Hipocresía Comercial: Cómo el proteccionismo estadounidense pone en peligro las pláticas comerciales con el resto de América

por Brink Lindsey

Brink Lindsey es vicepresidente de investigaciones del Cato Institute, es autor de The Age of Abundance: How Prosperity Transformed America's Politics and Culture, de próxima publicación por Harper Collins.

En la gira que comienza hoy por México, Perú y El Salvador, el Presidente Bush sin duda cantará alabanzas al Área de Libre Comercio de las Américas; lástima que los miembros de su administración siguen sin aprender los pasos de baile que acompañan a esa melodía, y si siguen tropezándose, el gran plan para el libre comercio hemisférico se irá de boca.

Por Brink Lindsey

En la gira que comienza hoy por México, Perú y El Salvador, el Presidente Bush sin duda cantará alabanzas al Área de Libre Comercio de las Américas; lástima que los miembros de su administración siguen sin aprender los pasos de baile que acompañan a esa melodía, y si siguen tropezándose, el gran plan para el libre comercio hemisférico se irá de boca.

La raíz del problema es que la administración no está dispuesta a encarar a las industrias protegidas de Estados Unidos, lo cual menoscaba muchísimo su credibilidad al urgir a otros países a que enfrenten a sus cabildos proteccionistas. La posición de EE.UU. ante América Latina es "Hagan lo que digo, no lo que hago", por lo que no sorprende que las negociaciones no estén yendo del todo bien.

La decisión a principios de este mes de poner nuevas tarifas y cuotas al acero importado provocó alaridos de protesta alrededor del mundo, pero acá, en América, se eximió a todos los países menos a Brasil, y su principal producto de exportación, los bloques de acero semi-terminados, recibió una cuota libre de impuestos de 2.5 millones de toneladas-más de lo que se envía actualmente. O sea que el acero no es un problema para el ALCA, ¿verdad?

Se equivoca; Brasil está furioso, y por buenas razones, pues su cuota es menos generosa de lo que parece. Tome por ejemplo el caso de CSN, el mayor productor de acero del Brasil. Hace poco esta empresa compró Heartland Steel, una acería estadounidense que estaba en problemas, pensando que la supliría con bloques de Brasil; ahora, tiene que escoger entre proveer a Heartland y dar servicio a sus clientes actuales.

A fin de cuentas, la cuota se queda corta de la demanda de acero brasileño esperada este año como por un millón de toneladas; mientras que la razón por la que los bloques son parte tan importante de las exportaciones brasileñas es que la venta de productos de acero terminado ya ha sido martillada por acciones contra la competencia desleal (dumping).

Las leyes antidumping de EE.UU. tienen renqueando a las exportaciones de muchos productos sudamericanos, pues aunque el acero ha sido el blanco principal, los bienes agrícolas también han sido golpeados con fuerza. El jugo concentrado de naranja brasileño ha estado sujeto a impuestos antidumping desde 1987, siendo la tasa actual para el exportador principal de 16 por ciento. A Chile lo golpearon en 1998 con casos en contra del salmón fresco y de los champiñones preservados; las importaciones norteamericanas de salmón chileno cayeron de US $32 millones en ese año a US $13 millones en 1999, mientras que las de champiñones cayeron a cero. El año pasado, la miel argentina fue castigada con aranceles que van del 27 al 55 por ciento.

Bajo fuerte presión, EE.UU. se ha visto obligado a aceptar reglas dentro del ALCA que limitarían los abusos del antidumping; el presidente brasileño, Fernando Enrique Cardoso ha lanzado un ultimátum: sin reforma a las leyes de competencia desleal no hay ALCA. Y aún así, la posición norteamericana hasta ahora ha sido la de obstaculizar cualquier esfuerzo para poner rienda a la manía antidumping.

