Papeles de Panamá: el efecto de estados insaciables
Francisco Sánchez Urra considera que en lugar de proveer los Panamá Papers una oportunidad para satanizar a mecanismos perfectamente legales, esta podría ser una instancia para discutir límites a los impuestos.
Los últimos días diversos medios de comunicación se han “rasgado las vestiduras” con la filtración de los documentos privados de la firma Mossack Fonseca con casa matriz en Panamá, lo cual, ha incendiado un debate al borde del ridículo en torno a lo “vil y perverso de los ‘paraísos fiscales’” y “el deber de pagar impuestos”.
Lo primero que hay que aclarar es que no existe la denominada “filtración”. La firma mostró pruebas de un ataque cibernético que vulneró su sistema y, para dolor de los periodistas, se efectuó una apropiación indebida de parte de su información, de miles de personas, por lo tanto destruyendo el principio de privacidad y el de propiedad.
Fuera de este poco debatido tema, el problema de fondo radica en la acción “impropia” de algunos en evadir el pago de impuestos, en desmedro de los Estados, generando “una situación de desigualdad” y por ende “una trampa al sistema”. Esta actitud, condenada por los mesiánicos estatistas de todos los continentes y los socialistas de todos los partidos, es una “punta de lanza” para condenar la creación de riqueza y establecer un control del Estado sobre lo que la gente gana.
No estoy defendiendo a los que usan estas instituciones para el lavado de dinero ilícito o dinero robado a sus países de origen. Hablo de la gente que produce su dinero trabajando y arriesgándolo y quiere protegerlo de la inmensa voracidad del Estado que no sabe ya cómo exprimirnos más. ¿Por qué hay que castigar el éxito? ¿Por qué un artista o un futbolista o cualquiera tiene que pagar más de la mitad de sus ingresos al Estado? ¿Dónde está lo moral en ello? ¿Cuánto es lo justo?
Los impuestos, palabra que por sí sola denota una acción de violencia, es el pago que se realiza al Estado por nuestras ganancias en distintas actividades, transacciones activas o pasivas. Es el manantial del que se nutre el aparato estatal, muchas veces ineficiente, y que algunos aspiran a que controle las diferentes facetas de nuestras vidas en nombre de la redistribución de la riqueza. En el fondo, las sociedades establecidas en “paraísos fiscales”, lo que hacen es establecer un emprendimiento con menor presión fiscal que permita generar riqueza, arriesgando al igual que en todo negocio, su capital y recursos en beneficio de sus miembros, empleados y clientes. Es gente que trata de proteger lo que posee de las garras del Estado. ¿No haría Ud. lo mismo?
¿Cuál es el problema de que una persona arriesgue sus recursos fuera de la tutela del Estado? La respuesta a la pregunta enunciada es lógica: Ninguno. Sin embargo el problema radica en que escapan al alcance del Estado, de su influencia y de la capacidad de controlar su ganancia para nutrir el obeso aparato Estatal. Por eso las protestas.
En el fondo de toda esta persecución se esconde la frustración que ven muchos burócratas y políticos para hacerse de nuevos recursos que, de una u otra forma, alimentan una serie de relaciones que no necesariamente benefician a la sociedad. Éstas establecen regulaciones y límites que son en efecto lo que perjudica la generación de riqueza, emprendimiento, empleo y el ejercicio pleno de la libertad, restringiendo el mercado e incorporando al Estado en labores económicas que no le son propias, estancando el progreso de diversas sociedades, oprimiendo al individuo, es decir las razones por las cuales muchos optaron y eligen salir de rango de influencia.
Por lo tanto, esta situación es un paradójico ejemplo de qué manera se condena a personas y sociedades que no necesariamente han cometido un ilícito, con recursos propios y arriesgándolos en el mercado optando por una libre competencia, apuntándolos con el dedo “de no aportar a sus países” por la vía del impuesto y “fomentar la desigualdad”.
Sin embargo, la corrupción y derroche de los recursos públicos por parte de burócratas, día a día, parece ser santificado por el mesiánico estatismo, sin necesidad de Panamá Papers, justificando otra vez la acción violenta de los impuestos sin límites, pues una vez que se encuentran establecidos poco se puede hacer para erradicarlos.
Es en este sentido que en Europa, específicamente en la Francia gobernada por Hollande, se aspira a su crecimiento constante para financiar “programas provisonales” que como todos sabemos, y ya lo decía Ronald Reagan, terminan siendo permanentes. En el debate presidencial de EE.UU. no es un tema menor, el precandidato demócrata Bernie Sanders, ha manifestado abiertamente la importancia de subir los impuestos a las ganancias y a la riqueza —y Hillary Clinton va por el mismo camino. Subir los impuestos es una forma de castigar sin tapujos a quienes han aportado a la sociedad y es una forma de incentivar la envidia en la sociedad. Es un castigo para los que buscan mejores opciones, sin apelar a recursos públicos, que arriesgan sus propios recursos. Los “paraísos fiscales”, además de ser legales, ofrecen mercados con mejores opciones de competencia lejos de la influencia estatal.
¿"Papeles de Panamá” o estatismo a la ofensiva? Quizás en este caso debemos comenzar por romper con el discurso hegemónico establecido, ha sido un trabajo centralizado y fríamente calculado por quienes se asignan el rol “moral” de los medios de prensa y asociaciones afines. Es lamentablemente una corriente de argumentos estatistas que ha visto en esta “punta de lanza” un argumento más para atacar al libre mercado, potenciar el rol del Estado en la economía, justificar la regulación y legitimar un acto de violencia contra la propiedad: los impuestos.
Se ha condenado y apuntando con el dedo a miles de personas por ejercer su libertad en los mercados, nuevamente explotando la envidia amparados bajo el argumento de la desigualdad. Quizás es la instancia para cuestionar e inquirir a nuestros gobiernos para poner en el debate el límite a los impuestos, un rol eficiente y no interventor, un Estado subsidiario y con límites, balance de poder y fin a las dictaduras “ya sean rojas, amarillas o pardas” que atentan contra nuestra propiedad y la capacidad de poder administrar los frutos de nuestro trabajo, que nos impiden ejercer la libertad y emprender en la búsqueda de nuestra propia felicidad.