¿Por qué "Pepe" Mujica no condena las atrocidades de Ortega en Nicaragua?
Hana Fischer señala el silencio sepulcral de "Pepe" Mujica ante el abuso de derechos humanos bajo el régimen de Daniel Ortega y cómo este contrasta con su elocuente opinión acerca de casos como el del ex presidente Lula da Silva.
Por Hana Fischer
El 19 de junio, Ernesto Cardenal junto con la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia (CUDJ Nicaragua), le enviaron una carta al expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, solicitándole que utilice su popularidad mundial para condenar al régimen de Daniel Ortega.
La respuesta del habitualmente locuaz Mujica, hasta ahora ha sido un silencio muy elocuente. La ingenuidad acerca del verdadero ser de Mujica queda de manifiesto cuando Cardenal y la CUDJ expresan:
“El mundo debe saber y pronunciarse respecto a lo que está ocurriendo en Nicaragua: una verdadera crisis de derechos humanos y terrorismo de Estado.Reconociendo que sos un defensor de los derechos humanos, de la lucha por la dignidad y fuente de inspiración para toda América Latina, la juventud y el pueblo que lucha en las calles de Nicaragua, necesitamos que sumes tu voz a nuestra causa que es digna y justa”.
En un comunicado, la CUDJ señala que la misiva enviada a Mujica tiene por objeto, lograr “el apoyo por parte de actores de la comunidad internacional y otros organismos para que condenen la continua violación de derechos humanos en Nicaragua y promuevan acciones internacionales que respalden la ruta pacífica de democratización del país presentada por la ciudadanía nicaragüense”.
Los firmantes de la carta, exhibiendo una candidez supina porque asumen que si Mujica no alzó su voz condenatoria, solo pudo haber sido por ignorancia de lo que está ocurriendo en Nicaragua, relatan hechos aberrantes perpetrados por los esbirros de la dictadura. Mencionan que:
“El 19 de abril, hace dos meses, el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo cobró la vida del primero de más de 180 nicaragüenses, en su mayoría jóvenes e incluso niños. Hay más de 1.500 heridos, muchos desaparecidos y presos políticos. Estos números aumentan cada día que transcurre Ortega en el poder. El sábado 16 de junio, una familia completa fue calcinada en un incendio provocado por los escuadrones de la muerte del régimen, en represalia por no permitir que francotiradores entraran a su casa para desde ahí matar a quienes protestaban en la calle”.
Según las últimas estimaciones, ya son más de 210 los asesinados. A esa cifra hay que agregarle la reciente muerte a manos de la policía de Managua, de una bebé de un año y dos meses de edad.
Frente a tanta candidez de Cardenal y los jóvenes universitarios de la CUDJ, uno no puede menos que preguntarse: ¿Realmente creen que Mujica no está al tanto de lo que está ocurriendo en Nicaragua? ¿Hasta tal punto han sido “seducidos” por el “personaje”, que han perdido la capacidad para saber diferenciar ficción de realidad?
A una persona se la juzga por sus actos y no por sus dichos. La conducta es la manifestación del verdadero “yo” de una persona.
En la carta se asevera que Mujica es un “defensor de los derechos humanos, de la lucha por la dignidad” de los pueblos. Nos gustaría que los que así se expresan, nos indicaran en qué circunstancias concretas mantuvo esa postura, no mediante “palabras floridas” (donde “como te digo una cosa te digo la otra”), sino acciones específicas.
Los nicaragüenses harían bien en preguntarles a los venezolanos, cuánto apoyo han recibido de Mujica ante los brutales atropellos a los derechos humanos y a la dignidad intrínseca de toda persona por parte de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. O a los cubanos, frente a las fechorías de la dictadura castrista.
Mujica camufló su complicidad con esos regímenes sangrientos, con la excusa de la “no intervención”. Los nicaragüenses deberían recordar, que recurre a ese subterfugio cuando la prensa le consulta sobre esos asuntos.
