Por qué Alemania y Holanda tienen razón
Juan Ramón Rallo indica que no es que Alemania y Holanda se hayan negado a ayudar a España e Italia, es que se niegan hacerlo sin condiciones.
Por Juan Ramón Rallo
El último Consejo Europeo concluyó con una profunda división entre, por un lado, España e Italia y, por otro, Alemania y Holanda. Los primeros quieren impulsar la reconstrucción europea pospandemia con una especie de plan Marshall financiado mediante la emisión de eurobonos (o coronabonos); los segundos, en cambio, se oponen a semejante idea, puesto que consideran que ha de ser cada Estado miembro quien determine qué tipo de estímulo necesita su respectiva economía y, en todo caso, quien lo costee.
De entrada, a nadie debería sorprenderle demasiado que Alemania y Holanda rechacen mutualizar las enormes emisiones de deuda pública que se esperan durante los próximos meses. Basta observar el siguiente gráfico para detectar dos formas opuestas de concebir y administrar el endeudamiento público: al cabo, España e Italia no solo tienen muchos más pasivos que Alemania y Holanda (el país transalpino incluso duplica su volumen de deuda), sino que desde 2013 unos se esforzaron por reducirlos sostenidamente mientras que los otros los mantuvieron esencialmente estables (ayer mismo, conocimos que el déficit público de España había vuelto a aumentar en 2019, esto es, antes del coronavirus).
¿Por qué las hormigas que durante tantos años nos estuvieron apercibiendo por nuestra pasividad a la hora de sanear nuestras finanzas públicas deberían acudir ahora al rescate de unas cigarras que, para más inri, llevan varios años tratando de saltarse los objetivos de déficit que las hormigas les reclamaban?
Deuda pública sobre PIB
Deuda pública sobre PIB. (Fuente: FMI)
Pese a lo anterior, uno podría argumentar que la situación actual es lo suficientemente grave como para que Alemania y Holanda se apiaden del sur de Europa y estén dispuestas a financiar sus programas de estímulo a unos tipos de interés lo bastante bajos como para no poner contra las cuerdas la propia solvencia del Reino de España y de la República de Italia. Pero, y he aquí la clave del asunto, Alemania y Holanda en ningún momento se han negado a extender crédito barato a España y a Italia sino a extendérselo sin ningún tipo de condicionalidad.
Recordemos que actualmente ya existen dos mecanismos dirigidos a facilitar la financiación de Estados miembros altamente endeudados. Por un lado, el Banco Central Europeo anunció que adquiriría durante los próximos meses activos financieros por importe de hasta 750.000 millones de euros: si todos ellos fueran deuda pública (que no lo serán), a España le correspondería un mínimo de 72.000 millones de euros (ampliables en caso de necesidad por la propia institución). Por otro, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) posee una capacidad de extender créditos por importe de hasta 500.000 millones de euros a aquellos países que lo soliciten: una financiación que, además, se efectuaría a tipos de interés a largo plazo por debajo del 1%.
¿Por qué entonces ni España ni Italia se contentan con estas herramientas que ya se encuentran hoy en día a su disposición? Pues porque, como ya hemos dicho, los dos implican algún tipo de condicionalidad de ajuste macroeconómico futuro. La condicionalidad del Banco Central Europeo puede que no sea formal y explícita, pero sí sabemos que la institución tiende a 'paralizar' temporalmente las comprar de deuda (favoreciendo una subida de los tipos de interés en los mercados) cuando un Gobierno nacional trata de sobreendeudarse de manera imprudente. La condicionalidad del MEDE, en cambio, sí es absoluta (en la propia web de la institución lo deja meridianamente claro: “La asistencia financiera está supeditada a unas condiciones estrictas”), hasta el punto de requerir la firma de un memorando de entendimiento con intervención formal de las finanzas estatales.
Esto último es, claro está, a lo que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se niegan como gatos panza arriba: no quieren de ningún modo que su legislatura de progreso quede empañada por la aceptación de un programa de austeridad más profundo y con una mayor tutela por parte de la Troika del que jamás experimentó Rajoy. No se trata, pues, de que Alemania y Holanda no hayan puesto a disposición de España e Italia herramientas de financiación para sufragar sus respectivos 'planes Marshall': es que esas herramientas no les sirven a nuestros gobernantes porque se oponen a adquirir el compromiso de sanear sus finanzas públicas no ya en el corto plazo (algo que sería del todo inverosímil) sino en el largo plazo.
Y a eso es a lo que se oponen realmente Alemania y Holanda cuando rechazan los eurobonos: a que sean sus contribuyentes los que paguen los planes de gasto diseñados por los gobiernos español e italiano sin ejercer, para más inri, ningún tipo de control sobre el destino final de todo ese gasto. Su postura, más allá de sectarios intereses nacionalistas, es del todo razonable: ayuda sí, pero con condiciones y responsabilidades. No tenemos derecho a reclamar mucho más que eso y, desde luego, sería un completo suicidio continuar amagando con que, si no nos conceden los eurobonos, podríamos terminar abandonando el euro. Lo último que necesita ahora mismo España es que se empiece a cuestionar si va a regresar a la peseta en medio de un colapso económico histórico: en tal caso, la fuga de capitales terminaría de vaciar nuestra escasísima liquidez interna en perjuicio de familias, empresas y administraciones públicas.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog Laissez Faire de El Confidencial (España) el 1 de abril de 2020.