Obama se equivoca al adular a Cuba

Marian Tupy señala las razones por las cuáles EE.UU. no tiene algo que aprender de Cuba, la dictadura comunista que lleva décadas negándole el derecho a elecciones libres y justas a sus ciudadanos, suprimiendo la libertad de expresión y la diversidad, entre otros abusos que los progresistas estadounidenses no tolerarían en su país.

Por Marian L. Tupy

Supongo que tenía que pasar. Los peces deben nadar, los pájaros deben volar y Barack Obama, cuando está en territorio extranjero, tiene que criticar a EE.UU. —un país que ha sido tan buena con él que lo ha elegido como su presidente. Pero, como el escorpión en el relato de Esopo, Obama tiene que hacerle una picadura a sus benefactores. Está en su naturaleza. Y es así que habiendo escuchado al ataque del dictador cubano contra EE.UU., en el que se refirió a los derechos humanos, al embargo comercial, a la Bahía de Guantánamo y al “inconcebible fracaso de proveer alimentos, atención médica y seguridad social gratuitos al pueblo estadounidense”, nuestro Presidente respondió que él “personalmente no estaría en desacuerdo” con muchas de las críticas de Raúl Castro.

Obama dijo precisamente lo siguiente: “[El Presidente Castro creo que ha señalado que] desde su punto de vista asegurar que todos obtengan una educación o atención médica decente, que todos tengan una seguridad básica en la vejez, que esas cosas son derechos humanos también. Personalmente no estaría en desacuerdo con eso...Y espero que podamos aprender los unos de los otros...Y, usted sabe, de hecho le doy la bienvenida a los comentarios del Presidente Castro acerca de algunas áreas en las que él siente que estamos quedándonos atrás porque creo que no deberíamos ser inmunes o temerle a las críticas o discusiones”.

Ahora, EE.UU. no es un país perfecto. Si Obama le hubiese urgido a los estadounidenses a “aprender” de países cuyos habitantes no arriesgan sus vidas remando en balsas precarias a través de los estrechos de la Florida para poder escapar, yo estaría totalmente a favor de hacerlo. Pero como están las cosas, no tenemos nada que aprender de Cuba. Cero.

No pretendo entender la obsesión de los progresistas estadounidenses con Cuba y su total falta de voluntad de diferenciar la propaganda del régimen cubano de la realidad de la vida cotidiana en la isla. No soy un psiquiatra. Pero, abajo ofrezco algunas razones por las que Cuba es un fracaso y lo hago basándome en las prioridades que los progresistas mismos dicen perseguir y promover.

Primero, considere la libertad política. Cuba es una dictadura comunista. A la gente no se le permite votar por candidatos que no sean comunistas, lo que equivale a quitarles el voto. Los progresistas, quienes son muy sensibles acerca de la supresión del voto, real o imaginaria, deberían recordar que a ningún cubano se le permite participar en elecciones libres y justas.

Segundo, considere la libertad de expresión. En Cuba, todos los medios —incluyendo la televisión, la radio, los periódicos y el Internet— están censurados. El régimen regularmente encarcela a personas que hablan en su contra. Los progresistas, quienes regularmente recuerdan el relativamente leve ataque a la libertad de expresión durante la era de McCarthy, deberían recordar que la supresión de la libertad de expresión en Cuba es total.

Tercero, considere los derechos civiles. Los progresistas desde Bill Clinton hasta Barack Obama han insistido que el gobierno de EE.UU. necesita verse como EE.UU., con cada color adecuadamente representado. El liderazgo de Cuba es casi totalmente libre de negros, quienes conforman la gran mayoría de la población. Así que atrás quedó el compromiso de los progresistas con la diversidad racial.

Cuarto, considere la igualdad homosexual. Durante años, Cuba fue conocida por su bárbara represión de la homosexualidad. Mientras que el trato de los homosexuales a mejorado en los últimos años, el matrimonio homosexual sigue siendo prohibido por la Constitución cubana. A los progresistas, quienes no tolerarían una prohibición constitucional en contra del matrimonio homosexual en EE.UU., parece no molestarles particularmente que esta exista en Cuba. ¿Por qué el doble estándar?

Quinto, considere el bienestar humano. En 1800, el ingreso per cápita en Cuba llegaba a un 39 por ciento del ingreso estadounidense. Para 2008, el último año para el cual tengo datos de largo plazo, esa proporción cayó a 12 por ciento. Entre 1960, cuando los Castro tomaron el poder, y 2008, el ingreso real per cápita aumentó en un 83 por ciento. En EE.UU., este aumentó en un 176 por ciento.

Los progresistas, sin duda, responderían que el ingreso es una medida imperfecta del bienestar. Y tienen razón. Pero la riqueza es el gran facilitador. Permite que los individuos o, por derivación, la colectividad, pague por atención médica, educación y seguridad social. Un derecho universal a la seguridad social es inútil, si la pensión es tan miserable como para permitirle a uno gozar de su jubilación —este es el caso de Cuba.

Es, después de todo, debido a la pobreza extrema que más de un millón de ciudadanos cubanos se han ido, si se cuenta solo a los que han emigrado a Miami. Otros se han ido a otros destinos. Estas personas no creen que EE.UU. tiene algo que aprender de Cuba y Obama debería aprender de ellos.

Este artículo fue publicado originalmente en Cap X (Reino Unido) el 22 de marzo de 2016.