Por qué los musulmanes indios apelan al liberalismo

Mustafa Akyol y Swaminathan S. Anklesaria Aiyar indican que si el gobierno de la India continúa amenazando los derechos sociales y políticos de la minoría de indios musulmanes, podría instigar la radicalización de su liderazgo, cuya estrategia hasta ahora ha sido la de apelar al liberalismo.

Por Mustafa Akyol y Swaminathan S. Anklesaria Aiyar

A estas alturas, el mundo sabe que el Primer Ministro Narendra Modi de la India y su Partido de supremacía hindú Bharatiya Janata (B.J. P.) han erosionado los principios liberales de la Constitución de la India y están convirtiendo al país en una democracia cada vez más iliberal. Es de conocimiento común que el Sr. Modi prospera con las quejas y el racismo que colocan a las mayorías privilegiadas en contra de las minorías que viven con miedo

Menos conocido, y mucho más esperanzador, es la respuesta del principal objetivo de este asalto de la mayoría: la minoría musulmana de la India alrededor de 172 millones de personas que constituyen aproximadamente un 14,2 por ciento de la población total de India que es de 1.320 millones de personas, de la cual un 79,8 por ciento son hindúes. 

Esta importante minoría religiosa de musulmanes ha pasado momentos difíciles en años recientes en manos de los supremacistas hindúes: se han enfrentado a linchamientos, disturbios letales, y a la pérdida de derechos sociales y políticos. 

Cuando las minorías son empujadas a tales extremos, puede que estas recurran a una mentalidad de persecución que promueva la radicalización. Pero los musulmanes de la India no han respondido con llamados a una jihad violenta, ni con cantos de aplicar la Ley Sharia. En cambio, han adoptado y enfatizado las bendiciones de una democracia liberal ubicando su fe en la Constitución de la India e insistiendo que se respeten sus derechos constitucionales como ciudadanos. 

Esta estrategia esperanzadora fue más visible durante las protestas masivas de tres meses que empezaron en diciembre en contra de la Ley de Enmienda a la Ciudadanía, una ley explícitamente discriminatoria establecida por el gobierno que agilitaba la obtención de la ciudadanía para los inmigrantes de países vecinos que eran hindúes, sikh y budistas, pero no para los musulmanes, quienes el Ministro del Interior Amit Shah trató de deshumanizar llamándolos “termitas”.

El Sr. Shah también ha propuesto un registro nacional de ciudadanos requiriendo evidencia documentada del lugar de nacimiento y residencia, cosa que muchos indios, especialmente los pobres, carecen. De esto, los no-musulmanes podrían escapar mediante una laguna en la nueva Ley de Enmienda a la Ciudadanía, pero los musulmanes se encontrarían sin estado y estarían expuestos a ser colocados en campos de detención

Como respuesta, Shaheen Bagh, un barrio en Nueva Delhi, se realizó una manifestación de 101 días en contra de la ley de ciudadanía y el propuesto registro de ciudadanía, siendo la protesta liderada no por los clérigos musulmanes conservadores, sino por las mujeres musulmanas. Miles de ellas ocuparon una carpa de protesta 24 horas al día cada día rotándose en turnos y mostrando carteles que decían “Estamos por la paz, la armonía, y la fraternidad”. También mostraron retratos de líderes hindúes que lideraron el movimiento de independencia de la India, y decoraron sus “dais” con el preámbulo de la Constitución secular. 

La máquina de propaganda del B.J.P. presentó a las manifestantes musulmanas como “traidoras” y “anti-nacionales”, pero ellas estaban portando cintillos que decían, “Yo amo India”, alzando banderas indias, y cantando varias veces el himno nacional. 

En otras campañas, las mujeres musulmanas indias en años recientes cuestionaron no solo el supremacismo hindú sino también el patriarcado dentro de su comunidad. A través de apelaciones exitosas ante la Corte Suprema de la India —la cual respeta los principios constitucionales de la India— ellas obtuvieron una prohibición legal den 2017 en contra del “divorcio instantáneo”, un reñido fallo sobre la Ley Shariah que le da a los hombres musulmanes el derecho a abandonar a sus esposas cuando lo deseen. 

