Perú: Evitemos la mediocridad
Ian Vásquez dice que "Los términos de intercambio no determinan el éxito de una nación y muchos países han aumentado su crecimiento a pesar del deterioro de estos. Lo que importa es el costo de producir. Si se puede bajar ese costo, aumentando así la productividad, el bienestar nacional mejora aun si bajan los precios de los bienes exportados".
Por Ian Vásquez
La mayor devaluación de la moneda china en dos décadas esta semana nos recuerda que el entorno internacional sigue empeorando y no hay razones para esperar una mejora sustancial.
La baja del yuan reducirá la compra china de materias primas del Perú y de países vecinos. Pero —lo que es peor— es probable que represente problemas fundamentales en la economía del país oriental. El crecimiento de China ya ha alcanzado su punto de desaceleración más bajo en muchos años, llegando a 7% según la versión oficial, pero analistas independientes calculan que el crecimiento verdadero es de alrededor de 5%. Esto se suma al declive de los precios de los commodities y una esperada alza en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de EE.UU.
No hay nada que pueda hacer el Perú para cambiar esta realidad. El peligro es que los políticos peruanos actuales y futuros culpen a factores externos por un desempeño nacional pobre, y que no se haga lo suficiente para retomar un crecimiento alto. El ministro de Economía, Alonso Segura, resalta que la caída de los precios de las exportaciones peruanas es la más severa en 65 años y culpa a los empresarios de no tener suficiente confianza en la economía.
No hay que exagerar el impacto de la caída de los precios de las exportaciones en la economía peruana. Según las Naciones Unidas, los términos de intercambio del Perú —la relación entre los precios de las exportaciones y las importaciones—, a pesar de haber caído en los últimos años, siguen siendo favorables. Comparados al 2000, los precios relativos de lo que exporta el país todavía duplican los de las importaciones en el 2014. Para este año, los precios internacionales de los minerales y los metales, por ejemplo, siguen dos veces más altos de lo que era el caso en el 2000.
Los términos de intercambio no determinan el éxito de una nación y muchos países han aumentado su crecimiento a pesar del deterioro de estos. Lo que importa es el costo de producir. Si se puede bajar ese costo, aumentando así la productividad, el bienestar nacional mejora aun si bajan los precios de los bienes exportados. Este fue el caso de Chile en los ochenta, que sufrió una caída importante en el precio del cobre, pero volvió al crecimiento alto al implementar reformas económicas profundas.
Por algo los empresarios peruanos, quienes ponen su propia plata en juego, ante este contexto, han perdido cierta confianza. Está muy bien que el Perú se integre en la Alianza del Pacífico y que el gobierno reduzca algunas trabas burocráticas en ciertos sectores —el forestal, el acuícola, el textil y el de “industrias creativas”, según el Plan Nacional de Diversificación Productiva—. ¿Pero por qué solo en esos sectores? El Perú entero está sumido en la sobre regulación. No hay mejor prueba que el 70% de los peruanos que trabajan en la informalidad. ¿De verdad creemos que los planes del gobierno cambiarán mucho esa realidad? ¿Es creíble que las medidas limitadas del gobierno —que además se mezclan innecesariamente con el uso de dinero de los contribuyentes peruanos para apoyar ciertas industrias— conducirán a su proyectado crecimiento en el mediano plazo de 7% (lo cual supera el promedio durante el ‘boom’)?
El Perú puede evitar la mediocridad. Los candidatos presidenciales deben presentar planes de reforma creíbles para retomar el alto crecimiento.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 15 de agosto de 2015.