¿Perseverará el Banco de México?

Manuel Sánchez González considera que bajar la inflación es posible, pero esto requiere que el Banco de México comunique claramente su compromiso con este objetivo primordial.

Por Manuel Sánchez González

El Banco de México tiene una tarea formidable si desea cumplir con su objetivo constitucional de procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda.

La variación anual del INPC en diciembre de 2022 y, en promedio, desde noviembre de 2021, ha alcanzado 7,8 por ciento, ritmo que representa más de dos y media veces la meta permanente.

Además, la inflación ha tendido a mantenerse alta desde antes de la pandemia del Covid-19. Durante los últimos seis años, la inflación media fue 5,3 por ciento, 1,8 puntos porcentuales por arriba de la observada durante los seis años previos.

Asimismo, durante los tres años anteriores a la epidemia, la inflación promedio se ubicó en 4,9 por ciento. Finalmente, la inflación subyacente, que excluye los componentes más volátiles del INPC, ha mostrado resistencia a la baja, con una media de 4,7 por ciento durante 2017-2022, versus 3,0 por ciento durante 2011-2016.

Una inflación elevada por mucho tiempo presenta el riesgo de que se arraigue en la mente del público, mediante expectativas de aumentos de precios significativos e, incluso, crecientes. Esa situación podría entorpecer el funcionamiento de la economía y mermar el nivel de vida de la población, en especial, de la más pobre. Por desgracia, entre más se prolongue, se acrecienta el probable costo social para revertirla.

Un indicio de que México podría haber entrado a ese proceso es el incremento, desde 2021, de las expectativas de inflación de uno a cuatro años, reflejadas en la encuesta de especialistas recabada por el Banxico, las cuales solían mantenerse estables, aunque por arriba de la meta.

Si bien desde junio de 2021, este instituto central ha incrementado sucesivamente su tasa de interés de referencia, el valor real ex-ante de ésta, considerando las expectativas de inflación de corto plazo, superó el intervalo neutral a partir de octubre de 2022. La restricción de solo tres meses y el rezago con el que opera la política monetaria podrían contribuir a explicar el mínimo avance en el control de la inflación.

Hacia el futuro, la pregunta clave es si el Banxico perseverará hasta alcanzar su objetivo de forma duradera. Una respuesta afirmativa requeriría superar algunas deficiencias en la conducción de la política monetaria.

Con mucho, la limitación más importante ha consistido en la ausencia de una comunicación contundente y precisa sobre la estrategia en el combate de la inflación, más allá de las publicaciones. Esta función corresponde a la gobernadora del Banco de México, quien por Ley es la vocera. Hasta ahora, han prevalecido las opiniones de algunos miembros de la Junta de Gobierno (JG), cuyas discrepancias, aunque a título personal, han resonado como si fueran institucionales, generando confusión.

Detrás de tal carencia parece subyacer la falta de acuerdo sobre, al menos, cuatro puntos básicos. Primero, el grado de disposición incondicional a perseguir la convergencia de la inflación al objetivo. Algunos miembros de la JG han planteado preocupaciones sobre un presunto “apretamiento excesivo” si se afectan otras variables, como la actividad económica. La experiencia internacional enseña que el abatimiento de la inflación difícilmente es gratuito. Pretender estabilizar sin costo es ilusorio y puede conducir a una situación peor, incluyendo la estanflación.

Segundo, el diagnóstico sobre la inflación actual. Por mucho tiempo, desde el brote de la pandemia, el Banxico sostuvo equivocadamente que la inflación sería un fenómeno “transitorio”. Tras haber abandonado esa interpretación, no parece existir un consenso sobre la importancia relativa de los factores internos y externos del crecimiento de los precios.

Tercero, la confianza en el potencial de la política monetaria. Por ejemplo, según la minuta de la reunión de diciembre de 2022, un miembro de la JG opinó que “una condición necesaria para reducir la ola de inflación es el cese de las presiones globales”. Esta apreciación, característica de un régimen cambiario predeterminado, pone en duda la capacidad de una política monetaria independiente, inherente a un sistema de flotación, dirigida a combatir la inflación.

Cuarto, la orientación de la política monetaria. La insistencia en mantener un diferencial entre la tasa de interés de referencia del Banxico y la del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos parece tener como objetivo la estabilidad del tipo de cambio y no la de los precios. Al vincular el peso con el dólar, el Banxico podría estar acomodando las presiones externas, convirtiendo, en la práctica, la inflación en un fenómeno primordialmente importado.

El abatimiento de la inflación en México es posible, pero requiere una comunicación institucional clara sobre el compromiso incondicional con el objetivo prioritario y el uso apropiado de las herramientas para lograrlo.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 10 de enero de 2023.