Presupuesto 2006: Reducido pero todavía inflado

Por Chris Edwards y Alan Reynolds

Alan Reynolds es Académico Titular de Cato Institute.

El presupuesto fiscal del 2006 está siendo conocido como el más estricto desde que Bush es presidente. Pero hay una brecha entre la retórica de la administración y la sustancia del presupuesto. Se proyecta que el gasto total subirá por un 3.6% en el 2006, pero eso sigue un enorme aumento de un 33% a lo largo de los últimos cuatro años. Y decenas de miles de millones más serán necesitados para Irak.

A primera vista el presupuesto parece muy estricto este año, con una promesa de recortar o acabar con 150 programas federales. Pero aún si el Congreso logra hacer todos esos cortes, el gasto del 2006 sería reducido por menos de un 1%. El presupuesto del año pasado propuso terminar 65 programas, pero sólo cinco fueron terminados en realidad.

En años anteriores, el Congreso ha ignorado muchos de los limitados cortes propuestos por la administración debido a un conflictivo mensaje de la Casa Blanca—específicamente, nosotros queremos restricciones del gasto, excepto en las muchas áreas en las que queremos aumentos. Es el mismo mensaje mixto este año—el sumario de cinco páginas del presupuesto comienza con tres páginas de palabras duras sobre la restricción del gasto, pero las últimas dos páginas ofrecen una larga lista de 37 “programas con aumentos y nuevas iniciativas”.

El presidente quiere $1,500 millones para ayuda externa, $268 millones más para investigaciones de carbón, $260 millones más para investigaciones de hidrógeno, y $28 mil millones más para ayuda a estudiantes a lo largo de 10 años. Lo que es particularmente corrosivo es como la administración continúa expandiendo la envergadura del poder federal hacia las actividades estatales y privadas. Por ejemplo, el presupuesto incluye unos $100 millones extra para “promover matrimonios saludables” y $1,500 millones para una “iniciativa de secundaria”, la cual continúa el ataque ofensivo de la administración para obtener control sobre las escuelas de la nación el cual comenzó con la Ley de Ningún Niño Se Queda Atrás.

Hay que reconocer que el presupuesto de Bush sí incluye verdaderos cortes en algunas áreas, como vivienda, transportación y el Cuerpo de Ingenieros. El presupuesto propone que los desembolses discrecionales para defensa sean aumentados por un 2.4% en el 2006, y de ahí propone que el gasto se reduzca algún momento después en esta década. Pero no esperen por esas reducciones en los años que vienen.

Es un viejo juego hacer que los números del presupuesto cuadren asumiendo que los cortes se darán en los próximo años, sólo que no en el año corriente. Consideren los niveles de gasto que el Presidente Bush propuso para el 2005 en su primer presupuesto hace cuatro años. El propuso que el gasto en educación sería de $83 mil millones en el 2005. El nuevo presupuesto dice que el gasto en el 2005 para educación será de $96 mil millones. Similarmente, el gasto en agricultura estimado para el 2005 saltó de $14 mil millones a $31 mil millones, transportación de $61 mil millones a $68 mil millones, y en asuntos internacionales de $21 mil millones a $32 mil millones.

Una razón por la cual la administración de Bush ha progresado poco en restringir el gasto es porque continúa usando el déficit como el propósito para la restricción. Es verdad que se espera que el déficit se disminuya en los próximos años, pero es principalmente porque los ingresos estarán subiendo tan rápido.

La atención en el déficit presupuestario implica que no hace mucha diferencia si el gobierno gasta menos o recauda más impuestos. En realidad, la evidencia es clara al demostrar que más impuestos desaniman los esfuerzos productivos, y que el gasto gubernamental reducido y transferencias de pagos tienen el efecto opuesto.

El gasto gubernamental reduce la disponibilidad de labor, equipo y propiedad real al aumentar los costos para los negocios privados. Este efecto de “exclusión” es real, no financiero. No es reducido al cobrar menos impuestos y prestar más. Las transferencias de pagos del gobierno desincentivan no solo al ciudadano que paga impuestos, quien los financia, sino también a aquellos que los reciben. Estos efectos ocurren como sea que las transferencias sean financiadas.

Creemos que el Congreso debería ir más allá de los cortes limitados de la administración pasando una ley que establezca un tope para el presupuesto para de esta manera forzar intercambios entre defensa, derechos adquiridos y el gasto doméstico discrecional. Y el Congreso necesita comenzar a devolver a los estados programas como el gasto en carreteras y el gigante Medicaid. Un primer paso sería el convertir Medicaid en un bloque de concesión y disminuir el gasto al menos al nivel de la tasa de inflación. El presupuesto de Bush incluye algunas restricciones en el gasto de Medicaid, pero el otorgar el programa en bloques crearía ahorros de $55 mil millones anuales para el año 2010 y de $161 mil millones anuales para el 2015.

El presidente Bush es un defensor firme de la reducción de impuestos y el debería recibir crédito por abordar la reforma del Seguro Social y del sistema impositivo. Pero el gasto necesita ser reducido más drásticamente para evitar el aumento de impuestos en el futuro. ¿Qué pasa si el próximo presidente es Demócrata de centro izquierda o un Republicano débil? Déficits altos podrían ser utilizados como una excusa para revertir cortes de impuestos previos, como lo fueron para George H.W. Bush y Bill Clinton, quienes juntos llevaron la tasa más alta de impuestos sobre ingresos desde un 28% hasta un 40%. El Presidente Bush y los Republicanos necesitan estar seguros de que sus recientes cortes de impuestos son su legado duradero y deberían comenzar una seria reducción del inmenso presupuesto federal.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.