Por ejemplo, con respecto a la dictadura imperante en Venezuela, su popularidad internacional la utilizó para darle aire. Sus frases más resonantes fueron: “los venezolanos resuelvan sus propios problemas”, “no tenemos que meternos los de afuera […] no debe existir ningún tipo de presión del extranjero”.
Así que los nicaragüenses que le piden ayuda a Mujica, demuestran tener una visión distorsionada sobre su personalidad. El expresidente no se juega por los derechos humanos ni por la dignidad de los individuos (“pueblo” es un concepto abstracto y por tanto vacío), sino por sus amigos / camaradas políticos e ideológicos.
Su hipocresía queda al descubierto, cuando tira por la borda con total desparpajo el principio de “no injerencia”, cuando se trata de usar su prestigio para salvar a sus amigos, incluso cuando son procesados por corrupción. Una muestra es la frenética actividad desplegada ante los medios para defender al expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
¿Qué pueden esperar Cardenal y la CUDJ de Mujica? Sería prudente que ellos –primordialmente esos ilusos jóvenes universitarios- tuvieran en cuenta estos antecedentes:
En 2008, cuando la izquierda gobernaba en Uruguay, Ortega estuvo en nuestro país. Por ese entonces, eran ampliamente conocidas las denuncias de su hijastra Zoilamérica Narváez, quien lo acusaba de haberla violado por largos años cuando era niña.
El gobierno izquierdista a pesar de ello, pretendió “honrar” al pedófilo presidente de Nicaragua, distinguiéndolo como “Ciudadano Ilustre de Montevideo”. La ceremonia fue suspendida porque un grupo de indignadas mujeres, le obligaron a “adelantar su partida”.
En ese contexto Mujica —sin ningún prurito moral— aceptó gustoso que Ortega lo condecorara junto a otros compinches, con la medalla de la Orden Carlos Fonseca Amador, calificándolos de “luchadores latinoamericanos".
En noviembre de 2017, cuando las emanaciones del pervertido carácter de Ortega se habían expandido sobre toda la población, el izquierdista Movimiento Renovador Sandinista (MRS) le envió una carta a Mujica advirtiéndole:
“En la Nicaragua de hoy, la violación a nuestros derechos políticos y humanos es, desgraciadamente, una realidad cotidiana. Hace apenas unos días se realizaron votaciones municipales caracterizadas por una abstención de más del 80 por ciento. Esa fue una manera del pueblo nicaragüense de expresar su rechazo a un sistema electoral fraudulento y corrupto, que ha facilitado una grave adulteración de la voluntad popular, al menos en los últimos seis procesos electorales, nacionales, regionales y municipales […] siete personas fueron asesinadas durante las 48 horas posteriores y aún hay numerosos detenidos, por otras causas, que están siendo víctimas de un proceso de naturaleza política”.
Asimismo en noviembre de 2017, un grupo de mujeres nicaragüenses que estaban participando en Montevideo del XIV Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, también le enviaron una misiva a Mujica advirtiéndole que el de Ortega era “un régimen dictatorial, que ha suprimido la justicia y la libertad para perpetuarse en el poder”.
Así que Mujica sabe muy bien lo que ocurre en Nicaragua. Sin embargo, su reacción ha sido el silencio y la pasividad.
Muy diferente por cierto es su actitud con Lula. Un día antes de que la carta enviada por Cardenal y la CUDJ tomara estado público, Mujica había visitado a su amigo en la cárcel en Curitiba, para manifestar ostensiblemente su apoyo y realizar un encendido discurso en su defensa. Al retirarse, declaró que él y Lula estaban muy “preocupados” por el “futuro de nuestra América”.
A juzgar por su conducta, en su escala de valores ocuparía un lugar más preponderante el deseo de que sus amigos / aliados políticos se entronicen en el poder, que el sufrimiento y ansias de libertad de todo un pueblo…
Este artículo fue publicado originalmente en el Panam Post (EE.UU.) el 30 de junio de 2018.