OPEP: Culpable de la catástrofe económica del Medio Oriente

Por Andrei Illarionov

El último cuarto de siglo no ha presenciado una crisis económica en la economía mundial que sea más profunda que la catástrofe económica del mundo Árabe. Con la notable excepción de la Comunidad de Estados Independientes, anteriormente soviéticos, que experimentaron una drástica contracción en su producción durante una transformación muy mal implementada, las naciones árabes constituyen la única región en el mundo moderno en la que el ingreso per cápita en el 2005 (en precios constantes) era más bajo que en 1980. El PIB real per cápita ajustado para 17 países árabes ha caído de $5.375 a $5.189, medido de acuerdo a la paridad del poder adquisitivo (PPA) en precios del 2002.

Mientras que las economías árabes se han contraído la economía mundial continuó creciendo, con un incremento en el ingreso per cápita promedio de 1,8% al año. Como resultado de esto, la brecha entre los países árabes y no árabes a lo largo de los últimos 25 años se ha ampliado marcadamente. En 1980 el PIB per cápita promedio en el mundo árabe era 93,2% del promedio mundial; en el 2005 había caído a 57,9%. La caída en la posición relativa fue enorme—cayó por un 38%. El declive económico de los países árabes comparado con el Occidente (22 naciones desarrolladas de Norteamérica, Europa Occidental y Oceanía) fue aún más marcado—casi de un 41%. En 1980 el PIB per cápita promedio en los países árabes era de un 26,3% de aquel en el mundo Occidental; en el 2005 era solo un 15,6%.

Hasta África Sub-Sahariana, una región que ha sido reconocida universalmente como la más problemática en el mundo vio su ingreso per cápita caer en relación a aquel del Occidente a un paso más lento que el declive del mundo Árabe—1,8 y 2,1 puntos de porcentaje al año, respectivamente. Hasta los países de la Comunidad de Estados Independientes luego de la recuperación de su crecimiento económico desde 1998 han logrado reducir la brecha entre ellos y el Occidente por 7 puntos de porcentaje. Solo las naciones árabes han continuado moviéndose hacia atrás.

¿Por qué? ¿Por qué un estancamiento sin precedentes se ha dado en una de las regiones más ricas del mundo? ¿Qué factores pueden explicar un declive tan extraordinario? Hay varias hipótesis populares: la religión (el Islam), las peculiaridades étnicas (la nacionalidad árabe), y la maldición de los recursos naturales (la riqueza petrolera). Pero luego de una observación detenida, ninguna de estas parece explicar la tendencia.

Los países musulmanes no árabes no solamente evitaron seguir el camino árabe, sino que además mejoraron visiblemente su posición en la economía mundial. Su PIB per cápita ajustado promedio aumentó de 40,9% del promedio mundial en 1980 a 43,8% en el 2005.

La nacionalidad árabe como una razón para el estancamiento económico luce dudosa también, ya que desde 1980 y durante tres décadas consecutivas los países árabes estaban aumentando su ingreso per cápita con una velocidad galopante—3,9% anual. Como comparación, estaba a la par o aún mejor que la tasa de crecimiento de los muy conocidos campeones mundiales del crecimiento del último cuarto de siglo, tales como Chile, Ciprés, Hong Kong, India, Indonesia, Luxemburgo, Malasia y Singapur.

La tal “maldición del petróleo” es muy poco factible también. Primero, porque el petróleo no fue ningún freno para el crecimiento económico durante el periodo entre 1950 y 1980. Además, los precios altos de energía en los 1970s no aceleraron considerablemente el desarrollo del mundo árabe. Segundo, porque el crecimiento económico en los países árabes permaneció tercamente lento entre 1980 y 2005, a pesar del nivel de los precios de petróleo—ya sea alto o bajo, o sin importar su movimiento—ya sea que sea para arriba y para abajo. Y en los últimos años el flujo a gran escala de recursos financieros que han entrado a la región fracasó en proveer cualquier cambio positivo detectable en su posición relativa con respecto al promedio mundial o al de otras regiones, incluyendo el Occidente.

¿Por qué sucedió esto? ¿Cuál fue el punto determinante? ¿Qué reversó el crecimiento de las economías árabes? ¿Qué retrocedió a las naciones árabes por casi tres décadas en términos de ingreso per cápita relativo?

La solución a este rompecabezas es la OPEP. Es la entrada de este monopolio a la vida activa a mediados de los 1970s lo que cambió severamente el crecimiento económico y la dinámica de la prosperidad en el mundo Árabe. Es la nacionalización de los activos productivos y de la infraestructura dentro de la industria petrolera, la asignación de cuotas de producción y la administración en manos de poca capacidad, la introducción de una planificación central en el sector energético, el seguimiento de la “banda del precio justo”, la creación de “mercados controlados” lo que condujo la efectiva destrucción de una economía árabe vibrante y dinámica.

