Nuestra negación de la deuda nacional

John Cochrane considera que el gobierno de EE.UU. debe prestar a largo plazo para evitar una crisis de deuda, por lo menos durante una generación.

Por John Cochrane

¿Importa la deuda? Conforme la administración de Biden y sus partidarios económicos preparan los ambiciosos planes de gasto, una nueva idea radical se está difundiendo: quizás la deuda no importa. Quizás EE.UU. puede seguir prestando incluso después de que se termine la recesión del COVID-19, para financiar “inversiones” en energía renovable, autos eléctricos, trenes y metros subterráneos, escuelas públicas sometidas a sindicatos, vivienda, atención médica, cuidados de infantes, esquemas para el “desarrollo de la comunidad”, ingresos universales, rescates por deuda estudiantil, gasto en gobiernos de los estados y ciudades, pensiones, y muchos, muchos otros cheques para los electores.

El argumento es sencillo. Los inversores en bonos están dispuestos a prestarle dinero a EE.UU. a tasas de interés extremadamente bajas. Supongamos que Washington presta y gasta, supongamos, $10 billones (“trillions” en inglés), elevando la relación de la deuda al PIB del actual 100 por ciento a un 150 por ciento. Supongamos que Washington simplemente deja ahí la deuda, prestando dinero nuevo para pagar los intereses sobre el dinero anterior. Con tasas de interés de 1 por ciento, la deuda entonces crece en 1 por ciento al año. Pero si el PIB crece a un 2 por ciento, entonces la relación de la deuda en torno al PIB lentamente cae 1 por ciento al año, y en unas cuantas décadas vuelve a donde estaba antes de que empezara el endeudamiento excesivo.

¿Qué podría salir mal? Este escenario requiere que las tasas de interés permanezcan bajas, durante las próximas décadas, y que permanezcan bajas incluso conforme EE.UU. aumenta dramáticamente su endeudamiento. Este escenario requiere que el crecimiento continúe superando las tasas de interés. Sobre todo, este escenario requiere que los grandes déficits se detengan. Dado que en el mejor de los casos, este es un argumento a favor de un gran atracón de endeudamiento por una sola vez o de pequeños déficits perpetuos, de alrededor de 1 por ciento del PIB, o de solo $200.000 millones hoy. 

Pero un fin del gran endeudamiento no está en las cartas. El gobierno federal prestó casi $1 billón en 2019, antes de que azotara la pandemia. Prestó casi $4 billones a lo largo del tercer trimestre de 2020, y habrá más deuda. Si agregamos los préstamos adicionales y sostenidos de múltiples billones de dólares, y $5 billones más en cada crisis, la relación deuda-PIB se disparará incluso con tasas de interés de cero. Entonces en alrededor de 10 años, las promesas no financiadas del Seguro Social, Medicare, y las pensiones deberán cumplirse realmente haciendo que explote el déficit. La posibilidad de crecer para salir de un endeudamiento de una sola vez simplemente es irrelevante para la posición fiscal de EE.UU.

Todos reconocen que la relación deuda-PIB no puede crecer para siempre, y que tal camino fiscal debe terminar mal. ¿Cómo? Imagínese que en una década o más a partir de ahora tenemos otra crisis. Ciertamente tendremos una tarde o temprano. Puede ser otra pandemia, quizás una peor. O una guerra que involucre a China, Rusia, y Oriente Medio. Puede ser otra crisis financiera más profunda. Con la crisis, la economía colapsa. 

EE.UU. entonces necesita prestar otros $5 billones o $10 billones, rápidamente, para rescatar a los mercados financieros una vez más, para pagar las cuentas de las personas y las empresas por un tiempo, para mantener a las personas que atraviesan grandes dificultades, así como también para combatir la guerra o la pandemia. Pero Washington presta a corto plazo, y cada año presta dinero nuevo para pagar bonos antiguos. Así que también necesitamos prestar otros $10 billones más o menos al año para refinanciar deudas. Conforme los inversores en bonos miran hacia el futuro para pensar acerca de cómo recibirán su pago, ellos ven un país que en el mejor de los casos volverá a registrar déficits de solo $2 billones o $3 billones, todavía se enfrenta a promesas no financiadas del Seguro Social y atención médica, y cuya relación de deuda-PIB, lejos de ser estable como los escenarios de color rosa la pintan, está en una trayectoria explosiva hacia arriba. 