Otro grupo de mujeres musulmanas obtuvo en 2016 un fallo judicial que hacía cumplir el derecho constitucionalmente garantizado de las mujeres al ingreso, junto con los hombres, al santuario Sufi en Mumbai. 

Todas estas medidas liberales, según Sharik Laliwala, un comentarista musulmán indio, significan “una transformación fundamental en la estrategia política de la comunidad musulmana”. Los indios musulmanes, agregó, están “casando la fraseología constitucional de la libertad, la justicia y la igualdad con las nociones religiosas”.

Irfan Ahmad, un antropólogo indio basado en el Instituto Max Planck de Alemania, argumenta que lo que está pasando es un nuevo énfasis en lugar de una transformación, que los indios musulmanes siempre han buscado junto con el pluralismo. Las protestas en Shaheen Bagh, agrega él, resaltaron la ruptura entre el gobierno del B.J.P. por y para la mayoría hindú y una nueva visión de la democracia que respetaría los derechos y la dignidad de todos los indios, incluyendo los musulmanes. 

Aún así todavía hay un peligro de que la arbitrariedad del B.J.P. pueda resultar contraproducente y conducir a los musulmanes hacia el radicalismo. En septiembre, Umar Khalid, un estudiante de la izquierda secular que es musulmán, fue arrestado con cargos altamente cuestionados de orquestar disturbios de hindúes-musulmanes este último febrero en Delhi, donde muchas de las víctimas fueron musulmanas. Todo esto significa que India está andando por un muy mal camino. Un país que no trata a sus minorías como seres humanos iguales no será la democracia más grande del mundo, sino una tiranía de la mayoría.

Los resultados podrían ser un conflicto social, el radicalismo, el declive del progreso económico, y la ruina de la imagen de India en el extranjero. El país ya está siendo criticado por las organizaciones de derechos humanos por violar los derechos humanos en Kahsmir, y más recientemente por forzar el cierre de la oficina en la India de Amnistía Internacional

La historia de la India podría aportar lecciones para los musulmanes en otras partes. A lo largo de la frontera, Paquistán hace mucho estableció lo que busca el Partido B.J.P.: un estado étnico-religioso dominado por una mayoría. En el caso de Paquistán, esto significa la hegemonía de los musulmanes Sunni a cuesta de las minorías como los musulmanes shiítas, los ahmadis o los cristianos

Más allá en el oriente, en Malasia, la supremacía de los musulmanes malayos ha sido la ideología oficial desde la fundación de la nación multi-religión en 1957. En Turquía, el populismo influido del Islam del Presidente Recep Tayyip Erdogan, con su propia ira insaciable en contra de los “traidores” y “anti-nacionales”, tiene importantes paralelos con el populismo del Sr. Modi. En las palabras de los movimientos islamistas en todas partes, el “liberalismo” y el “estado secular” son solo palabras sucias, sino herejías. 

Al fin, parece que muchos musulmanes en países distintos a la India gozan de la tiranía de la mayoría cuando ellos están en la mayoría y controlan el estado, mientras que otros se dan cuenta de las bendiciones del liberalismo si están en la minoría. Por supuesto, dicho doble estándar no es ni virtuoso ni defendible. 

Una visión musulmana más principiada de la política se necesita, y para esto, los líderes musulmanes de opinión deberían observar las experiencia de sus correligionarios en la India. Estos, la minoría religiosa más numerosa del mundo, tienen una importante historia con una lección: los derechos humanos y las libertades deben ser defendidas en cada país, y en cada civilización. Sin ellos, solamente el poder manda. En lugar de apostarle al poder, que puede ser ganado o perdido, deberían tratar de limitarlo en todas partes, de tal manera que ningún grupo sea oprimido y todos sean libres.

Este artículo fue publicado originalmente en The New York Times (EE.UU.) el 30 de octubre de 2020.