Peligro: políticos religiosos
Carlos Rodríguez Braun indica que para algunos el problema no es que un líder sea un hombre religioso de izquierda, sino que sea un hombre religioso que no sea también de izquierda.
El teólogo español Juan José Tamayo está muy preocupado por el fascismo. Dirá usted: claro, es que el fascismo asoma su fea faz en España, de la mano de Podemos, o en la Argentina, con el kirchnerismo, o en la Venezuela de Nicolás Maduro, sin ir más lejos. Pero no, lo que le preocupa al profesor Tamayo es que hay políticos latinoamericanos que, de pronto, están hablando de religión.
Dirá usted: no es “de pronto”, porque no es la primera vez que ocurre. De hecho, el totalitarismo marxista recibió el apoyo de la Teología de la Liberación. Cierto, pero el doctor Tamayo no se refiere a eso: no critica el socialismo, ni el populismo, ni mucho menos la Teología de la Liberación, con la que simpatiza. Lo que le preocupa es Brasil. Y no, no es por el desastre de corrupción de la izquierda de Lula da Silva y Dilma Rousseff. No. Sobre eso no dice nada. De hecho, no dice nada en contra de los gerifaltes de la progresía.
Lo que de verdad le parece alarmante es el “cristofascismo” de Jair Bolsonaro: “Es permanente su recurso a la Biblia para legitimar su política homófoba, machista, racista, ultraneoliberal y neofascista”. Lo acusa de haber secuestrado la Biblia, “que lee de manera fundamentalista”. Está alarmado Tamayo porque Bolsonaro quiere respetar la propiedad privada en la Amazonía, lo que amenaza el medio ambiente.
No utilizó esta retórica cuando la Biblia fue esgrimida por los comunistas, como si el comunismo no hubiera dado sobradas muestras de homofobia, machismo, racismo, fundamentalismo, deterioro del medio ambiente a gran escala y políticas “ultras” de todo tipo —por cierto, es revelador que los prebostes de la izquierda nunca empleen el prefijo ultra para nada que tenga que ver con ellos: los ultras siempre son otros.
Tamayo defendió el cristianismo de Hugo Chávez, porque, ya se sabe, aquí lo malo es el “neoliberalismo”, pero no la dictadura bolivariana, en la que Tamayo vio hace pocos años “afinidades con el cristianismo liberador”. Ya criticamos en este rincón de Actuall sus errores a propósito del liberalismo.
Lo que es para don Juan José una calamidad es Brasil, pero Brasil ahora, no el de los corruptos populistas. Las pruebas de la maldad de Bolsonaro son frases del presidente como las siguientes: “Brasil, por encima de todo; Dios, por encima de todos”; “Debo mi vida a Dios y este mandato está al servicio del Señor. En nuestro Gobierno, Dios está encima de todo”; “El Estado es laico, pero nosotros somos cristianos”.
No se ve exactamente dónde está el fascismo en todo esto, porque para el fascismo el Estado está encima de todo y de todos; y mucho menos se ve en la defensa que ha hecho Bolsonaro de “la tradición judeocristiana”. A ver cuántos fascistas conoce el profesor Tamayo que defiendan a los judíos.
Lo que le molestó mucho, como era de esperar, es la idea de Bolsonaro de impedir la propagación en las escuelas públicas de la “ideología de género”. Y, naturalmente, le molestó que elogiara la dictadura de Pinochet. No se moleste usted en buscar críticas de Tamayo a los elogios de las celebridades de la izquierda a los dictadores comunistas. Siempre se ve mejor la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
Bolsonaro está lejos de ser santo de mi devoción, y sus aspectos antiliberales son notorios y reprobables. Pero atacarlo por ser un hombre religioso, cuando evidentemente el ataque brota porque no es un hombre religioso de izquierdas, es más un espantajo pseudoprogresista que otra cosa.
Este artículo fue publicado originalmente en Actuall (España) el 18 de mayo de 2020.