Oportunismo en tiempos de crisis
por Steve H. Hanke y Robert Higgs
Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y Senior Fellow del Cato Institute.
Robert Higgs es académico del Independent Institute.
En la crisis confrontada por Estados Unidos, los oportunistas están nuevamente explotando al sistema en beneficio propio. Gran parte del crecimiento gubernamental en Estados Unidos y en el resto del mundo ocurre como resultado directo o indirecto de emergencias nacionales, tales como guerras y depresiones económicas.
Por Steve H. Hanke y Robert Higgs
Robert Higgs es académico del Independent Institute.
En la crisis confrontada por Estados Unidos, los oportunistas están nuevamente explotando al sistema en beneficio propio. Gran parte del crecimiento gubernamental en Estados Unidos y en el resto del mundo ocurre como resultado directo o indirecto de emergencias nacionales, tales como guerras y depresiones económicas.
Se promulgan leyes, se crean nuevos organismos públicos, se aumenta el presupuesto nacional. Casi siempre esos cambios terminan siendo permanentes. El resultado es que las crisis actúan como un trinquete que impide dar marcha atrás a la expansión gubernamental, desplazando las actividades burocráticas hacia una magnitud superior y de mayor alcance.
No sorprende que el gobierno gaste más y regule más activamente durante las crisis; las guerras y los rescates económicos son costosos y complicados. Pero ese activismo gubernamental también atrae a oportunistas que quieren utilizar la emergencia nacional como pretexto para alcanzar sus propios fines.
El gobierno de Estados Unidos y de otros países no parecen estar conscientes de esto y la historia nos ilustra lo muy dañino que puede ser. Por ejemplo, durante la Gran Depresión, los cabilderos agrícolas lograron lo que habían estado buscando por muchos años, la Ley de Ajuste Agrícola, promulgada para ayudar a los agricultores durante la emergencia económica, pero 70 años después siguen chupando del resto de la sociedad. Es más, la política agrícola ha sido ampliada para satisfacer a diferentes grupos de presión como a los conservacionistas, a los nutricionistas y a los amigos del Tercer Mundo.
Durante la Segunda Guerra Mundial casi la mitad del Producto Interno Bruto era generado por el gobierno y prácticamente todos los grupos de interés metían la mano en el presupuesto nacional. Inclusive dependencias que nada tenían que ver con el esfuerzo militar, como los parques nacionales, inventaban labores esenciales de guerra para recibir una mayor tajada del presupuesto y más personal.
Otros tipos de crisis han disparado esfuerzos frenéticos de las burocracias. El siempre oportunista Fondo Monetario Internacional es un caso clásico. Fundado en 1944 como parte del acuerdo de Bretton Woods, el FMI fue responsabilizado de conceder créditos subsidiados a corto plazo a países sufriendo de problemas de balanza de pagos, bajo el sistema de cambios fijos de la postguerra. Sin embargo, en 1971, el presidente Richard Nixon desvinculó el dólar del oro, lo cual acabó con el acuerdo de Bretton Woods y, por consiguiente, con la razón de ser del FMI. Pero desde entonces, el FMI ha utilizado cada crisis para ampliar sus funciones y alcance.
La crisis petrolera de 1971 le dio la excusa al FMI a inventar sus nuevas funciones. Según el FMI, la crisis hizo necesario facilitar ajustes en las balanzas de pagos y entre 1970 y 1975 la institución aumentó en más del doble sus préstamos; entre 1975 y 1982, el aumento en sus préstamos fue de 58%.
Con la elección de Ronald Reagan en 1980 se pensaba que el oportunismo del FMI sería frenado, pero la crisis mexicana "requirió" mayores préstamos del FMI para "impedir" que la crisis afectara a otros países y que quebraran los bancos. El mismo presidente Reagan solicitó al Congreso aumentar el aporte de Estados Unidos al FMI y, así, los créditos concedidos por el FMI crecieron otro 27% en el primer período presidencial de Reagan.
No nos debe entonces sorprender que el FMI estaba preparado para aprovecharse de los sucesos terroristas del 11 de septiembre. El 18 de septiembre, el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, se desayunó con el director-gerente del FMI, Horst Kohler, para discutir los requerimientos financieros de los miembros de la coalición. En el programa también estaba negarle fondos a los países que se opusieran a los deseos de Washington.
Internamente, la emergencia nacional ha sido utilizada para beneficiar a oportunistas locales, cuyas propuestas van desde el rescate de las aerolíneas hasta la nacionalización de la producción de vacunas. El resultado es un "paquete de estímulos" por 100 mil millones de dólares.
El oportunismo político crece en paralelo. Una reciente encuesta del diario The Washington Post indica que 53% de los americanos piensa que el gobierno "funciona en beneficio de la gente", un aumento de 18 puntos desde el verano. Y sólo 37% piensa que "el gobierno más que todo es manejado por unos pocos poderosos tratando de beneficiarse a sí mismos", la proporción más baja desde 1966.
Sería mucho esperar que desapareciera el oportunismo en tiempos de crisis. Pero al menos debemos estar conscientes de su existencia, para que sea más fácil acabar con él una vez que volvamos a la normalidad.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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