Imagine también que EE.UU. sigue las tendencias actuales de gobierno partidario y su resultante parálisis. Tal vez el presidente está siendo enjuiciado, nuevamente, o una elección está en disputa. Hay protestas y disturbios en las calles. Las reformas sobrias de los impuestos y del gasto lucen poco probables.  

En algún momento, los inversores de bonos ven que el final se acerca, como lo vieron en el caso de Grecia. Si prestan algo, exigen tasas de interés considerablemente más altas. Pero si las tasas suben tan solo un 5 por ciento, nuestra actual deuda de $20 billones implica un déficit adicional de $1 billón. La deuda más grande empeora la situación. Las tasas de interés más altas alimentan un déficit, el cual a su vez aumenta las tasas de interés más altas en un clásico “círculo vicioso”. La Reserva Federal no tiene el poder de mantener bajas las tasas de interés, incluso si estuviese dispuesta a comprar $10 billones de bonos, dado que la gente demanda las mismas tasas de interés altas para aceptar el dinero de la Fed. La Fed tampoco puede acabar con la crisis elevando las tasas de interés, medida que solo aumentaría todavía más los costos. 

El fin debe llegar en la forma de una inflación dramática y súbita o de un incumplimiento de la deuda (default). Eso es una catástrofe. Cuando Washington ya no pueda prestar, nuestras políticas normales para mitigar las crisis desaparecen —el caudal de alivio vía préstamos, los rescates, y el estímulo que todo el mundo espera— junto con nuestra capacidad de gastar en las fuerzas armadas o la salud pública para abordar las raíces de la crisis.

Si, EE.UU. imprime su propio dinero y Grecia no. Pero ese hecho solo significa que una crisis puede acabar en una inflación dramática en lugar de acabar en un default caótico. Y no es obvio que el gobierno de EE.UU. elegirá la inflación por sobre un default. ¿Realmente el Congreso le dará prioridad al pago de intereses, considerando que lo verá como los villanos gordos de Wall Street, por sobre las necesidades de los estadounidenses en dificultades? ¿Acaso nuestros funcionarios electos realmente licuarán los ahorros de millones de electores con una inflación dramática en lugar de orquestar un complejo recorte de la deuda pública? No apueste que lo harán. Pero si los inversores de bonos sospechan que se vienen un recorte, pronto huirán todavía más rápido. 

No, las tasas de interés actualmente no indican dichos problemas. Pero nunca lo hacen. Las tasas de interés griegas eran bajas hasta justo antes del momento en que dejaron de serlo. Las tasas de interés no dieron señales de la inflación de la década de 1970 o de la deflación de la década de 1980. Nadie espera una crisis, o simplemente esta ya se hubiese dado.

Si, quienes se preocupan como yo han advertido de dicha crisis desde hace mucho tiempo, y esta todavía no se ha manifestado. Bueno, California está sobre una falla y todavía no ha sufrido un terremoto devastador en 100 años. Eso no demuestra que los terremotos ya no puedan suceder, o que aquellos que advierten acerca de los terremotos son alarmistas. 

¿No es el dólar la “moneda de reserva”, la que los extranjeros están dichosos de tener? Si, pero como sucede con todas las monedas, los extranjeros solo querrán tener deuda denominada en dólares en cantidades finitas solamente hasta cuando perciban que la deuda estadounidense es super segura. La oportunidad no crece a escala, y la confianza una vez puesta en duda se desvanece rápidamente. 

