Argentina: ¿Víctima del libre mercado?
Por Ian Vásquez
Con la economía argentina al borde de incumplir el pago a la deuda y de una posible crisis financiera, el libre mercado está recibiendo desde ya la culpa.
Paul Krugman, columnista del New York Times, argumenta que la experiencia de Argentina está "poniendo a prueba el credo libertario que asegura que la gran expansión del papel del gobierno entre las dos guerras mundiales era injustificado." Mark Weisbrot, reconocido crítico de la globalización, se refiere a Argentina como el "el país símbolo del neoliberalismo."
¿Es Argentina realmente una víctima del laissez-faire? Este país sí fue bastante lejos privatizando y abriéndose al comercio y a la inversión a principios de los noventas. También estableció estabilidad monetaria al fijar el peso con el dólar. El resultado fue una tasa de crecimiento per cápita del 6.3 por ciento hasta 1995 cuando el país sintió los efectos de la caída del peso mexicano. Sin embargo, como en casi toda América Latina, las reformas llevadas a cabo en la primera mitad de la década de los noventa no continuaron en la segunda mitad.
La fatiga de las reformas fue acompañada por un dramático crecimiento en el tamaño del gobierno. El economista argentino, Pablo Guido, explica que en los últimos 10 años, el producto interno bruto creció cerca de un 50 por ciento, mientras que el gasto público aumentó en cerca del 90 por ciento. En términos de consumo como parte de la economía, el tamaño del gobierno creció en un 28 por ciento, y actualmente es igual a un tercio del gasto nacional.
El aumento en el gasto ha sido acompañado por un aumento en la carga tributaria. El impuesto al valor agregado es del 21 por ciento (casi tres veces mayor que la mayoría de los impuestos sobre las ventas en Estados Unidos) y las cotizaciones salariales han sido, hasta hace poco, de un promedio del 43 por ciento (comparado con el 15.3 por ciento en Estados Unidos) y aún se mantienen altos. Tomando en cuenta el ingreso y otros impuestos que los argentinos deben enfrentar ayuda a explicar el alto nivel de evasión de impuestos, sin mencionar los desincentivos al crecimiento.
La burocracia también ha ayudado a estrangular a la economía, especialmente en las provincias, las cuales virtualmente no han visto reforma alguna. El gobierno de la provincia de San Juan, por ejemplo, emplea el 85 por ciento de su presupuesto de 783 millones de dólares en pagar los salarios de sus 30,000 trabajadores, en lugar de gastar este dinero en servicios. De acuerdo con la Fundación Atlas, un centro de investigación en Buenos Aires, el costo de la burocracia está matando la economía de las provincias. El gasto público comprende el 84 por ciento de la economía de la provincia de Formosa, 71 por ciento de la economía de Santiago del Estoro y 69 por ciento de la economía de la provincia del Chaco.
La regulación sigue siendo un problema a nivel nacional. Para abrir un negocio en Argentina, por ejemplo, se necesita realizar 12 procedimientos burocráticos, 77 días hábiles y pagar honorarios por 2,100 dólares. En comparación, en Canadá, la misma operación toma 2 días, 2 procedimientos y 280 dólares. Las rígidas leyes laborales argentinas, un legado de la era peronista, también permanecen virtualmente intactas. El consecuente alto costo del trabajo es directamente responsable de los altos niveles de desempleo del país los cuales se han mantenido entre un 14 y un 18 por ciento en los años noventa.
De manera que la economía parcialmente liberalizada de Argentina está sufriendo una administración severamente mala . El resultado ha sido una deuda pública de 155 mil millones de dólares, más de tres años de recesión y una caída en los ingresos del gobierno.
Si la perspectiva argentina no era prometedora, ¿por qué existían inversionistas domésticos y extranjeros ansiosos por otorgar préstamos a Argentina? En gran medida este comportamiento se debe a que existía la esperanza de un rescate del Fondo Monetario Internacional si llegara a suceder algo malo. Y de hecho, el FMI ha aprobado más de 40 mil millones de dólares en rescates para Argentina en el último año. Sin embargo, este crédito no ha generado reformas y tampoco puede continuar, particularmente en un país cuyo problema inmediato es la deuda.
Desafortunadamente, Buenos Aires ha empeorado una mala situación al no producir un plan creíble de pago de deuda y por debilitar el sistema de tipo de cambio fijo. Ambos factores han generado especulación de que el gobierno puede devaluar el peso. El resultante riesgo cambiario está aumentando las tasas de interés y poniendo en peligro al que fuera un sistema bancario sólido. De hecho, debido a que los argentinos se encuentran altamente endeudados en dólares, cualquier devaluación llevaría a bancarrotas generalizadas y a una crisis financiera.
Para terminar con el riesgo cambiario, la mejor alternativa para Argentina es dolarizar. Como Steve Hanke, economista de la Universidad Johns Hopkins explica en un reciente estudio realizado por el Cato Institute, una dolarización prevendría una crisis financiera y, al disminuir las tasas de interés, se estimularía el crecimiento.
Sin embargo, aún con la dolarización, Argentina posiblemente no podrá evitar el incumplimiento del pago a la deuda. Pero tal resultado puede ser saludable. Después de todo, la cruzada del FMI por prevenir el incumplimiento de pagos a la deuda ha fomentado la acumulación de la misma, desincentivado reformas y llevando a una transferencia de recursos de los contribuyentes argentinos hacia los inversionistas internacionales y domésticos. Como Adam Smith señaló en La Riqueza de las Naciones, una falta de pago abierta, como la bancarrota, es un proceso del mercado y muchas veces la política más sabia.
Una dolarización y una falta de pago abierta podrían finalmente introducir cierta disciplina de mercado en un país donde la excesiva actividad gubernamental ha prevalecido por demasiado tiempo.