Optimismo

Macario Schettino estima que la inversión de Tesla en México no corresponde totalmente al fenómeno nearshoring sino más bien a que la industria automotriz lleva 30 años desarrollándose con una óptica global.

Por Macario Schettino

Finalmente, en el día de inversiones de Tesla, se anunció que construirán una gigafábrica en Santa Catarina, Nuevo León. Así le llaman a una planta que debe producir un millón de unidades, autos eléctricos, que dicen que pueden construir en nueve meses, por un monto cercano a 10 mil millones de dólares.

Digo que finalmente, porque había la preocupación de que el activismo de quien quiere ser el niño del bautizo, el novio de la boda y el muerto del velorio pudiese descarrilar la operación. Ya lo comentaba Enrique Quintana, parece que se sintió de que no le hubieran avisado desde el principio de esta inversión, y le dio por quererla mover a otro lado. Quiso aplicar la de Constellation Brands, a quienes les negó permisos de agua (sin estar en sus facultades, pero presionando al gobierno local), para que no se instalaran en Mexicali, sino en algún lugar del sur. Decían que en Tuxtepec, Oaxaca, pero me parece que si esos eran los planes, no han avanzado mucho.

La inversión se anuncia en un momento de renovado optimismo en México. Así lo muestran los indicadores de confianza de los empresarios, datos publicados por el INEGI e miércoles. Las cuatro encuestas (manufacturas, construcción, comercio y servicios) tienen un gran avance frente al mes previo, que indicaba un pequeño crecimiento frente al cierre de 2022. Parecería que el pesimismo del cuarto trimestre del año pasado se ha transformado en un optimismo de igual magnitud. No entiendo bien por qué, puesto que la información que tenemos no apunta claramente en dirección del crecimiento, pero tal vez sea sólo cuestión de días para que INEGI nos informe de la actividad económica y nos dé la sorpresa.

Creo que la inversión de Tesla no corresponde plenamente al fenómeno que se ha dado en llamar nearshoring, sino más a la dinámica de la industria automotriz, que lleva ya 30 años de haberse instalado en México con una óptica global. En esas tres décadas, México ha sido muy exitoso y las inversiones ocurren con frecuencia. Apenas hace un par de semanas se inauguró la construcción de la planta de vehículos eléctricos de BMW en San Luis Potosí, y hay ya una dinámica muy interesante, tanto en los automóviles a gasolina, que llevamos rato haciendo, como en los eléctricos. La industria de autopartes ya también se ha encarrilado en esa dirección.

Ahora bien, salvo que ocurra algo inusitado, la inversión extranjera no reemplaza la nacional. Por el momento, la inversión directa oscila entre 2 y 3 por ciento del PIB, mientras la inversión total, que estaba en 20 por ciento del PIB en la administración anterior, está ligeramente debajo de 19 por ciento en este momento. Es un complemento, si la vemos en pesos y centavos, pero es también un instrumento que presiona a los inversionistas locales a entender mejor el entorno global, a competir y a prepararse para ello. Es un motor de modernización y así ha funcionado desde la entrada en vigor del TLCAN, hace ya casi 30 años, pero no sustituye el esfuerzo interno.

Al respecto, seguimos todavía muy rezagados después del manotazo que significó la cancelación de la construcción del aeropuerto y el bloqueo a las inversiones en energía. Al respecto, ese es ahora un elemento determinante para poder aprovechar la relocalización global, el nearshoring. Sin suficiente generación de energía eléctrica limpia, las ventajas que nos da la localización y el T-MEC no serán suficientes. Hay también un claro rezago en infraestructura (notorio en las autopistas) y en el capital humano.

Gran noticia que llegue inversión, pero no suficiente para un optimismo desbordado. Incentivo para ponerse a trabajar, lo que sería más fácil con un gobierno que entendiese el siglo 21. Tal vez pronto lo tengamos.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 3 de marzo de 2023.