¿Por qué la ONU no nos dice lo que realmente reduce la pobreza?
Chelsea Follett indica cómo Tanzania logró reducir de manera dramática la pobreza extrema cuando realizó la transición desde las políticas socialistas del dictador Julius Nyerere hacia políticas de libertad económica luego de su salida del poder.
Por Chelsea Follett
A principios de este mes, la ONU alentó al mundo a celebrar el Día Internacional por la Erradicación de la Pobreza, promocionándolo en redes sociales, utilizando el hashtag #EndPoverty. La ONU notó el increíble progreso que se ha logrado:
“La pobreza ha caído a nivel global, desde 1.700 millones de personas en 1999 a 767 millones en 2013, una caída en la tasa global de pobreza de 28 por ciento en 1999 a 11 por ciento en 2013. El progreso más significativo se experimentó en Asia del Este y del Sur, donde la tasa cayó de 35 por ciento en 1999 a 3 por ciento en 2013".
Desafortunadamente, la ONU parece no entender la fuente de ese progreso. Argumenta que la acción estatal y los programas liderados por tecnócratas desde arriba merecen el crédito por el notable declive de la pobreza. Una declaración de la ONU agrega:
“Los países han dado pasos para acabar con la pobreza... El Gobierno de Tanzania, por ejemplo, inició una evaluación masiva de su actual programa nacional, las Redes de Seguridad Social Productivas de Tanzania, para llegar a gente que vive por debajo de la línea alimenticia de pobreza".
Este es un ejemplo accidentalmente instructivo. Tanzania ha realizado un progreso impresionante en contra de la pobreza, pero eso no se debe a un creciente gasto público en alimentos para los pobres. De hecho, el gobierno de Tanzania es hoy mucho menos redistributivo que en el pasado —y aquellas políticas redistributivas del pasado estuvieron cerca de matar de hambre a los tanzanos más pobres.
En 2011, el año más reciente para el cual el Banco Mundial tiene datos, poco menos de la mitad de los tanzanos vivía en la pobreza extrema. Esa figura era de un 86 por ciento en el año 2000.
La verdadera causa de esa reducción es muy sencilla: la libertad económica. Tanzania desmanteló gradualmente las políticas económicas socialistas (denominadas “uiamaa”) implementadas por el dictador Julius Nyerere, desde que el abandonó el poder en 1985. Nyerere era ampliamente alabado por intelectuales de izquierda en países desarrollados por su sincera creencia en el socialismo, por su relativamente bajo nivel de corrupción, y por masacrar sin querer a su gente como muchos otros dictadores.
Pero Nyerere estableció políticas que, según el Dr. John Shao, derivaron en una escasez aguda de alimentos, el colapso de la producción agrícola e industrial, el deterioro de la infraestructura de transporte, una crisis económica y “un sufrimiento generalizado de la población” para la década de 1980. Nyerere también prohibió los partidos políticos de oposición para consolidar su autoridad y prevenir debate alguno acerca de sus fracasadas políticas.
Después de Nyerere, Tanzania logró acelerar su crecimiento económico eliminando los controles de precios, liberalizando el comercio, y permitiendo que su gente realice emprendimientos privados.
La atribución que la ONU hace del progreso a los programas estatales, y su insistencia en la importancia de la ayuda externa para el desarrollo, es tanto preocupante como poco sorprendente.
Nyerere fue capaz de aferrarse al poder por tanto tiempo a pesar de sus desastrosos programas gracias a miles de millones de dólares en ayuda externa. Como mi colega Doug Bandow dijo, “El Banco Mundial, demostrando que carecía tanto de una conciencia como de sentido común, directamente respaldó su brutal esquema uiamaa”.
No solo es la ayuda estatal infructuosa comparada con el desarrollo liderado por el mercado, sino que los programas de ayuda externa muchas veces ignoran los derechos de propiedad privada de los pobres y la necesidad de reformas institucionales. Otros ejemplos de dictadores que recibieron ayuda externa incluyen Idi Amin de Uganda, Mengisty Haile Mariam de Etiopía, Mobutu Sese Seko de Zaire (ahora la República Democrática de Congo) e incluso el notoriamente brutal Pol Pot de Camboya.
El dinero muchas veces fortalece a regímenes autoritarios mientras que continúa políticas destructivas como robar la tierra agrícola de sus ciudadanos mediante nacionalizaciones. Ese fue el caso de Tanzania, que recibió miles de millones de dólares en ayuda externa mientras que su gobierno socialista nacionalizaba cientos de haciendas —decimando la producción agrícola y conduciendo el país a la anteriormente mencionada escasez aguda de alimentos. Las perchas de las tiendas estaban vacías, y las personas esperaban por raciones de alimentos.
“Cuando vine por primera vez a Tanzania en la década de 1980, solíamos tener alas enteras de niños muy debilitados por desnutrición, algunos demasiado deteriorados como para sobrevivir”, recuerda una trabajadora humanitaria para el Programa Mundial de Alimentos, la rama de la ONU que asiste con alimentos, “ahora solo habrá máximo uno o dos niños en cualquier momento, y usualmente encontraramos una causa social como un padre alcohólico, o ser huérfano, o haber heredado el VIH”. La página que contiene esa cita luego afirma que el programa alimenticio de la ONU “marcó una diferencia”, pero la razón por la cual muchos menos niños recurren a utilizar el programa hoy comparado con cuantos lo hacían en la década de 1980 está sospechosamente ausente.
Reducir las barreras comerciales es muchos más efectivo para mejorar la calidad de la vida de aquellos que viven en áreas pobres del mundo que enviar ayuda externa o tecnócratas para ayudar a diseñar programas estatales. Si realmente quieren erradicar la pobreza, los países deberían adoptar políticas de libertad económica. Porque, al final de cuentas, los países no luchan contra la pobreza, los individuos libres de regulaciones excesivas y capaces de participar en el comercio global son los que lo hacen.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog Human Progress de HumanProgress.org (EE.UU.) el 27 de octubre de 2017.