Si, Washington incurrió en una deuda de un poco más del 100 por ciento del PIB durante la Segunda Guerra Mundial, deuda que fue exitosamente pagada. Pero las circunstancias de ese éxito eran dramáticamente distintas. Para 1945, la guerra y su gasto se habían terminado. Durante los próximos 20 años, el gobierno de EE.UU. registró pequeños superávits primarios estables, no déficits gigantescos adicionales. Hasta la década de 1970, el país experimentó un crecimiento sin precedente por el lado de la oferta en una economía mucho menos regulada que tenía programas sociales pequeños y solventes. 

No tenemos ninguna de esas pre-condiciones hoy. Peor aún, estamos iniciando un atracón de gasto con la misma deuda en relación al PIB con la que acabamos la Segunda Guerra Mundial. El EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial fue solo uno de dos o tres episodios en toda la historia en que deudas así de grandes fueron en gran medida pagadas sin una gran inflación o un default. 

Un ajuste de cuentas más pequeño podría darse antes. Tres cuartos de los déficits de este año fueron financiados mediante la creación de dinero de la Fed, no a través de la venta de títulos de la Tesorería, luego de los problemas en los mercados en marzo cuando los extranjeros vendieron muchos títulos de la Tesorería en lugar de comprarlos como solía ser el caso en tiempos de problemas. Básicamente, la Fed imprimió dinero (creó reservas) y las distribuyó, y la gente está sentada sobre ese dinero en la forma de depósitos bancarios significativamente aumentados. La Fed tendrá que vender sus títulos de la Tesorería para absorber ese dinero. Veremos si el deseo otrora insaciable de títulos de la Tesorería a tasas de interés super bajas realmente todavía está ahí. Sino, la Fed tendrá que elevar las tasas de interés mucho más rápido de lo que promete hacerlo ahora. 

¿Qué se puede hacer? Primero, gaste de manera sabia, como si la deuda de hecho tuviese que ser pagada. Así debe ser. Incluso si las tasas de interés siguen por debajo de la tasa de crecimiento, esa vía para reducir la relación deuda-PIB toma décadas. Cuando un ajuste de cuentas fiscales llegue, se requerirá una reducción de la deuda mucho más rápida. Eso significará impuestos al estilo europeo sobre la clase media que serán dramáticamente más altos o un gasto más bajo. Dado que los impuestos socavan el crecimiento económico —gran parte de Europa tiene ingresos que se encuentran 40 por ciento por debajo de aquel de EE.UU.— la mayoría del ajuste tendrá que provenir de recortes del gasto. Mientras más rápido lo hagamos, menos doloroso será.

Segundo, preste a largo plazo. Nuestro gobierno es como una pareja disfuncional que nunca para de pelear, vive endeudada y compró una casa demasiado grande durante la bonanza de 2006. ¿Debería esta pareja aceptar una hipoteca con una tasa ajustable de 0,5 por ciento, o una hipoteca a 30 años plazo a una tasa fija de 1,5 por ciento? La primera opción luce más barata. Pero si las tasas de interés suben, esta pareja perderá la casa. Nuestra casa. ¡Deberían asegurar la tasa!

Está tal vez más allá de la esperanza que los políticos ignorarán dichas tasas bajas y dejarán de prestar y desperdiciar una inmensa cantidad de dinero. Pero si EE.UU. presta a largo plazo, entonces está totalmente aislado de una crisis de deuda, en la cual las crecientes tasas de interés aumentan déficits más altos, los cuales a su vez provocan tasas de interés más altas. Evitar una crisis de deuda durante una generación realmente vale un porcentaje adicional en la tasa de interés. 

Reducir el gasto, reformar los impuestos y las prestaciones sociales, y decirle no a los electores que desean rescates y a una armada de progresistas que desean inmensos programas de gasto es el trabajo duro de los políticos, uno en el que probablemente fracasaran. Pero la entrante Secretaria de la Tesorería, la talentosa y sensible Janet Yellen, puede elegir por sí sola si el país presta a corto o largo plazo, y evitar de esta manera un crisis de deuda durante una generación. 

Si logro llegar a susurrar cuatro palabras en sus oídos, serán estas: preste a largo plazo.

Este artículo fue publicado originalmente en National Interest Online (EE.UU.) el 7 de diciembre de 2020.