¿Quién está matando a los manifestantes en Venezuela?

Mary Anastasia O'Grady indica que "Seis documentos estampados con el sello del Ejército venezolano muestran claramente que desde diciembre 2001, agentes del entonces presidente Hugo Chávez —el mentor de Maduro— buscaron formar una fuerza paramilitar. Más aun, los esfuerzos de reclutamiento se enfocaron en las bases militares con el fin de incorporar personal del Ejército a esta milicia no uniformada".

Por Mary Anastasia O'Grady

Matones chavistas enmascarados, armados y montados en motocicletas —y no la policía o la Guardia Nacional— han infligido el daño más grave sobre los manifestantes en contra del gobierno en Venezuela, según relatos de testigos. La cantidad de víctimas fatales desde el 12 de febrero ha sido de por lo menos 34, con muchos más heridos de gravedad.

El presidente Nicolás Maduro atribuye la violencia a la oposición política, EE.UU. e incluso el ex mandatario colombiano Álvaro Uribe. Los partidarios de Maduro están en las calles, dice, sólo para respaldar al gobierno electo.

Esto siempre ha parecido poco probable. Incluso es más difícil de creer a la luz de nueva evidencia que obtuve la semana pasada. Seis documentos estampados con el sello del Ejército venezolano muestran claramente que desde diciembre 2001, agentes del entonces presidente Hugo Chávez —el mentor de Maduro— buscaron formar una fuerza paramilitar. Más aun, los esfuerzos de reclutamiento se enfocaron en las bases militares con el fin de incorporar personal del Ejército a esta milicia no uniformada. En otras palabras, el gobierno de Chávez buscaba profesionales entrenados que pudieran portar armas.

Miguel Rodríguez Torres, en aquel entonces teniente coronel, fue uno de los reclutadores, según un documento. Rodríguez es hoy el ministro de Interior de Venezuela, el funcionario a cargo de la seguridad estatal. La misión del Ministerio para Relaciones Interiores, Justicia y Paz incluye apoyar a "las organizaciones de base popular". Eso incluiría los Círculos Bolivarianos del país, que están basados en los Comités de Defensa de la Revolución de Fidel Castro.

Los Círculos Bolivarianos son en apariencia grupos comunitarios con conciencia cívica. No obstante, la violencia chavista en las calles es ejercida por civiles organizados, entrenados y bien armados, otro aspecto del modelo cubano. Si apuntan bien sus armas, ya sabemos por qué.

En las últimas semanas, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, y la presidenta chilena, Michelle Bachelet, han defendido firmemente la legitimidad del gobierno de Maduro. ¿Acaso creen que los gobiernos que tratan de organizar escuadrones de la muerte clasifican como democracias?

Los documentos que tengo muestran que el 3 de febrero de 2002, el comandante de la Reserva del Ejército escribió al segundo al mando del ejército, el general José Félix Ruiz Guzmán, para informarle que Rodríguez Torres y otro teniente coronel habían visitado su cuartel en diciembre. Estos dos oficiales pidieron que la Reserva del Ejército proveyera personal para ser adoctrinados en los Círculos Bolivarianos con el fin de aumentar sus tropas.

En su carta al general, el comandante de la Reserva señaló que dado que los Círculos Bolivarianos eran de índole "estrictamente política", la vinculación del Ejército con ellos iría en contra de las regulaciones. Solicitó directrices del cuartel general. Ruiz Guzmán respondió citando el Artículo 328 de la Constitución, que prohíbe el involucramiento militar en la política: "En el cumplimiento de sus funciones, (la Fuerza Armada Nacional) está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna".

Los documentos sugieren que a Ruiz Guzmán lo inquietaban los crecientes intentos por reclutar tropas de parte de los activistas bolivarianos que ya estaban en las fuerzas armadas. El 22 de enero de 2002, Ruiz Guzmán había ordenado al comandante de Fuerte Tiuna (la mayor instalación militar de Caracas) a tomar medidas para evitar que los autobuses que transportaban a activistas políticos estacionaran en las cercanías del fuerte. Mientras el entonces presidente Chávez se preparaba para celebrar el décimo aniversario de su fallido golpe de estado, Ruiz Guzmán volvió a tratar el tema del activismo político en la base. El 1 de febrero, ordenó al oficial al mando de Fuerte Tiuna restringir el acceso a vehículos que llevaban a personal no militar que fuera identificable como seguidores de cualquier partido político. Le recordó a su subordinado sus obligaciones constitucionales de quedarse al margen de la política.

Los documentos muestran que desde un comienzo Chávez tenía un programa activo para corromper y politizar las fuerzas armadas y formar un cuerpo paramilitar dentro de los Círculos Bolivarianos. El actual ministro de Interior fue uno de los líderes. Hoy en día, francotiradores organizados y hombres armados en motos recorren las calles y matan con impunidad. ¿Y se supone que creamos que no hay un vínculo con el Estado?

Esta es una razón más para rechazar las afirmaciones de que Venezuela aún clasifica como una democracia. La Carta Democrática Interamericana de la OEA, aprobada el 11 de septiembre de 2001, dice que "la democracia es un sistema de vida fundado en la libertad y el mejoramiento económico, social y cultural de los pueblos". ¿Dónde están esas condiciones en la Venezuela de hoy?

La presidenta Bachelet ha dicho que Chile "jamás apoyará a ningún movimiento que de manera violenta quiera derrocar a un gobierno elegido libre y constitucionalmente". Un buen pensamiento. Sin embargo, decir que Maduro fue electo de forma democrática es absurdo. Han pasado muchos años desde que Venezuela llevó a cabo elecciones justas, en las que los candidatos hayan tenido acceso a los medios de comunicación y con un consejo electoral independiente. No obstante, incluso si Maduro hubiera obtenido una mayoría de los votos registrados, la democracia requiere tolerancia, pluralismo, protecciones a las minorías, libertad de expresión y derecho de reunión.

Cualquier gobierno que suelta a milicias para que maten de manera indiscriminada con el fin de sembrar terror entre sus opositores no clasifica como una democracia. Quizás Insulza y Bachelet reflexionarán sobre esa realidad.

Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 24 de marzo de 2014.

Este artículo ha sido reproducido con el permiso del Wall Street Journal © 2011
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