Por qué debería ser pesimista acerca del crecimiento económico
Dalibor Rohac señala que "El crecimiento económico puede ser entendido como una combinación del crecimiento de la fuerza laboral y su calidad, la acumulación de capital y la innovación tecnológica. En cualquiera de estos frentes, las mejoras importantes a largo plazo son poco probables".
Por Dalibor Rohac
Las economías occidentales no están fuera de problemas todavía, pero muchos ven razones para ser optimistas. En octubre, el crecimiento del empleo en EE.UU. fue más alto de lo que se esperaba, habiendo 204.000 nuevos empleos. Según el Instituto Nacional de Investigación Económica y Social del Reino Unido, la economía inglesa se expandirá en 1,4 por ciento este año, con el crecimiento acelerándose todavía más a 2 por ciento para 2014. Incluso se espera que Grecia, según la Comisión Europea, crezca el próximo año —aunque a una tasa modesta de 0,6 por ciento.
Pero, ¿qué tan sólidas son las bases del crecimiento económico a largo plazo en ambos lados del Atlántico? En un estudio reciente (en inglés), el académico del Cato Institute Brink Lindsey argumenta que la economía estadounidense es poco probable que retome las tasas de crecimiento económico pre-crisis. Las razones son sencillas. El crecimiento económico puede ser entendido como una combinación del crecimiento de la fuerza laboral y su calidad, la acumulación de capital y la innovación tecnológica. En cualquiera de estos frentes, las mejoras importantes a largo plazo son poco probables.
Luego de décadas de crecimiento en la participación laboral en EE.UU. —liderada en gran medida por los crecientes números de mujeres en la fuerza laboral— esta medida se estancó en tasas cercanas al 65 por ciento. Al mismo tiempo, ha habido una desaceleración en el crecimiento de los niveles educativos logrados, resultando en mejoras más lentas en la calidad de la fuerza laboral.
Se puede esperar que tendencias similares prevalezcan en la Unión Europea (UE) donde la participación laboral, aunque está aumentando, ya está por encima de 70 por ciento. En la UE, los pupilos ahora gastan 17 años en su educación —solo un poco más que en el 2000. Así que a menos que las sociedades occidentales puedan atraer una cantidad dramática de personas nuevas a la fuerza laboral —lo cual es poco probable considerando que aquellos que se quedan fuera de ella lo hacen por buenas razones— o encuentran formas significativamente mejores de educar a sus hijos, el crecimiento a futuro no vendrá de un aumento en el número y calidad de trabajadores.
¿Qué hay de la inversión de capital? Las tasas de ahorro e inversión en EE.UU. están en niveles históricamente bajos. En parte, esto se debe a la Gran Recesión, pero ambas medidas habían seguido tendencias a largo plazo de declive antes del inicio de la crisis. En el Reino Unido, la tasa nacional de ahorro neto había seguido un declive todavía más marcado, alcanzando -1 por ciento del PIB en 2011. No debería sorprender que la inversión productiva en el Reino Unido ha estado cayendo desde hace mucho, con la crisis resultando en una caída más importantes que en cualquier otro país del G8.
Por supuesto, el crecimiento nuevo podría provenir de la innovación. Aún así, desde la publicación de El Gran Estancamiento (en inglés) del economista Tyler Cowen en 2011, surgió una pequeña industria de pesimistas, argumentando que el surgimiento de descubrimientos científicos verdaderamente transformacionales se ha vuelto más difícil a través del tiempo, resultando en una desaceleración en las tasas de crecimiento de la productividad. En el libro, Cowen argumenta que entre 1910 y 1950, una cocina estadounidense relativamente típica, por ejemplo, pasó de no tener tuberías internas o electricidad a tener un rango de electrodomésticos, incluyendo la refrigeradora y las hornillas para cocinas. En cambio, con la excepción de un horno microondas o una peculiar máquina para cocinar al vacío, las cocinas de hoy son muy similares a aquellas de hace 50 o 60 años atrás.
La inteligencia artificial y las computadoras prometen ser las tecnologías transformacionales de hoy y de mañana. Las computadoras, Internet y los teléfonos inteligentes ya están revolucionando el entretenimiento, el periodismo y las ventas al por menor. Pero, ¿qué tan probable es que estos cambios conduzcan a un renacimiento económico comparable a las tres décadas de la posguerra?
Porque el crecimiento económico se está volviendo más “difícil”—como lo dice Lindsey— la política económica se vuelve más importante. Cuando la participación en la fuerza laboral estaba aumentando constantemente, las tasas de ahorro y de inversión eran altas y había un gran acervo de nuevas tecnologías esperando a ser convertidas en nuevos aparatos útiles, los gobiernos podían salirse con la suya y aplicar malas políticas. Las décadas de la posguerra presenciaron el auge de las cargas tributaria y regulatoria en Occidente, así como también del gasto que no siempre estuvo justificado en torno a la eficiencia económica.
Cuando estas bases económicas son más débiles, las políticas malas tienen efectos adversos más importantes. Para Lindsey, esta es la razón para ser optimista. Conforme el crecimiento a largo plazo disminuya, argumenta él, la opinión pública probablemente vigilará más de cerca las políticas anti-crecimiento y demandará un cambio. Después de todo, las reformas de la era de Thatcher y Reagan —y la ola de desregulación que se inició durante la administración de Carter— fueron en gran medida el resultado de un desempeño económico decepcionante durante la década de 1970.
Aún así, cinco años después de la crisis financiera global, parece que hay poca demanda popular de reformas pro-mercado a cualquier lado del Atlántico. Tan poca, de hecho, que casi pareciera que las poblaciones occidentales se han acostumbrado al estancamiento de sus ingresos y a las altas tasas de desempleo. Solo podemos esperar que simplemente “sobrevivir” todavía no sea aceptado como la virtud más importante de la política económica.
Este artículo fue publicado originalmente en US News and World Report Online (EE.UU.) el 15 de noviembre de 2013.