Privaticemos las escuelas

Por Milton Friedman

Nuestro sistema escolar requiere una reconstrucción radical. Además de la necesidad prioritaria de eliminar los defectos del sistema actual, hay que tomar en cuenta los efectos derivados de las revoluciones tecnológicas y políticas de las últimas décadas, las cuales no sólo prometen aumentos considerables en la producción mundial sino que amenazan con serios conflictos sociales debido a la creciente brecha en los ingresos entre los altamente entrenados y la mano de obra no calificada. Una reconstrucción radical sólo se lograría privatizando un extenso segmento escolar, permitiendo que una industria con fines de lucro se desarrolle para ofrecer una gran variedad de oportunidades de aprendizaje en competencia con la educación pública. Tal reconstrucción tomará tiempo; inevitablemente se trata de un proceso gradual.

La mejor manera de transferir gradualmente la educación pública a manos privadas es por medio de un sistema de vales que le permita a los padres escoger libremente la escuela para sus hijos, algo que originalmente propuse hace 40 años.

Muchos intentos han fracasado debido al poder político del establishment educacional, apoyado por la Asociación Nacional de Educación y la Federación Americana de Maestros que conforman el grupo de cabildeo más poderoso de Estados Unidos.

Nuestras escuelas son hoy mucho peores de lo que eran en 1955. En ningún otro aspecto son tan grandes las desventajas de los residentes de los barrios pobres como en la educación de sus hijos. Esto es un hecho no disputable. El sistema ha empeorado con la centralización, a medida que el poder de decisión se ha desplazado de la comunidad al distrito, al estado, al gobierno federal. Cerca del 90% de nuestros niños van a escuelas públicas que no son nada públicas, sino que se han convertido en feudos privados de los administradores y de los líderes sindicales.

Los resultados miserables están a la vista: creciente número de estudiantes que no se gradúan, violencia en las escuelas, bajo rendimiento, y desmoralización por parte de maestros y estudiantes.

La educación ha estado incrementando una peligrosa tendencia hacia la estratificación, aunque podría ser la única fuerza capaz de revertir esa tendencia. La inteligencia nata juega, indudablemente, un papel importante en determinar el éxito individual, pero no es la única cualidad humana importante. Lamentablemente, nuestro sistema educacional actual contribuye muy poco a que el individuo haga el mejor uso de otras cualidades, siendo el único camino para revertir la tendencia hacia mayor estratificación. Un sistema educacional mucho mejor podría hacer más que cualquier otra cosa en reducir el daño a nuestra estabilidad social producido por una clase incurable de gente muy pobre.

Prácticamente ninguna otra actividad en Estados Unidos está técnicamente más atrasada que la educación pública. Enseñamos a los niños esencialmente de la misma forma desde hace 200 años: un maestro frente a un grupo de niños, encerrados en un salón. A las computadoras que están siendo adquiridas por las escuelas públicas no se les da una utilización imaginativa ni innovadora.

Una precondición necesaria para mejorar la educación es debilitar o destruir el poder del establishment educacional actual. Y sólo empresas privadas de educación forzarán la competencia necesaria para obligar a las escuelas públicas a mejorar, con el fin de mantener su clientela.

Nadie puede predecir la dirección que tomará un verdadero sistema educacional de libre mercado. Por las experiencias en otras industrias sabemos de la creatividad de la libre empresa, la variedad de productos y servicios que ofrece para satisfacer a su clientela, o sea exactamente lo que necesitamos en las escuelas hoy. Hemos visto la revolución de las comunicaciones al eliminar el monopolio telefónico, cómo el fax le quita clientes al correo, como Federal Express, DHL y UPS han revolucionado la entrega rápida de paquetes y correspondencia, cómo la competencia de autos japoneses transformó a Detroit.

Los colegios privados caros enseñan a una pequeña élite, mientras que las escuelas parroquiales compiten con la educación pública gracias a la dedicación de sus maestros y a subsidios de las instituciones que las patrocinan. Estos proveen una mejor educación, pero no están en posición de hacer cambios novedosos; para ello requerimos la participación del sistema vigoroso de la empresa privada.

El problema es cómo llegar de aquí a allá. Los vales no son un fin en sí mismos, sino el medio de transición desde el gobierno al mercado. El deterioro del sistema educacional y la estratificación creada por una nueva revolución industrial hace más urgente la privatización que hace 40 años.

Los vales servirán sólo si crean una gran demanda de colegios privados, suficiente para constituir un incentivo real para que empresarios participen en esta nueva industria. Para ello es necesario que el vale sea universal, al alcance de todos los que pueden enviar a sus hijos a escuelas públicas y, aunque represente un valor nominal menor al costo de la educación pública, debe representar una cantidad suficiente para cubrir el costo de una empresa educacional privada, con fines de lucro, que provea educación de alta calidad. Si eso se logra, muchas familias estarán dispuestas a poner algo más de sus bolsillos para que sus hijos obtengan una educación aún mejor. Como siempre sucede en el mercado, el producto "de lujo" pronto se difundirá, convirtiéndose en producto básico.

Es esencial que no se impongan condiciones para los vales que interfieran con la libertad de la empresa privada de experimentar, explorar e innovar. De ser así, los padres, los estudiantes, los buenos maestros y los contribuyentes saldrán ganando; pero más que todo se beneficiarán los pobres que asisten a infames escuelas urbanas.

Por último, al igual que en todas las demás áreas en que se ha privatizado extensamente, la privatización de las escuelas producirá una nueva, activa y fructífera industria, ofreciendo oportunidades a gente de talento que ahora ven con horror la profesión de maestro debido al deprimente estado de muchas de nuestras escuelas.

Para que la propuesta de los vales educacionales tenga éxito debe ser sencilla de comprender, garantizando que lejos de aumentar los impuestos reducirá el gasto gubernamental en educación.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
© Todos los derechos reservados. Para mayor información dirigirse a: AIPEnet