Paraguay: Condonación de deudas e igualdad ante la ley

Víctor Pavón considera que si el gobierno cede ante los reclamos de los agricultores que producen ciertos productos agrícolas se socavará la igualdad ante la ley, principio que "nos permite convivir en un ambiente de paz, siendo relevante la responsabilidad individual por los propios actos, sin que interese que el sujeto sea rico o pobre, sabio o ignorante, o tenga contactos mediante amigos en el poder".

Por Víctor Pavón

Los recientes cierres de rutas no son más que muestras del uso de la fuerza en violación del libre tránsito garantizado por la Constitución. Según dicen sus propulsores, la medida tiene como objetivo que el gobierno les condone sus deudas contraídas en ocasión de la siembra de ciertos productos agrícolas. La situación planteada no es un hecho menor.

Si el gobierno cede a los reclamos solo cabe esperar la exaltación todavía más fuerte de muchas más peticiones que se darán lugar sin que interesen los medios para lograrlo. Si se diera curso a lo solicitado se estará, además del nefasto antecedente, subvirtiendo principios señeros del orden político institucional, por cuanto que los gobernantes, aunque sean electos por el pueblo, no se encuentran ni legal, ni política y mucho menos moralmente autorizados para cargar sobre las espaldas de los demás ciudadanos las deudas contraídas por algunos que ahora se dicen encontrarse en aprietos financieros.

Si al sujeto A se le absuelve de su deuda contraída y ya no debe nada a su acreedor, entonces, también el sujeto B, C hasta la Z , se encuentran en la misma situación. Bastaría la promulgación de una ley que diga así: “Todos los habitantes del país con deudas contraídas desde tal año, ya no procederán al pago de la misma, ya sea que la deuda se constituya sobre una heladera, aire acondicionado, vehículo, casa, ropa etc."

Lo anterior es un absoluto despropósito. Solo puede darse si el gobierno es débil e inoperante a la hora de hacer respetar las leyes y las normas de convivencia social. De ahí deviene la importancia del principio denominado de la igualdad ante la ley. Este principio nos permite convivir en un ambiente de paz, siendo relevante la responsabilidad individual por los propios actos, sin que interese que el sujeto sea rico o pobre, sabio o ignorante, o tenga contactos mediante amigos en el poder.

La igualdad ante la ley implica que todos viven bajo las mismas normas que se conforman como reglas de juego. Estas reglas se aplican a todos por igual. Es por eso que cuando se elaboran las leyes, todos deseamos que además de generales y predecibles, también no discriminen a favor o en contra de algunos. Sería inconcebible aceptar y hacer lugar en la sociedad una ley que trata a unos mejor o peor que a otros.

Aquí es donde se comprende mejor acerca de lo importante de las normas y leyes de carácter general, puesto que se constituyen en una garantía para cada uno de los individuos. La legítima posesión de las cosas son justas porque se ha respetado los preceptos legales que hacen a la adquisición de una cosa, ya sea un automóvil o una casa etc. Y si dichas adquisiciones se han hecho con dinero prestado por el cual se debe otra suma similar más los intereses correspondientes, entonces las reglas en el ámbito civil siguen siendo las mismas si las trasladamos a la competencia de lo contencioso administrativo: el acreedor tiene la facultad de exigir al deudor el cumplimiento de la prestación debida.

Ahora bien, estas reglas que la sociedad establece de manera a que sus integrantes colaboren pacíficamente entre sí y puedan prosperar, no significan que todos obtendrán los mismos resultados. Esta es una vieja cantinela que mucho daño sigue causando. En verdad, no sería razonable ni justo considerar que todos obtengamos iguales resultados, por cuanto que si bien somos iguales ante la ley, también somos desiguales en nuestra naturaleza como seres humanos, desde nuestra complexión física, nuestras inteligencias y por nuestras diferentes decisiones y cuantas más diferencias.

En caso que se considere como válido que algunos no tendrán responsabilidad por sus actos refrendados por voluntad propia y libre discernimiento, entonces, estaríamos siendo parte de una sociedad muy diferente a aquella basada en la propiedad privada, en el respeto por las decisiones que cada quien toma en su vida, lo que implica no dañar a otros que colaboran pacíficamente entre sí y se esfuerzan por un mejor porvenir para sí mismos y sus familias.

Estaríamos en la sociedad de los privilegios y de la fuerza. Este tipo de sociedad es la que propician los que ahora cierran rutas y solicitan se les condone sus deudas a costa del esfuerzo de los demás, incluso a que sean pagadas esas mismas deudas por parte de gente todavía más pobre y con más necesidades que ellos. De darse esta situación, estaremos dando un paso equivocado en un camino que inexorablemente conduce a la violencia, la desinversión y la miseria.