Perú: El tren de Alan García

Pedro Cateriano explica la importancia que el tren eléctrico de Lima representa para Alan García, quien lo inauguró por primera vez hace más de veinte años.

Por Pedro Cateriano

Después de más de veinte años, el presidente Alan García —con prisa y para intentar reivindicarse— inaugura nuevamente su famoso tren eléctrico. Para quienes no se acuerdan, es bueno señalar que durante su primer gobierno también lo puso en funcionamiento. Pero la obra estaba absolutamente inconclusa. Solo lo hizo como demagógico gesto teatral. Para las galerías. Y, claro, con el fin de que quedara registrado, que él era el gran hacedor de la obra. Pero en realidad ese proyecto fue un capricho, que respondía a un afán electoral.

En efecto, García Pérez —con el propósito de apoyar la candidatura a la Alcaldía de Lima del candidato de su partido Jorge del Castillo—, ordenó, sin estudios técnicos y al margen de los dispositivos legales, que se iniciara la construcción de un sistema de transporte público de pasajeros, sin duda necesario en toda capital. El objetivo de esa urgencia, sin embargo, era ganar las elecciones. No solucionar adecuadamente el problema del transporte de los limeños. Y para ello el fin justificaba los medios.

Para los desmemoriados y para los jóvenes, conviene recordar algunos aspectos de esta triste e increíble historia. Básicamente porque el presidente Alan García —en su permanente afán de desvirtuar siempre la verdad, acomodándola a sus intereses—, el mismo día del segundo acto inaugural declaró —con absoluta impudicia— que: "el tren eléctrico no se acabó por mezquindad de otros presidentes". Es decir, García responsabilizó a los gobiernos del dictador Alberto Fujimori, Valentín Paniagua y Alejandro Toledo, de dejar en el olvido el proyecto.

Este sistema de transporte público masivo estuvo detenido durante años por razones de peso, que no coinciden con lo expresado por el presidente saliente. En su lugar se detuvo la obra, porque García Pérez dejó al Estado quebrado, como consecuencia de su calamitosa gestión económica, y además porque a raíz de una investigación iniciada en 1993 por el fiscal italiano Vittorio Paraggio, se descubrió un acto de corrupción que lo involucró a él. Este magistrado, con el fin de indagar la participación del gobierno del socialista Bettino Craxi y de empresas italianas en varios negociados, encontró en el proyecto del tren eléctrico limeño —tras arduas investigaciones— evidencias delictivas, y recibió un testimonio contundente y demoledor. El ciudadano italiano Sergio Siragusa, asesor del proyecto, declaró ante él, que a solicitud del presidente Alan García, le entregó doscientos mil dólares en efectivo y que luego le hizo tres remesas que sumaron ochocientos cuarenta mil dólares a las cuentas cifradas 2952733-280762361, del Barclays Bank de Gran Caimán, que el presidente se las proporcionó. Este hecho fue probado por una comisión investigadora del Parlamento, el juez Dereck Schofield de Gran Caimán, la Fiscal de la Nación Nelly Calderón, y el Vocal de la Corte Suprema Hugo Sivina, que actuó como juez instructor del caso.

Tras esa feroz declaración, ¿por qué no se le sancionó a García Pérez? Por una sencilla razón: en el Perú, Alberto Fujimori ya había dado el golpe de estado del 5 de abril de 1992, y García se encontraba asilado en Colombia. Durante los años de la dictadura de Fujimori el caso no fue seguido, porque de acuerdo con la constitución, no se puede condenar a un ausente. Transcurrido el tiempo, el proceso prescribió y García quedó libre de polvo y paja.

Increíblemente García Pérez fue reelegido presidente el 2005, luego de ganarle ajustadamente a Ollanta Humala. Esta nueva oportunidad le permitió retomar la construcción del tren eléctrico, para tratar de limpiar su honra, ya que el fantasmagórico tren y sus enormes columnas inservibles, eran más que una solución al transporte un monumento a la ineficacia y corrupción de su primera administración. Para ello, inicialmente trató de licitar el proyecto, pero este intento fracasó reiteradamente, porque desde el punto de vista financiero, no era un negocio rentable para ninguna empresa privada.

Para poder concretar su deseo, García entonces decidió que el gobierno construya la infraestructura, y luego se licite la compra de los trenes y la operación y mantenimiento, por 30 años del primer tramo del proyecto. En total se han invertido aproximadamente cuatrocientos millones de dólares en esta primera etapa. La segunda tendrá un costo cercano a los seiscientos millones de dólares. Su capricho, según los técnicos, generará un déficit de más de treinta millones de dólares anuales, que el sufrido contribuyente peruano tendrá que pagar. Adicionalmente, la Contraloría General de la República, ha señalado que la obra ha costado cien millones de dólares más, de lo que estaba presupuestada.

Lo concreto y fatídico es que la obra, realizada e inaugurada contra viento y marea (al estilo García), no es un sistema de transporte de pasajeros masivo. Por lo menos por ahora. Mientras se construía la obra, se olvidaron de algo muy importante: la compra de los trenes. En el interregno también hubo un incendio, que dañó a los antiguos, que hasta ahora, nadie ha dado explicaciones. Lo concreto es que sólo hay tres trenes en operación y se necesitan dieciséis, para que funcione adecuadamente todo el sistema . Para tenerlos todos tendremos que esperar un par de años. Mientras tanto, sólo se permitirá el recojo de personas cada media hora, en lugar de los seis minutos programados.

Pero no hay problema alguno para García Pérez, él ya está soñando en su próxima reelección. Sus incondicionales, quieren que sea el presidente del bicentenario nacional.

Este artículo fue publicado originalmente en El Imparcial (España) el 24 de julio de 2011.