Patriotismo en EE.UU.
por Edward L. Hudgins
Edward Hudgins es el Director de estudios de la regulación estatal en Cato Insitute y editor de la revista Regulation.
Estados Unidos tuvo un comienzo glorioso cuando sus hombres tomaron las armas para garantizar las libertades que les prometía la nueva nación. Pero la verdadera gloria está en el espectáculo de millones de hombres y mujeres trabajando para mejorar sus vidas y para crear, en ese proceso, una tierra de oportunidades como nunca antes había visto la humanidad.
Estados Unidos tuvo un comienzo glorioso cuando sus hombres tomaron las armas para garantizar las libertades que les prometía la nueva nación. Pero la verdadera gloria está en el espectáculo de millones de hombres y mujeres trabajando para mejorar sus vidas y para crear, en ese proceso, una tierra de oportunidades como nunca antes había visto la humanidad.
Quizás fuera natural que los norteamericanos se vieran a sí mismos y a su país como poseedores de una dignidad moral particular. Los norteamericanos ven a su país como un ejemplo para el mundo, como una inspiración para millones de hombres. Pero ¿cuál es la base de ese particular patriotismo y de las virtudes cívicas de los norteamericanos? ¿Por qué millones de personas han amado tanto este país que han estado dispuestas a dar su vida por él?
En primer lugar, es necesario discutir la naturaleza de cualquier valor y quizás sea apropiado empezar con algo que millones de norteamericanos poseen o aspiran a poseer: una casa. Cuando algo es de particular importancia para alguien, esa persona toma medidas extraordinarias para alcanzarlo y mantenerlo. Su futura casa merece el sacrificio de muchos lujos secundarios como cenas en restaurantes caros, un automóvil nuevo o unas buenas vacaciones. Pero el triunfo de adquirir la casa está inexorablemente vinculado a las virtudes. ¿Tiene usted la autodisciplina y la dedicación para resistir las tentaciones, para sobreponerse a la indolencia, para luchar por algo que valora por sobre otras cosas? Y, por supuesto, si usted triunfa, logra un triple beneficio: 1) tendrá su propia casa, 2) habrá fortalecido las virtudes necesarias para garantizar la casa, y 3) se sentirá orgulloso de haber conseguido algo.
Pera adquirir y mantener valores no materiales también requiere trabajo y poner a prueba nuestras virtudes. Un matrimonio y una familia caen en esa categoría. Los padres tienen que priorizar la crianza de sus hijos desde que es un bebito lloroso e indefenso hasta que llega a ser un adulto autosuficiente del que uno puede estar orgulloso. Renunciar a ciertos lujos en el camino sólo es un sacrificio aparente porque, en realidad, los padres se quedan con lo mejor: con una maravillosa familia, un fuerte carácter moral y la convicción de haber hecho todo lo que pudieron.
Bueno, ¿y Estados Unidos? ¿Por qué debemos darle tanto valor? La respuesta se encuentra en nuestro principal documento, en la Declaración de Independencia. ``Estamos dotados por nuestro creador de ciertos derechos inalienables entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad -- que, para asegurar esos derechos, se instituyen gobiernos entre los hombres, que derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados''.
¡Qué maravillosa declaración! El propósito de los gobiernos no es sino proteger nuestras libertades para vivir nuestras vida conforme a nuestros deseos.
¿Y qué sentiremos hacia las instituciones que supuestamente tienen que preservar esas libertades? Se supone que un adecuado patriotismo. Apreciamos esta república porque nos protege de la violencia y, por otra parte, nos deja libres de construir nuestras casas, de criar nuestras familias y de vivir nuestras propias vidas. Y vivir en un sistema así genera en nosotros ciertas virtudes cívicas. Por ejemplo, somos tolerantes con nuestros conciudadanos. Tratamos de resolver nuestros problemas, de afrontar los desafíos de la vida, de disfrutar y de crecer en instituciones privadas como familias, iglesias, logias masónicas, clubes privados, asociaciones deportivas y muchas otras. Una gloria del sistema americano es que pone a trabajar para el bien del país todos los esfuerzos personales y todas las virtudes privadas. Porque el país no es fundamentalmente el gobierno, sino más bien las instituciones privadas y los individuos que lo componen.
Lamentablemente, en el siglo XX el gobierno se convirtió más en dueño que en servidor, y ahora nos trata como súbditos que no pueden amarrarse los zapatos sin su ayuda.
Y mientras más el gobierno nos pone impuestos y nos controla, más socava las instituciones cívicas que constituyen el país, lo que a su vez erosiona la fibra moral y las virtudes cívicas en las que se arraiga el patriotismo. ¿Por qué amar un régimen que nos explota en vez de protegernos?
Ahora muchos norteamericanos comprenden los errores del pasado y se dan cuenta de que esta república, por la que los padres fundadores arriesgaron sus vidas, sus fortunas y su sagrado honor, es realmente un tesoro que merece la pena preservar. En el futuro, sólo una restauración de las libertades individuales, con sus riesgos y sus oportunidades, garantizará unos Estados Unidos llenos de fortaleza y de moral.