Perú: ¡Bang!
Enrique Pasquel dice que "parece ser que los criminales tienen menos incentivos para robar o agredir a alguien si saben que esa persona puede dispararles en defensa propia".
Hace unos años, el sujeto que manejaba el carro que iba delante del mío aprovechó una luz roja para bajarse, sacar una pistola y apuntarme a la cara. No disparó. Sospecho que lo hizo porque debe haber pensado que mi cara de asustado sería muy graciosa.
En ese momento reafirmé la idea de que es absurdo que cualquier chiflado pueda conseguir una pistola y que, más bien, deberían existir aun más controles a la venta de armas. Como mucha gente, yo pensaba que la facilidad para adquirirlas generaba mayores delitos, accidentes caseros o estudiantes psicóticos que un buen día sacan un rifle en el colegio y matan a una docena de sus compañeros.
Hoy creo, sin embargo, que me equivoqué. Varios estudios indican que cuando existe mayor facilidad para adquirir armas se reduce el número de víctimas de crímenes. Quizá el más conocido es el libro Más armas, menos crimen, del estadounidense John R. Lott. Él estudió el efecto de la desregulación de la venta de armas en la delincuencia en todos los estados de EE.UU. desde 1977 hasta el 2005. Su principal hallazgo fue que durante los diez años posteriores a que un estado desreguló la venta, en promedio, la tasa de asesinatos se redujo 17% y la de violaciones, 12%. Es decir, si bien facilitar la venta de armas puede permitir algunos delitos, son más las vidas que se salvan con ello que las que se pierden.
La razón parece ser que los criminales tienen menos incentivos para robar o agredir a alguien si saben que esa persona puede dispararles en defensa propia. De hecho, 56% de los convictos entrevistados por Lott en prisiones de diez estados dijeron que no atacarían a una probable víctima si saben que tiene una pistola. Asimismo, en Canadá y en Inglaterra el 50% de los robos a hogares se producen cuando los dueños están en el hogar, mientras que en EE.UU., donde existen menos restricciones para comprar armas, solo el 13% de estos delitos ocurre con los dueños dentro de casa.
Alguien, no obstante, podría objetar que las leyes que restringen la compra de armas sirven justamente para desarmar a los criminales. Pero la evidencia demuestra que esto no es así, aparentemente porque ellas tienden a desarmar a las víctimas y no a los delincuentes ya que estos últimos tienen mucha más facilidad para adquirirlas en el mercado negro.
La metodología de Lott, como cualquiera, es discutible y no necesariamente lo mismo tendría que suceder en el Perú por diferencias económicas o culturales con EE.UU. Sin embargo, su estudio debería ser un fuerte indicio de que facilitar la venta de armas podría ser una opción a estudiar para reducir la delincuencia, ya que nuestro Estado no parece contar con los recursos y la capacidad para protegernos. Como ejemplo, en el norte del país, donde se sufre un grave problema de inseguridad, hay solo 7.356 policías para proteger a casi 5 millones de personas.
Si efectivamente las armas reducen más peligros de los que crean, facilitar que los ciudadanos se armen para protegerse de los criminales no sería una mala idea. Y es que, después de todo, quizá es cierta la propaganda de aquella famosa marca de revólveres que decía “Dios no hizo iguales a los hombres, Sam Colt sí”.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 13 de septiembre de 2012.