Las barreras al comercio agrícola de Estados Unidos han sido una de las principales fuentes de tensión comercial en la región; en la actualidad, muchos bienes agrícolas competitivos de Latinoamérica-incluyendo azúcar, cítricos y carne de res-tienen bloqueado el acceso al mercado estadounidense debido a los altos aranceles. Sin embargo, la legislación para la "autoridad de promoción del comercio" que se está discutiendo ahora en el Congreso crea procedimientos de consulta especiales, diseñados para dificultar la reducción de las tarifas de éstos y 200 otros productos agrícolas que se consideran "sensibles a la importación". Estas llamadas "provisiones túmulo" hacen cuestionable la seriedad estadounidense de abrir los mercados agrícolas a la competencia latina.

Además, los subsidios masivos que reciben los agricultores norteamericanos distorsionan aún más los mercados, en detrimento de los productores latinos; y para echar más leña al fuego, la Casa de Representantes y el Senado acaban de pasar una legislación que incrementará las erogaciones en más de US $70 mil millones en los próximos diez años. Ambas versiones de la propuesta incluyen pagos contra-cíclicos amarrados a los niveles de producción, a pesar de que ese tipo de pagos sea considerado como tergiversante bajo las reglas actuales de la Organización Mundial del Comercio. De hecho, la nueva propuesta agrícola amenaza con elevar el nivel estadounidense de subsidios restringidos por encima de los limites de control de la OMC.

El servilismo al cabildeo textil es lo que corona la imagen de la hipocresía comercial de Estados Unidos. En un trato de último momento para conseguir más votos a favor de la autoridad de promoción del comercio, la administración y los líderes de la Casa acordaron nuevas restricciones a las preferencias comerciales de los textiles caribeños, centroamericanos y andinos. Específicamente, el tratamiento preferencial que se otorga bajo la Iniciativa de la Cuenca del Caribe y la Ley de Preferencia Comercial Andina, se aplicaría sólo a telas cuyos procesos de teñido, acabado e impresión fueran realizados en EE.UU. Estas nuevas restricciones reducirían substancialmente el valor de las exoneraciones.

La administración Bush se ha aliado con las industrias estadounidenses ansiosas de protección en las áreas de acero, antidumping y textiles, violando sus proclamados valores de libre mercado. La excusa perenne es la "realidad política"; en otras palabras, la necesidad de apaciguar intereses poderosos para poder ganar apoyo del congreso en pactos de apertura comercial.

Si bien es cierto que un poco de concesiones es inevitable, esta administración no ha hecho nada más que conceder. En ninguna ocasión le ha dicho a un cabildo proteccionista que se vaya a volar; nunca ha avanzado una propuesta-sea en la OMC, en ALCA o en cualquier otro contexto-de reformar una importante barrera comercial estadounidense. Jamás ha gastado un centavo de el capital político que viene con un nivel de aprobación de más del 80 por ciento para pelear por el interés nacional de tener mercados libres en contra de los intereses parroquiales del proteccionismo.

Se supone que las negociaciones oficiales del ALCA habrán empezado para el 15 de mayo, pero no llegarán a ningún lado si la administración de Bush no cambia su ruta. Tras recortar impresionantemente sus barreras comerciales a finales de los 1980 y a principios de los 90, América Latina se muestra ahora poco entusiasta ante más liberalización. El libre comercio acarrea un cierto tufo, luego de que las reformas pro-mercado no fueron lo suficientemente lejos como para traer prosperidad duradera y muchos gobiernos de la región estarían felices de ver que las pláticas del ALCA se sigan acarreando por siempre; de esa manera, pueden retener las barreras existentes para regatear en negociaciones que jamás acaben. La hipocresía comercial de EE.UU. le da a los haraganes todas las excusas que necesitan.

En mayo del año pasado George W. Bush declaró que "el libre comercio no es sólo una oportunidad económica sino un imperativo moral". Palabras lindas y verdaderas, pero hasta ahora sólo palabras. Ya es hora de darles significado.

Traducido por Constantino Díaz-Durán para Cato Institute.