¿Puede desaparecer la OTAN?
Javier Fernández-Lasquetty indica que EE.UU. gasta más en defensa que todos los 28 miembros de la OTAN juntos y que solo Gran Bretaña de entre los países grandes cumple con su compromiso ante la OTAN de gastar al menos 2% en defensa.
Por Javier Fernández-Lasquetty
Ayer se reunió en Bruselas la cumbre de la OTAN. Creo que teníamos motivos para estar preocupados. Hace pocos días, el semanario británico The Spectator se preguntaba: “¿Podría el presidente de EE. UU. estar a punto de desmoronar a la OTAN?”. ¿Cómo es posible que el futuro inmediato de la OTAN, el organismo que garantiza la defensa del mundo libre, sea visto así?
Ciertamente, como el propio Spectator relata, algunos comentarios del Presidente Donald Trump hacen temer lo peor. A través de una ráfaga de tweets, el Presidente de los Estados Unidos se expresó así cuando salía de la Cumbre del G-7 en Canadá: “EE.UU. paga cerca del costo total de OTAN, protegiendo a muchos de los mismos países que nos estafan en Comercio (pagan solo una fracción del costo) ¡y se ríen!”. Esta situación, sigue diciendo, va a acabar pronto. “Change is coming!”, terminó diciendo.
Es importante la relación que hace Donald Trump entre desacuerdo sobre comercio y alejamiento en materia de seguridad. La guerra del proteccionismo arancelario de Trump ha empeorado la relación transatlántica de la forma que hemos visto en la reciente cumbre del G-7. No nos debemos sorprender. Históricamente ha sido una constante a lo largo de los siglos: siempre que unos países han dificultado o impedido el comercio de otros, la seguridad internacional se ha visto comprometida.
Pero la verdad es la verdad, la diga Trump o cualquier otro. Y es cierto que casi ningún país europeo está destinando a seguridad y defensa los recursos económicos proporcionales. EE.UU. gasta en defensa más que los otros 28 miembros de la OTAN juntos. Solo Gran Bretaña, entre los países grandes, cumple el compromiso acordado de gastar al menos el 2% del PIB en Defensa.
EE.UU. tienen motivos para estar cansados de unos países europeos que no se toman el trabajo de cuidar de su propia seguridad. Tiene motivos Trump, y los tenía Obama —que también nos recriminó lo mismo—, como antes Bush o Clinton. Y es que es cierto. Podemos criticar a Trump todo lo que queramos, pero eso no nos da a los europeos ningún derecho a ser unos eternos free-riders en materia de defensa y seguridad.
Los países de Europa se están ahorrando unos 160.000 millones de euros, contando con que EE.UU. pagarán ese dinero. Pero no creo que sea una cuestión de dinero. Tampoco creo que sea cuestión de fijar un objetivo de gasto, ni un porcentaje del PIB. Lo grave es lo que está debajo: los políticos europeos de todos los partidos no tratan de hacer un ahorro económico. Lo que buscan es evitar su desgaste político. No quieren hacer algo que creen que es impopular. Renuncian a ejercer el liderazgo, ponen en riesgo la seguridad, por un solo motivo: porque saben que los europeos no creen que el Estado deba dedicar recursos a la defensa.
Qué ironía de la Historia. Los Estados nacieron, precisamente, para proporcionar defensa a los individuos. Y si alguna justificación tiene el Estado para los liberales, como es mi caso, es precisamente asegurar que nuestra vida y nuestra libertad sean defendidas de cualquier agresión.
La OTAN se basa única y exclusivamente en la confianza. Los líderes europeos desconfían de un presidente norteamericano al que consideran rudo, impredecible y decidido a utilizar la política de seguridad como excusa o como herramienta para beneficiar a las empresas americanas.
El presidente de EE.UU. desconfía de unos líderes europeos a los que considera gorrones, indecisos, y capaces de mantener tratos con cualquiera —Cuba, Irán— si con ello sus empresas mantienen o aumentan sus negocios.
Creo que hay algo en común a lo que se presta poca atención: el mercantilismo extendido entre los gobiernos de ambos lados del Atlántico. La idea tan equivocada de que la misión del gobierno es lograr que unas empresas determinadas hagan buenos negocios, utilizando el poder del Estado para ayudarles a conseguirlo.
No es verdad. Eso no es capitalismo, sino mercantilismo. La misión de los gobiernos es garantizar un mercado libre en el que cualquiera pueda entrar a competir, en el que solo hagan buenos negocios quien atienda bien las preferencias del consumidor, no las preferencias del político.
Si desapareciera ese mercantilismo de la política exterior y de seguridad, desaparecería una buena parte de los problemas de confianza que actualmente están debilitando la OTAN.
¿Se van a solucionar las cosas cuando Trump se siente con Vladimir Putin, el próximo 16 de julio? ¿Se puede uno sentar con un tirano como Kim Jong-un y no hacer mención de los derechos humanos? Veamos qué sucede. Puede que sea como cuando Reagan se sentó con Gorbachov en Reykjavik en 1986. Pero el entonces el presidente de EE.UU. habló de derechos humanos y de libertad. Exigió la liberación de los presos políticos, y efectivamente el primero de ellos —Natan Sharansky— fue liberado un mes después. Escuchen a la disidente norcoreana Yeonmi Park: Trump debería haber actuado como líder del mundo libre, y no lo ha hecho.
Change is coming, twiteaba hace días el Presidente Trump, hablando de la OTAN. El balón rueda por los campos de fútbol rusos, bajo la sonrisa de Vladimir Putin, el mayor experto del mundo en agitar campañas electorales… de otros países.
Ojalá no tengamos que decir Winter is Coming.
Este artículo fue publicado originalmente en Libertad Digital (España) el 11 de julio de 2018.