La desigualdad global ha estado cayendo y los pobres nunca han sido más ricos
Carlos Góes señala que poco sabemos acerca de la distribución global de riqueza pero "Lo que si sabemos es que tanto la pobreza mundial como la desigualdad de ingresos a nivel global han estado cayendo por lo menos desde fines de los setenta".
Por Carlos Góes
Si usted lee casi cualquier periódico, ha de estar familiarizado con la siguiente narrativa: la desigualdad global está aumentando, el 1% está tomando el control de todo y pronto tendrá más riqueza que el otro 99%. Afortunadamente, la realidad es más alegre que los titulares. Los reportes que usted ha escuchado de personas confiables como Fareed Zakaria acerca de la desigualdad de riqueza durante las últimas semanas están basados en datos poco confiables y proyecciones sesgadas. Los datos confiables que tenemos acerca de la desigualdad de ingresos indican otra situación: el mundo se ha vuelto un lugar más igualitario desde fines de los setenta.
¿Por qué no podemos confiar en esos números? Muchos países tienen datos de ingresos confiables porque sus gobiernos necesitan rastrear la información acerca de los ingresos para recaudar impuestos. En cambio, la gran mayoría de los países no tienen estadísticas confiables sobre la riqueza. Como reconocen los economistas que organizaron los datos originales que Zakaria citó, los datos sobre la riqueza “siguen siendo poco confiables en muchos países” y “la información acerca del patrón de la riqueza dentro de los países es incluso más escasa”. El hecho es que los datos de desigualdad de riqueza son muy inadecuados y poco confiables.
Ezra Klein y Felix Salmon han señalado qué tan contra-intuitivo es el concepto de desigualdad de riqueza: este sostiene que un graduado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard que gana $250.000 al año pero debe préstamos estudiantiles es más pobre que alguien que vive en Nueva Delhi con un dólar al día en los barrios pobres pero que no tiene deudas. Pero los datos tienen todavía otras limitaciones.
Por ejemplo, estos no incluyen la “riqueza informal”. Considere las viviendas en las que viven los pobres del mundo, a pesar de no tener títulos de propiedad reconocidos por algún Estado, estas viviendas a veces valen decenas de miles de dólares. El economista Hernando de Soto estimó que este tipo de riqueza vale alrededor de 10 billones de dólares. Asimismo, el reporte no logra capturar la “riqueza implícita”. Muchos países tienen amplios esquemas de seguridad social, a través de los cuales los trabajadores realizan pagos con la promesa de obtener un cheque en el futuro. En ausencia de tal sistema, la gente tendría que acumular riqueza de manera “explícita” a través de fondos de jubilación o cuentas de ahorro para su jubilación. Esto enturbia los resultados todavía más. La conclusión es que: esos datos de riqueza no son confiables y deberíamos tomar con mucha ligereza los resultados que los utilizan.
Incluso si ignoramos todos estos asuntos, la riqueza estimada del 1% más rico se ha situado de manera relativamente estable alrededor de su promedio desde el 2000. Oxfam –la organización inglesa sin fines de lucro que publicó proyecciones alarmantes acerca de la riqueza del 1% —arbitrariamente decidió excluir los datos anteriores al 2010. Si tuviesen que rehacer sus proyecciones utilizando datos desde el 2000 y emplear los mismos métodos que utilizaron, hubiesen encontrado una tendencia ligeramente ¡negativa! Seleccionar los datos arbitrariamente para que los resultados coincidan con su narrativa política es claramente una mala práctica en la academia —y levanta dudas acerca de un reporte que obtuvo tantos titulares. Hubiese sido mejor ser claros acerca de las limitaciones y reconocer que en realidad sabemos poco acerca de la distribución global de la riqueza en lugar de hacer una proyección claramente sesgada. Simplemente no sabemos lo suficiente.
Lo que si sabemos es que tanto la pobreza mundial como la desigualdad de ingresos a nivel global han estado cayendo por lo menos desde fines de los setenta. Y es razonable pensar que la convergencia de ingresos precederá a la convergencia de riqueza. Piense en esto. Cuando los pobres empiezan a hacer más dinero primero empezaran a consumir más. Luego de cierto umbral podrán dejar algo de dinero a un lado y empezar a acumular riqueza. Si continuamos logrando sacar a millones de personas de la pobreza y reduciendo la desigualdad global de ingresos, como lo hemos hecho durante la última mitad de siglo, los patrones de riqueza muy bien podrían seguir este mismo camino.
Como el experto en desigualdad Branko Milanovic lo dice, la desigualdad es como el colesterol: hay uno bueno y uno malo. La desigualdad buena es la que resulta de los talentos, el trabajo y el emprendimiento individuales y colectivos. Esta desigualdad mantiene a los incentivos buenos en su lugar y es un efecto secundario de recompensar a aquellos que crean valor para otros a través del comercio y de la cooperación. La desigualdad mala proviene de privilegios especiales, de la búsqueda de rentas, y del amiguismo con las élites políticas. Esta es el producto de transferir dinero del resto de la sociedad a unos pocos privilegiados.
Hay muchos ejemplos de desigualdad mala en el mundo actual. Son injustos y deberían ser revertidos si queremos fomentar una sociedad próspera, dinámica e innovadora. Pero para esto necesitamos análisis sólidos, no retórica política disfrazada en números.