Planeación inútil
Manuel Suárez-Mier indica que el Plan Nacional de Desarrollo que la Constitución de México obliga al gobierno a preparar ha solido ser un documento ignorado.
El nuevo gobierno de México está por agravar el mismo yerro de todos los previos desde que se adoptó la fútil costumbre de preparar “el plan nacional de desarrollo” sin la menor vinculación con la realidad, aumentado ahora por la retórica demagógica y populista que tanto gusta a los nuevos burócratas.
Dice tener “3 ejes rectores: justicia, bienestar y desarrollo económico; y 3 ejes transversales (?): igualdad de género, combate a la corrupción y mejor gestión pública, así como territorio y desarrollo sustentable (¿?)” (sic). Las acciones del gobierno hasta hoy no reflejan nada de esto, salvo en su eterno "blablabla".
La forma como se ha hecho la planeación económica en México es un fracaso, salvo para dar empleo temporal a economistas mediocres y estimular a la industria del papel. Una de sus pocas virtudes es que nadie le hacía caso.
Cada vez que se terminaba el ritual del pertinaz cuento de buenas intenciones, se enviaban los pesados libros con tan sesudas como inservibles disquisiciones a todo el país, dónde el "Plan" terminaba sus días acumulando polvo, aunque a veces cumplía alguna misión útil como remplazar la pata de un mueble que se hubiera quedado cojo.
Menos mal, porque bastante más caro le habría costado al país si los gobiernos hubieran intentado en serio cumplir sus planes, hechos puntualmente cada sexenio a partir de los años treinta del siglo pasado, lo que hubiera significado un notable desperdicio de recursos.
¿Por qué el divorcio entre los loables fines del plan y sus magros resultados? Se trata de proyectos concebidos por burócratas que no saben cuáles son los deseos de la sociedad ni cómo generar los incentivos para alcanzarlos.
La evidencia acumulada de la inutilidad de esta “planeación” debiera persuadir al nuevo gobierno de la conveniencia de hacer las cosas de manera distinta, lo que por desgracia no ocurrirá, y voltear a ver ejemplos notables de éxito.
Singapur ofrece un caso. En los últimos 43 años su ingreso por habitante pasó de 500 dólares, la tercera parte del que tenía México en 1975, llegando hoy a más de 90 mil dólares, cinco veces arriba del ingreso medio de cada mexicano.
El instrumento para obtener tan extraordinarios resultados fue la creación de la Junta para el Desarrollo Económico (JDES), entidad fundada hace 63 años con un desembolso inicial de 25 millones de dólares, para promover dos objetivos: atraer inversión productiva y generar empleo.
Sus positivos resultados están a la vista, pues permitió alcanzar uno de los milagros más notables en los anales del desarrollo económico mundial. Si además se considera que Singapur carece de recursos naturales y tiene severas limitaciones por su reducido tamaño, se aprecia mejor la magnitud de los retos que esta nación isleña superó espectacularmente.
El proceso seguido en Singapur se asemeja mucho más al plan estratégico de una empresa que a los farragosos planes burocráticos de México. De allí su éxito. Desde un principio, se definió una estrategia de desarrollo hacia fuera pues la isla carece de un mercado interno por sí mismo suficiente para sustentar una industria doméstica eficaz.
Hoy el problema del desempleo, principal motivo para crear la JDES, se ha invertido pues su dinámica economía carece de la mano de obra suficiente para hacer frente a su acelerado crecimiento económico, por lo que más del 64% de la población de 5,7 millones son hoy trabajadores extranjeros.
El artículo 26 constitucional de México ordena al gobierno preparar el plan. Me temo que esta administración en lugar de transformarlo en la herramienta estratégica que permita alcanzar sus objetivos prioritarios, se va a ir por el fácil camino de la demagogia populista, el rollo y cumplirle sus caprichos al líder.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 22 de marzo de 2019.