El hecho de que en los países árabes que son miembros de la OPEP la industria energética constituye hasta el 50-70% del PIB significa que una parte substancial de la economía es propiedad del gobierno y planificada centralmente—no muy diferente a los países anteriormente socialistas y con similares consecuencias graves para el crecimiento económico y el desarrollo social. La única distinción es que a diferencia de los países socialistas, la OPEP si administra efectivamente la industria petrolera no solo a nivel nacional, sino también a nivel internacional. En otras palabras, no solamente es planificación central, es “planificación central al cuadrado”.

Por eso el mal desempeño de los países árabes miembros de la OPEP no debería sorprender a nadie. Entre 1980 y 2005 su PIB real per cápita cayó dramáticamente: en Arabia Saudita—de $18.000 a $11.000, en Kuwait—de $20.000 a $17.000, en Libia—de $6.000 a $3.000, en Los Emiratos Árabes Unidos—de $33.000 a 24.000, en Qatar—de $38.000 a $12.000.

Para obtener una comparación sorprendente, el PIB per cápita en los países árabes no miembros de la OPEP que producen petróleo y lo exportan aumentó: En Bahrein—de $14.000 a $20.000, en Oman—de $5.000 a $9.000, en Tunisia—de $3.800 a $6.900, en Egipto—de $2.700 a $4.200, en Siria—de $4.500 a $5.200, en Yemen—de $3.000 a $3.300. Hasta los países árabes que no tienen ninguna cantidad apreciable de petróleo (Jordán, Líbano, Mauritania, Marruecos) tuvieron un crecimiento económico positivo, aunque modesto.

Los números absolutos para los niveles de ingreso per cápita en el segundo grupo de países podría parecer poco impresionante, pero sus aumentos sin embargo evidencian un verdadero progreso en la economía y en la vida de las personas. Los números absolutos para los miembros de la OPEP pueden parecer impresionantes, pero su declive sin embargo señala que estos están mal encaminados.

En 1980 los países árabes miembros de la OPEP tenían un PIB per cápita que era un tercio más alto que el de sus vecinos no miembros de la OPEP. Para el 2005 la situación se ha reversado—los países árabes que no son miembros de la OPEP tienen un ingreso per cápita 74% más alto que el de los países árabes miembros de la OPEP. La relación entre el PIB per cápita en los miembros árabes de la OPEP y el nivel del promedio mundial era de 167% hace 25 años, hoy es de 72%. Los países árabes no miembros de la OPEP sobrepasaron no solamente a sus colegas árabes que son miembros de este cartel, sino que también fueron el único subgrupo de los países árabes que lograron crecer a la par con la economía mundial y por lo tanto no aumentaron la brecha entre su ingreso y el de la economía mundial.

La OPEP fracasó en proveer lo que había prometido al mundo cuando el monopolio intergubernamental fue creado. Las políticas de producción de la OPEP parecen ser altamente subjetivas, impredecibles, socavan la confianza, y no son contra-cíclicas, pero esencialmente pro-cíclicas. Algunas consecuencias de esta “enfermedad de la OPEP” incluyen un alza en los precios del petróleo a nivel mundial, los costos de exploración, extracción y desarrollo, el aumento en la volatilidad del precio mundial, y una caída drástica en la tasa de crecimiento de la producción y las exportaciones petroleras. La OPEP derivó en menos capacidad, inversión y crecimiento de la producción petrolera, como también en un menor crecimiento del PIB mundial, y en un alza de la “inseguridad energética”.

Pero todas estas consecuencias para la economía mundial palidecen frente a la catástrofe económica que la OPEP le causó a sus miembros, incluyendo a aquellos del mundo árabe. Hoy, el PIB per cápita ajustado en los 7 miembros árabes de la OPEP es 33% menos de lo que era en 1980. Para tener una comparación: el PIB per cápita mundial en promedio aumentó por un 55%, en Europa—por un 49%, en Norteamérica—por un 65%, en Asia—por un 140%, y en China—se multiplicó por un factor de 7,6. Hasta África Sub-Sahariana creció por un 3,2%.

Detener la catástrofe económica en el mundo árabe requiere de la eliminación de la misma concepción por la cual se cree necesaria la existencia a largo plazo de rentas de monopolio creadas por una intervención estatal destructiva a nivel nacional e internacional. La manera más efectiva de lograr detener esta catástrofe es una privatización a gran escala del sector energético, abriéndolo a las inversiones privadas (sin importar de donde provengan estas), removiendo todos los obstáculos para estas inversiones en la infraestructura relacionada con los combustibles, tales como las tuberías, puertos, y las redes eléctricas, y el reemplazo de mercados controlados con mercados libres y competitivos. La OPEP, la organización responsable por el retroceso de las economías árabes, debería ser disuelta.

Luego de esto, los países árabes podrán reducir y eventualmente superar la brecha de ingresos que tan rápidamente se ha engrandecido y tan absurdamente mantenido a lo largo de las últimas décadas.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.