Que Canadá impulse el ALCA

Por Juan Carlos Hidalgo

Ayer, Canadá y Perú firmaron un acuerdo de libre comercio histórico, siendo éste el primer acuerdo comercial negociado con una nación latinoamericana bajo el gobierno del conservador Stephen Harper. Un TLC similar con Colombia le sigue, y todavía se habla de revivir las negociaciones para un acuerdo con cuatro países centroamericanos. Ahora que las posibilidades de un TLC entre Estados Unidos y Colombia han disminuido, Canadá podría liderar la promoción de un Área de Libre Comercio para las Américas.

Stephen Harper tiene varias razones para jugar un papel central en promover el ALCA. Canadá es la segunda economía más grande de las Américas, y también es una de las más abiertas al comercio y la inversión internacional. El comercio con América Latina y el Caribe, sin embargo, representa menos del 5 por ciento del total del comercio exterior de Canadá. Un ALCA que funcione bien aumentaría el flujo comercial en ambas direcciones.

La realineación de fuerzas en Latinoamérica—la izquierda populista ganando espacios alrededor de la región y el escaso capital político del presidente Bush—ha dejado al ALCA estancada. Dadas las credenciales de Harper como un firme defensor de los mercados libres, él podría contribuir con el liderazgo necesario para lograr que el asunto avance. Harper encontrará aliados sólidos en otros creyentes del libre comercio en la región, tales como los presidentes Álvaro Uribe de Colombia, Alan García de Perú y Oscar Arias de Costa Rica.

Canadá tiene una imagen particularmente buena en el resto del hemisferio. Para aquellos que han seguido el debate del ALCA en los últimos años, se ha vuelto cada vez más difícil distinguir entre la retórica anti-comercio y la anti-estadounidense. Un área de libre comercio hemisférica es vista en gran parte de Latinoamérica como otro intento estadounidense de subyugar a la región—y líderes populistas como Hugo Chávez juegan esta carta muy bien. Aunque EE.UU. naturalmente seguirá siendo un jugador clave en los asuntos de América Latina, Harper podría convertirse en una voz que lidere la promoción de más libre comercio en las Américas.

Gran parte de la oposición al ALCA proviene de países, notablemente Brasil y Argentina, que están resentidos por los enormes subsidios agrícolas que existen en EE.UU. Canadá también gasta dinero en su sector agrícola, pero casi todos sus subsidios van a los productos lácteos y avícolas, los cuales los países latinoamericanos ya excluyen de muchos de sus acuerdos comerciales de todas maneras. Aún si el Sr. Harper asumiera un rol más prominente en promover el ALCA, algunos países sudamericanos todavía se resistirían, pero el liderazgo canadiense podría ayudar a mover el proyecto hacia adelante.

Además del acuerdo logrado con el Perú, Canadá ya ha implementado tratados de libre comercio con otros países de América Latina (México, Costa Rica y Chile), los cuales han sido beneficiosos para todos los involucrados. Canadá ahora está explorando o negociando más acuerdos bilaterales con otros países en Centroamérica, la Comunidad Andina y el Caribe. Estos tratados podrían servir como una base sólida para negociaciones multilaterales de mayor envergadura.

Finalmente, el TLC con Perú le brinda a Harper una oportunidad extraordinaria para aumentar la relevancia geopolítica de Canadá en el hemisferio. Aunque Latinoamérica en sí pueda parecer irrelevante para un miembro del G-8—comparado con las oportunidades y los retos presentados por otros continentes tales como Asia y África—el potencial está ahí, y esta es una oportunidad de liderar un proyecto que mejoraría la vida de millones de personas.

Harper parece entender esto. En un discurso que dio ante el Consejo de Relaciones Exteriores en Washington el año pasado, indicó que “más libre comercio en el hemisferio es consistente con nuestros valores y nos beneficiaría a todos”.

El deseo de aprobar tratados comerciales parece haberse esfumado en EE.UU., pero América Latina todavía necesita que alguien lidere el camino y Stephen Harper lo puede hacer.

Este artículo fue publicado originalmente en el National Review (EE.UU.) el 29 de mayo de 2008.