¿Qué es exactamente un arma de destrucción masiva?

Por Alan Reynolds

Altas autoridades de los departamentos de Defensa y Estado han estado ocupadas en el circuito de conferencias tratando de racionalizar la urgencia por una guerra. Pero la descripción de "armas de destrucción masiva" permanece vaga. El secretario de Estado, Colin Powell, aludió a artillería de proyectiles faltante y bombas "capaces de" portar agentes químicos y materiales biológicos que podrían ser usados para fabricar "agentes biológicos", diciendo que estas "terribles armas ponen en peligro a millones de inocentes." Pero, ¿cómo podrían ser asesinadas millones de personas por misiles y materiales orgánicos que no han sido descubiertos?

El subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, brindó la respuesta más clara en una charla al Consejo de Relaciones Exteriores: "Consideremos que en 1997 los inspectores de la ONU descubrieron que Irak había producido al menos 10 litros de ricina. En cantidades concentradas, dicha cantidad de ricina es suficiente para matar a más de un millón de personas. Bagdad le declaró a los inspectores de la ONU que tenía cerca de 19.000 litros de botulismo, suficiente para matar a decenas de millones; y 8.500 litros de ántrax, con el potencial de matar a cientos de millones."

La exageración de Wolfowitz de que Saddam tiene la capacidad de matar a "cientos de millones" seguramente iba intencionada a aglutinar apoyo para una reacción rápida. Pero es más probable que cause un pánico innecesario entre aquellos que no entienden y total incredulidad entre los que sí.

Uno de los inspectores de la ONU de 1997, Raymond Zilinskas, escribió acerca de "Las Armas Biológicas de Irak" para el Journal of the American Medical Association. En él señaló que en 1990, "unos cuantos cartuchos de artillería calibre 155 mm fueron llenados con ricina (pero) las pruebas no salieron bien." Irak también llenó 100 pequeñas bombas con botulismo, de acuerdo con Zilinskas, y 50 con ántrax. Pero ya que cerca del 90% de dichos agentes serían destruidos con el impacto, explicó Zilinskas, "su efecto hubiera sido limitado a contaminar un área relativamente pequeña alrededor del terreno de impacto, contaminando a los individuos en las cercanías."

Lo que más importa no es cuánta ricina, botulismo o ántrax pueda tener Irak, sino cómo y cuándo podría repartir dichos agentes. Un estudio reciente realizado por el International Institute for Strategic Studies de Gran Bretaña señaló que "la magnitud del arsenal biológico de Irak depende en su capacidad de distribución, la cual parece ser limitada. ... Asumiendo que Irak ha retenido una pequeña fuerza de misiles al-Hussein de 650 kilómetros de alcance (el estudio sugiere que Irak posee una docena), podría transportar ojivas biológicas a ciudades de Israel, Kuwait, Arabia Saudita, Turquía e Irán." En ese caso, "las bajas en un área desprotegida podrían variar en los cientos o incluso miles." Un riesgo de "cientos" es serio, pero dista mucho del alegato de "cientos de millones" de Wolfowitz.

El mismo estudio británico concluyó que el "arsenal químico de Irak es más conocido y menos amenazador. ...Su habilidad de diseminar efectivamente agentes (químicos) con ojivas balísticas es extremadamente limitada y poco probable de infligir grandes bajas. ...La capacidad de la fuerza aérea es muy débil."

Las fuentes reconocidas de Wolfowitz consisten en evidencia de oídas de desertores iraquíes y viejos reportes de inspectores de la ONU. Igualmente, un reporte de la CIA de octubre del 2002 sobre las armas de Irak se basó casi que exclusivamente en hallazgos antiguos de inspectores de la ONU. Dicho reporte de la CIA está lleno de referencias a lo que "la mayoría de los analistas creen"—lo cual sugiere que creen mucho y saben poco. En cualquier caso, resulta hipócrita confiar en viejos hallazgos de inspectores de la ONU como evidencia para declarar una guerra mientras que al mismo tiempo se afirma que los inspectores no pueden encontrar nada.

Las quejas sobre qué tan imposible es encontrar algo en un país tan grande—incluso misiles gigantescos—son también inconsistentes con las fotos de satélite que la CIA informa que supuestamente muestran fábricas sospechosas (una planta de aceite de recino podría producir ricina venenosa o lubricante de frenos; una planta de clorina podría producir gas venenoso o decolorante ordinario). Ya que la ubicación de estas fábricas es conocida, ¿por qué no simplemente insistir en que las mismas sean inspeccionadas?

La administración Bush podría haberse arrinconado sola. Las autoridades de defensa movilizaron a miles de tropas al Oriente Medio porque imaginaron que dicha "amenaza creíble" persuadiría a Saddam a ayudar a los inspectores a encontrar armas ilícitas o a forzarlo al exilio. Desdichadamente dichos objetivos ambiciosos fracasaron en permitir una salida estadounidense elegante. La absurda presencia de tantas tropas rodeando a Irak es lo que ahora dificulta a la Casa Blanca ser paciente con las inspecciones, o decidirse contra una invasión. Podría haber razones plausibles (aunque secretas) para ir a la guerra, pero salvar la apariencia no es una de ellas.

Desde el 11 de septiembre, he tenido una inquietante sospecha de que la fascinación excesiva con una guerra biológica tiene mucho que ver con el fracaso de los analistas de seguridad nacional de anticipar el riesgo de que aviones fueran usados como armas, aún cuando teníamos amplia experiencia con pilotos kamikaze en la Segunda Guerra Mundial.

Los terroristas en Estados Unidos y Japón han intentado utilizar ántrax, botulismo y gas nervioso, y aún así el número total de bajas de dichas armas de "destrucción masiva" permanece por debajo de las dos docenas. En contraste, las muertes producto de bombas terroristas, balas y combustible de aviones son obviamente mucho mayores. Y aún así la mayoría de los millones que el gobierno estadounidense gasta en subvenciones de investigación para analistas de seguridad ha sido dedicada a escenarios hipotéticos que envuelven gérmenes y químicos exóticos.

Las autoridades de la administración Bush tal vez no necesiten un "arma humeante", pero sí necesitan evidencia creíble de que el verdadero arsenal de Irak representa una amenaza clara a Estados Unidos, no sólo una posible amenaza a Irán o Israel. Invadir Irak no eliminaría la necesidad de tal prueba—sino que haría aún más esencial el hallazgo de "armas de destrucción masiva".

El liderazgo estadounidense sería desacreditado permanentemente si las fuerzas de ocupación de Estados Unidos terminan descubriendo unas pocas o ninguna arma que sea cercanamente peligrosa a lo que las autoridades de la administración Bush han alegado. Debemos destapar las supuestas armas de Irak antes o después de la guerra, aunque antes sería mucho mejor.

La administración Bush no necesita el apoyo de Francia y Alemania para ir a una guerra contra Irak, pero sí necesita el apoyo del pueblo estadounidense. Una gran mayoría de estadounidenses patriotas están pidiendo menos retórica y más evidencias. Ésta no es una demanda irracional.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.