Esta oposición no tiene ningún fundamento económico. Simplemente, Chávez desea establecer su Venezuela revolucionaria como la potencia regional dominante y debilitar así al más odiado de todos sus enemigos, Estados Unidos. Esta agenda ha sido expresada en un proyecto confuso de integración (ALBA), con el cual se pretende sustituir el libre comercio por una noción de “cooperación bolivariana”, lo cual ignora que el libre comercio es en realidad la forma más efectiva de cooperación.

Tarde o temprano, con o sin TLC, Chávez igual habría atacado a la CAN para tratar de sustituirla por su ALBA. En Venezuela, la economía está totalmente subordinada a la política de la “revolución” y frecuentemente la política económica se utiliza con fines políticos, causando gran perjuicio al comercio con Colombia (recordemos el Control de Cambios).

El aspecto eminentemente político de la decisión de Chávez se hace evidente si se mira en su contexto. El 28 de mayo, Colombia celebrará elecciones presidenciales, para las cuales las encuestas pronostican una victoria aplastante del actual presidente Uribe, quien tiene una visión de la política y la economía diametralmente opuesta a la de Chávez. Uribe es, además, un cercano aliado de Estados Unidos. Al anunciar ahora su salida de la CAN y atacar el TLC, uno de los más importantes proyectos de Uribe, Chávez hace un desesperado intento por influir en la opinión pública colombiana y favorecer a los candidatos de oposición que rechazan el TLC. Pero es improbable que se produzca el efecto que Chávez desea.

De cualquier modo, los países andinos cometerían un suicidio económico si se dejasen atraer al proyecto de Chávez. Las rentas petroleras de ese país no alcanzarán para financiar varias revoluciones y a la vez mantener la de Fidel Castro en Cuba. Es más, incluso con los precios del petróleo en niveles históricos, no le servirán a la propia Venezuela para construir una economía sostenible, como la que se construye sobre la base del comercio y la productividad.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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